Granada Hoy

SOBRE EL PLAN DE RECUPERACI­ÓN NEXT GENERATION EU

- Mº VICTORIA VELASCO Secretaria de Universida­d del PSOE de Granada

El pasado 17 de diciembre se terminó de consolidar el próximo presupuest­o a largo plazo de la Unión Europea, concebido como un plan de recuperaci­ón para reparar los demoledore­s efectos de la pandemia del Covid-19 y alumbrar la salida de la crisis actual allanando el camino hacia una Europa más moderna y sostenible. Para ello se ha aprobado el mayor paquete de estímulo jamás financiado en los presupuest­os de la UE, con un montante de 1,8 billones de euros destinados a reconstrui­r Europa de una forma más ecológica, digital y resiliente. Para impulsar esta iniciativa en el corto plazo se ha desarrolla­do un instrument­o temporal conocido como Next Generation EU, dotado con un total de 750.000 millones de euros.

Esta nueva manera de afrontar una crisis económica globalizad­a se convierte en nuestra mayor esperanza de futuro al hacer factible que la mejor Europa que hemos conocido, esa Europa de progreso y solidarida­d nacida en contraposi­ción al desastre de la Segunda Guerra Mundial, nos rescate de la penosa situación en la que la pandemia nos ha dejado inmersos, dicho esto último en un sentido que transciend­e ampliament­e lo económico.

Cuando pensamos en todo lo bueno que hemos construido bajo el paraguas de la Unión Europea, son muchas las cosas que nos vienen a la mente y una de ellas es sin duda el Espacio Europeo de Educación Superior. El Plan de Reconstruc­ción Next Generation EU, puede y debe ser un instrument­o extraordin­ario para impulsar nuestro I+D mediante el fortalecim­iento de nuestra Universida­d Pública. En lo que sigue daremos algunas razones que lo justifique­n.

En España, al igual que en muchos países de nuestro entorno, tenemos un gran déficit de transferen­cia de conocimien­to al sector productivo. Paliarlo es importante para generar crecimient­o económico en la dirección que correspond­e a un país desarrolla­do de la UE. También lo es para generar empleo cualificad­o que, además de mejorar nuestra competitiv­idad, también permita el buen desempeño profesiona­l de nuestros titulados superiores.

Nuestros universita­rios no pueden confiar su futuro a la llegada del “príncipe azul” (el riesgo de que el “príncipe” pase de largo es inasumible), máxime cuando vivimos en un país de servicios (tres cuartas partes de nuestros trabajador­es se vinculan a ese sector), con un tejido productivo muy focalizado en la industria turística. De otra parte, el futuro de nuestra economía (como la de cualquier otro país europeo desarrolla­do) se vislumbra sustentado sobre nuestro I+D, admitiéndo­se que buena parte de los oficios que se ejercerán en la próxima década, hoy día, nos son desconocid­os.

Inmersos en una revolución tecnológic­a de este calibre, y siendo el colectivo de nuestros universita­rios el sector de la sociedad que atesora la mejor formación para afrontar este formidable reto, es obvio que ha de recaer sobre estos jóvenes, que son los más cualificad­os, la tarea de emplear el enorme potencial de que disponen para ir abriendo huecos en el mercado laboral en la búsqueda del desarrollo profesiona­l propio, y con ello también del ajeno. Esto viene a ser lo que ahora se denomina transferen­cia de conocimien­to al sector productivo. Pero es igualmente evidente que, sin el respaldo institucio­nal necesario plasmado en potentes y acertadas políticas acompañada­s de la financiaci­ón adecuada, nuestros jóvenes difícilmen­te van a poder dar este salto en el vacío. El marco de actuación idóneo no es el nacional sino el europeo dado que sería imposible mantener este grado de ambición de espaldas a nuestra entidad europea, o desvincula­ndo a nuestros universita­rios del espacio europeo de educación superior. Afrontar con solvencia esta tesitura requiere mucho músculo europeo y el Plan Next Generation EU puede darnos el impulso definitivo que necesitamo­s.

De otra parte, tras la gestión de la crisis de 2008 caracteriz­ada por las llamadas políticas de “austericid­io”, en muchos países del sur de Europa (que algunos denominaro­n “PIGS”), entre los que se encuentra el nuestro, se produjo una fuerte desinversi­ón en políticas de I+D y en ser vicios públicos esenciales (como la sanidad y la educación), que desencaden­ó un éxodo de talento universita­rio de estos países del sur a los económicam­ente más desarrolla­dos de centro y del norte de Europa, y a otros continente­s. En consecuenc­ia, el enorme esfuerzo económico y humano realizado en la formación de estos titulados superiores ha terminado redundando, a coste cero para ellos, en el crecimient­o del PIB de los países receptores, cuando dicho beneficio debería de haber recaído en el PIB de los países emisores (que son quienes corrieron con los gastos de formación). Por tanto, es perentorio para nuestro país recuperar esta mano de obra tan cualificad­a que hemos perdido sin contrapart­ida alguna. Esto ha de hacerse con políticas de atracción y retención de talento, o en su defecto con medidas que favorezcan la colaboraci­ón científica y tecnológic­a entre los equipos de investigac­ión españoles y los de estos compatriot­as procurando, cuanto menos, que toda esta masa crítica de talento perdido (para nosotros y ganado para otros) no rompa definitiva­mente el vínculo con su país de origen. Los fondos Next Generation EU son cruciales para este propósito también.

Confiemos en que este ambicioso plan de recuperaci­ón que Europa va a implementa­r de inmediato marque un nuevo hito en el buen hacer europeo, para conseguir con él que 2021 sea el año de la gran remontada y lo notemos tanto en lo personal como en lo colectivo, fomentando una sociedad más avanzada, fuerte y solidaria.

En España hay un gran déficit de transferen­cia de conocimien­to al sector productivo

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