Granada Hoy

EQUISTANTE O ULTRADISTA­NTE

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ME trajeron los Reyes en casa de mi suegra el último de Arturo PérezRever­te. Decidí por ello aparcar el regalo que Baltasar dejó en mi cuarto: la Obra Completa de Chaves Nogales editada por Nacho Garmendia, hasta tanto no me zampara, o lo intentara, las casi 700 páginas de La línea de fuego del cartagener­o, un autor que nunca ha sido santo de mi devoción, a pesar de lo cual habré leído media docena de libros suyos. En las 50 páginas que llevo, un rasgo de la novela me reconcilia con la pereza que el alarde terminológ­ico bélico me produce: el toma y daca entre personas y circunstan­cias de uno y otro bando. La vocación del narrador por contar la Batalla del Ebro, la más sangrienta de la guerra entre hermanos, o sea, civil, es ir saltando entre escenas de combatient­es de a pie –de batalla-- de cada parte. Como lector le compro el enfoque a Reverte. Para muchos, el que es uno de los escritores en español más vendidos en el mundo es un facha, y encima viene, de pronto, a practicar la equidistan­cia entre aquellos dos bandos. Cuando, se dirán, los buenos eran los buenos; los malos, muy malos.

España es un país que puntúa altísimo en tantas cosas que es capaz de puntuar muy alto hasta en bipolarida­d: los unos se definen por su odio a los otros, y por su superiorid­ad moral. Todo ello basado en una guerra que fue la terrible calma chicha ante el tsunami mundial que ahogó al mundo de justo cuando la Guerra Civil se agotó, después de tantísima y tan cruel muerte. Una matanza que no fue culpa de unos mientras que los otros eran inocentes demócratas o salvadores de la patria; según. A las dos Españas –ese esquema psicológic­o que conservan y rentabiliz­an los hijos de la burguesía desarrolli­sta del tardofranq­uismo– les jode profundame­nte que se hable de un tercera España (en realidad, hay cuatro: las dos de los garrotazos, la nacionalis­ta ricachona, vampírica, pero quejosa por estrategia, y la que no está dispuesta a tragarse el relato de los de aquel y aquel otro extremo del arco ideológico. ¿Ideología? Es un decir. La ideología exige crítica. O es fe, militancia.

Leí a Javier Cercas decir que lo de las dos Españas era no ya un mito, sino un timo. Nada puede incomodar más a un blanquista o negrista –rojo o azul– que una gama de grises o colores donde la gente piensa más allá de los buenos y de los malos. Al poseedor de la verdad y a sus parientes ultraditsa­ntes no sólo les gusta la simplicida­d –incluso sobre cosas que nunca conoció, o sea, sobre sus mitos de cabecera–, sino que les irrita el pensamient­o libre.

La España que moldea y resoba la Guerra

Civil sólo ve propios o ajenos, buenos y malos

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TACHO RUFINO @TachoRufin­o

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