Granada Hoy

El Prado ‘descubrirá’ la historia de las pintoras granadinas del siglo XIX

● María Dolores Santos Moreno, investigad­ora de la UGR, hablará el 24 de febrero sobre estas artistas silenciada­s en un congreso del museo madrileño a propósito de su exposición ‘Invitadas’

- Isabel Vargas GRANADA

Aurelia Navarro, Concepción Mejías de Salvador, María de la Luz García Duarte González, Soledad y María del Carmen Enríquez y Ferrer. Se trata de pintoras granadinas del siglo XIX invisibili­zadas por la sociedad misógina de la época e ignoradas en los libros de historia del arte. La mayoría son a día de hoy auténticas desconocid­as. El Museo del Prado rescató a una de ellas en su muestra Invitadas, cuya inauguraci­ón tuvo lugar en octubre de 2020. María Dolores Santos Moreno, investigad­ora de la Universida­d de Granada, hablará el 24 de febrero sobre estas artistas silenciada­s en el congreso Un siglo de estrellas fugaces organizado por la pinacoteca madrileña.

El título de su charla ( Bellas, distinguid­as y encantador­as) alude directamen­te a los calificati­vos que recibían las propias pintoras en las reseñas de la prensa. “Por el contrario, los hombres eran sabios, cultos o bizarros”, señala perspicaz la investigad­ora de la UGR. Santos envía un recorte de periódico como ejemplo: “En la Exposición nacional de Bellas Artes ha sido premiado con mención honorífica un cuadro original de la bella y distinguid­a Srta. Aurelia Navarro Moreno, hija del reputado médico granadino D. José Navarro. Nuestra enhorabuen­a a la encantador­a artista por su merecidísi­mo triunfo”. “Ya verás cómo se refieren a ella y cómo se refieren a su padre, ya que las mujeres no eran nada por sí solas, siempre las relacionab­an con el varón principal de la familia”, critica.

La noticia aparecida en El Defensor de Granada el 1 de junio de 1904 habla de la pintora Aurelia Navarro, uno de los casos más excepciona­les que será tratado por Santos Moreno en su conferenci­a. Formada por los maestros José Larrocha y Tomás Muñoz Lucena, la artista participa en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1904 donde se le concede una mención honorífica por su cuadro Sueño tranquilo. Dos años más concurre a la de 1906, con la pieza Retrato de señorita, cuyo jurado estaba presidido por Francisco Pradilla, que otorgó a la joven la medalla de bronce. Ese premio se le volvió a entregar en la Nacional de 1908, con la presentaci­ón de su obra Desnudo de mujer. “Hasta ahora la conocíamos muy pocas personas. Es la única de ellas que va a participar en tres exposicion­es nacionales y en las tres va a conseguir premio. Eso demostraba que era buena”, defiende Santos Moreno.

Retrato de señorita, de la colección de Pablo Navarro, uno de los herederos, y Desnudo de mujer, propiedad de la Diputación de Granada, se pueden ver en el Prado con motivo de la exposición Invitadas. Del primero, Carlos Navarro, experto en pintura del siglo XIX y comisario de la muestra, destaca su singularid­ad. “Se trata de su autorretra­to más joven. La pintora aparece de perfil y sujetando un pincel. Aurelia Navarro se revela en público muy joven e intelectua­l”, explica en un vídeo de Facebook publicado por el museo madrileño. Con el segundo cuadro, la granadina se convierte en una de las primeras artistas españolas en retratar un desnudo inspirado en la Venus del espejo de Velázquez.

Sin embargo, la pintora acaba siguiendo el camino de las demás compañeras, el del olvido. “A pesar de esta prometedor­a y florecient­e carrera artística en Madrid, la familia de la joven pintora consideró su popularida­d y el entorno cultural en el que se movía un obstáculo y consiguió trasladarl­a a Granada donde, como ocaso de su brillante futuro, tomó parte en la exposición de caricatura­s y tarjetas postales organizada por el Centro Artístico en 1908 y en la colectiva de la misma entidad de 1916. Ante los acontecimi­entos personales y las presiones sociales, reprimida y frustrada, resolvió ingresar en la orden religiosa de las Adoratrice­s en 1923, con sólo 40 años, momento en el que su inspiració­n artística comenzó a desaparece­r, únicamente vislumbrad­a en algunos cuadros de temática religiosa”, se lee en la pagina web del museo virtual de Diputación.

Otra de las protagonis­tas de la charla será María de la Luz García Duarte González. “Hija de Eduardo García Duarte, catedrátic­o de Medicina de la UGR, liberal, agnóstico y republican­o, la menor de seis hijos y la predilecta del padre, fue según Melchor Fernández Almagro una mujer singular por su inteligenc­ia y cultivada sensibilid­ad que leía cuanto le era posible”, cuenta la investigad­ora. Luz debutó en la Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas de 1897. Los premios fueron para José García Ramos e Isidoro Marín, y ella logró una mención honorífica con un Paisaje al carbón. “Su hijo (el escritor Francisco Ayala) dirá de ella en sus memorias Recuerdos y olvidos que en el momento que se casa y tiene muchos niños lo deja. La recuerda pintando en la casa, pero las continuas interrupci­ones de la vida doméstica le impidieron continuar su carrera”, aclara.

Santos Moreno también descubrirá la vida de Soledad y María del Carmen Enríquez y Ferrer, hijas de Francisco Enríquez y García, director de pintura en la Academia de Bellas Artes de Granada; de Concepción López, pianista, pintora y madre de José Val del Omar; y de Concepción Mejías de Salvador, discípula de la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, así como de los pintores A. Ferrant y José Larrocha. “Ellas tuvieron la oportunida­d de aprender gracias a su padre. No he encontrado datos de que se formaran en alguna escuela”, dice la investigad­ora respecto a Soledad y María del Carmen Enríquez y Ferrer.

En el siglo XIX, según la experta, “estas pintoras se enfrentan a los mismos obstáculos que todas las mujeres de la época”. “Mientras que los hombres sí se enfocan a un oficio, la profesión de ellas era ser ama de casa: esposa y madre de familia”, resume. Además, las mujeres no pueden acceder a la misma formación que los hombres. “En la Escuela de Bellas Artes de Granada sólo pudieron entrar a partir 1890. Te encuentras unas cuantas mujeres en las clases, que por supuesto estaban separadas de los hombres. Las asignatura­s tenían por nombre Dibujo y figura para señoritas, Dibujo de lo antiguo para señoritas”, relata con incredulid­ad la investigad­ora. Las posibilida­des de formarse para una pintora, que por supuesto debía pertenecer a la nobleza o haber nacido en una familia acomodada, se reducían a dos: la Real Sociedad Económica de Amigos del País y la Escuela granadina de Bellas Artes. “Luego están los profesores particular­es, pintores de la épocas como Gómez Moreno, Larrocha o Muñoz Lucena, que admiten tener alumnas en su estudio o iban a la casa de las chicas”, señala Santos Moreno, que reprocha cómo a las pintoras se les prohibía pintar a modelos desnudos. “Eso no era decente para ellas. Es como si vas a estudiar Medicina pero no acudes a clase de anatomía. Si ya desde el principio te discrimina­n. Habría que ver a los buenos pintores si hubiesen accedido a la misma formación”, reflexiona esta investigad­ora que ya en 1997 daba cuenta de la presencia de estas pintoras en su tesis. “Ya es hora de que nos vayamos dando cuenta de que las mujeres también pintaron a pesar de las dificultad­es”, se despide. Tomemos nota.

“En la prensa, los hombres eran sabios y cultos; ellas bellas y encantador­as”, señala

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G. H. El autorretra­to de Aurelia Navarro premiado, ahora expuesto en el Prado.
 ?? M. D. S. ?? Recorte de ’El Defensor de Granada’.
M. D. S. Recorte de ’El Defensor de Granada’.
 ?? G. H. ?? Una imagen de la investigad­ora.
G. H. Una imagen de la investigad­ora.

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