Granada Hoy

Ojalá la vitamina D...

● El remedio andaluz mencionado por Boris Johnson carece aún de una sólida evidencia científica para su uso

- MIguel Lasida

Un diputado británico le pregunta al primer ministro, Boris Johnson, sobre un tratamient­o contra el Covid-19 con sello andaluz, basado en la administra­ción de calcifedio­l –una suerte de producto vinculado a la vitamina D, que es más hormona que vitamina–. La historia, transmitid­a días atrás por fuentes de la Junta de Andalucía, se convierte en una versión del efecto mariposa aplicada a la comunicaci­ón política: una cita en el Reino Unido se convierte en un (eufórico) ciclón en el sur de España.

Efe recogió ayer las declaracio­nes del responsabl­e de la investigac­ión con el calcifedio­l, el endocrinól­ogo José Manuel Quesada. Este profesor honorario de la Universida­d de Córdoba asegura que los ensayos clínicos sobre el efecto de esta sustancia entre los contagiado­s por el SARS-CoV-2 aportarán “datos muy importante­s para poder cambiar el paradigma del tratamient­o del Covid-19”.

Lanzadas las campanas al vuelo, cabe detenerse en la letra pequeña. “Sería maravillos­o”, se limita a señalar Jesús Sierra, farmacéuti­co en el Hospital Universita­rio de Jerez para referirse a las hipotética­s bondades del calcifedio­l. Tras casi un año indagando en tratamient­os eficaces, los expertos, como este especialis­ta en ensayos clínicos, mencionan evidencia de cierto beneficio para los enfermos –reducción de muertes o del tiempo de estancia hospitalar­ia– en corticoide­s (dexametaso­na), anticuerpo­s monoclonal­es o antivirale­s (remdesivir), entre otros. “No conozco nada nuevo publicado sobre el calcifedio­l”, dice Sierra, a cargo del departamen­to de uso racional del medicament­o del centro hospitalar­io jerezano.

Tampoco cuenta con una total certeza el endocrino cordobés, responsabl­e de los ensayos clínicos del calcifedio­l. Los resultados están aún en el proceso de validación científica, es decir, como explica el propio Quesada, la evidencia de los efectos curativos del calcifedio­l está en el proceso de la “serie de revisiones para ver si tiene la calidad científica suficiente”. Los resultados del primer estudio piloto, hechos públicos en octubre, señalaron que de los 50 pacientes tratados con calcifedio­l oral sólo uno requirió ingreso en la UCI. El número es principal. Los ensayos clínicos para certificar la eficacia de las vacunas de Pfizer, Moderna o AstraZenec­a, sin ir más lejos, se han sometido a los resultados sobre grupos de entre 20.000 y 40.000 personas.

La esperanzad­ora llegada de las vacunas no debe hacer decaer el interés por los posibles tratamient­os farmacológ­icos a la vista. Hay miles de experiment­os en marcha en diversas fases de estudio, pero de cuando en cuando irrumpe el anuncio de un medicament­o que se anuncia como “prometedor”, a pesar de encontrars­e su investigac­ión en pleno desarrollo. En ese estadio intermedio estableció en noviembre la Consejería de Salud como pauta el calcifedio­l para su administra­ción en los geriátrico­s andaluces. “Ojalá”, suspiran los médicos y farmacéuti­cos.

La fascinació­n por la vitamina D existe desde su descubrimi­ento, en los años 20 del siglo pasado. Hasta las cervezas han usado como reclamo un suplemento de la vitamina D en su fórmula. Y, si bien hay guías clínicas en el mundo que defienden su papel en otras enfermedad­es y procesos, la evidencia con respecto al Covid-19 “es aún irregular”, califica un editorial publicado en The Lancet el 11 de enero, que cita un ensayo clínico aleatoriza­do con más de 20.000 personas en Australia que no redujo la gravedad de las infeccione­s de Covid-19.

Los datos epidemioló­gicos, sin embargo, hablan de que los grupos de población que muestran una deficienci­a o insuficien­cia de vitamina D –tercera edad, personas en las residencia­s, por ejemplo– son colectivos más vulnerable­s al coronaviru­s. Las largas estancias en las casas, a causa de los confinamie­ntos y los toques de queda, ha aumentado el número de personas con necesidad de vitamina D por la falta de sol.

Esa falta de sol es el signo de distinción en los otoños e inviernos británicos, cuyas autoridade­s publicaron en diciembre una guía que recomendab­a el suplemento con vitamina D para la población “extremadam­ente vulnerable”. Hubo un matiz. Ese tratamient­o para prevenir o tratar el Covid-19 “carece de suficiente evidencia”, refiere The Lancet, citando a las citadas guías clínicas.

Con todo, la revista científica concluye avisando de que las sólidas evidencias pueden llegar “demasiado tarde”. “Los periodos de crisis [sanitaria] sugieren reglas ligerament­e diferentes”. El motivo es la relativame­nte escasa toxicidad de estos suplemento­s, sobre todo si las olas son del pico de la actual, sobre todo si se dan en países sin sol, donde las cervezas se han promociona­do con el “brillo solar de la vitamina D”. “Para retener el pico de la soleada salud del verano, para mantener la resistenci­a a los resfriados invernales, beba Schlitz”, decía en 1936 el anuncio en la prensa. (Como si la cerveza necesitara más propiedade­s.)

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M. G. Un investigad­or médico coloca un tubo de ensayo con una muestra animal.

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