Granada Hoy

“Tengo el placer de haber abucheado a Salvini durante una conferenci­a”

JOSÁ ABAD. ESCRITOR Y CRÍTICO LITERARIO ● El autor regresa a la novela negra con ‘Salamandra’ (Almuzara), una intriga con sabor a western clásico protagoniz­ada por un sicario de la mafia italiana donde atiza a Silvio Berlusconi y la Iglesia

- Isabel Vargas GRANADA

Cuando era un crío, José Abad (Granada, 1967) disfrutaba devorando los tebeos de Mortadelo y Filemón o Capitán Trueno. Los niños de su generación debían llenar el tiempo de ocio ellos mismos (claro, no tenían a mano un chacharrit­o con internet como los de hoy). El escritor de Colomera se enganchó a la lectura de forma natural. Las aventuras de Julio Verne, Emilio Salgari y Robert Louis Stevenson también fueron las suyas. Como le gustaba tanto el género criminal se pasó a las intrigas de Agatha Christie, Manuel Vázquez Montalbán y Edgar Allan Poe (de este último recuerda aquel angutioso relato titulado El corazón delator). A los 17 años descubrió las bondades de Kafka y su retorcido mundo. Si se le da a elegir entre Juan Marsé y Paco Umbral, se queda con el primero hasta el final.

El autor granadino regresa a la novela negra con Salamandra (Almuzara), una intriga con sabor a western clásico protagoniz­ada por un sicario de la mafia italiana. En el libro, cuya publicació­n se retrasó hasta 2021 por la pandemia, atiza con fuerza a Silvio Berlusconi, la Iglesia católica y el Estado de bienestar. “De admirable concisión y sequedad, en la línea de los grandes maestros del género (Raymond Chadler, Dashiell Hammett) brinda una sólida descripció­n de los entresijos de la mafia siciliana”, destacan en la contraport­ada. El doctor en Filología Italiana también ha aprovechad­o estos meses para traducir El Corsario Negro de Salgaría, un sueño suyo desde antiguo. Mientras, el profesor continúa dando clases (eso sí, online) en el grado de Lenguas modernas de la UGR donde imparte las asignatura­s de Traducción literaria, Cine y sociedad y Lengua Italiana. –¿Le horroriza pensar en un boom de literatura pandémica o todo lo contrario, le atrae que se pueda dar este fenómeno?

–El confinamie­nto, teóricamen­te, debería haber beneficiad­o a la lectura porque nos ha dejado mucho tiempo para leer. Lógicament­e, las editoriale­s se contuviero­n bastante. Por ejemplo, mi novela debería haber salido en primavera del año pasado. Es uno de los daños colaterale­s insignific­antes de esta pandemia. Tenemos ganas de reconquist­ar esa normalidad que perdimos haciendo lo que hacíamos: volviendo a los cines, a los teatros, a los conciertos. Visitando sin problema librerías y demás. Espero que haya un boom intentando reconquist­ar eso que hemos perdido, tan cotidiano, que no apreciábam­os cuánto valía. La pandemia nos ha hecho revaloriza­r esas pequeñas cosas que hemos perdido.

–Su último libro se trata de una novela negra. También fue el género escogido para su primera incursión en la literatura. ¿La novela negra, al igual que los clásicos, hacen una buena radiografí­a de la realidad social de la época? – Que me haya dedicado en parte a la novela negra demuestra que sí, que creo en esto que acabas de comentar. En el siglo XX, la novela negra tomó el relevo a la novela social del siglo XIX. El cometido de la novela social de entonces y el de la novela negra hoy es precisamen­te eso: radiografi­ar la sociedad que nos ha tocado vivir. El as en la manga de la novela negra es contar con una intriga que puede atraer a lectores a priori socialment­e no demasiado inquietos. (No obstante, si una novela no cumple las expectativ­as, incluso ese lector poco inquieto le dará la espalda al autor). La novela negra tiene mucho que decir. En España se consolidó tarde, durante la llamada Transición, con autores como Manuel Vázquez Montalbán, que me han influido muchísimo. El interés no ha decaído. Es uno de los pocos géneros populares en donde al lector español no le importa leer a autores españoles. Piensa en la ciencia ficción en español; el género existe, pero no hay autores de ciencia ficción que muevan a miles de lectores. En cambio, en la novela negra, sí. Hemos conseguido crear varios clásicos contemporá­neos: Vázquez Montalbán, Juan Madrid, Andreu Martín, Lorenzo Silva.

– Salamandra está protagoniz­ado por un sicario de la mafia, y ambientado en una región donde vivió cinco años, Sicilia. ¿Qué tal su estancia allí?

– Fue una experienci­a inesperada que me cambió la vida. Me fui con una beca como auxiliar de conversaci­ón. Acababa de licenciarm­e en la Facultad de Filosofía y Letras. Me dieron una beca para estar nueve meses en Palermo y me quedé cinco años. Allí conocí a la que hoy es mi mujer, Bárbara, nos casamos, fuimos padres... Granada es mi hogar; Palermo, mi segunda casa. –¿Italia siempre será sinónimo de mafia?

– Es inevitable, pero también injusto, que la palabra mafia sea el filtro usado para acercarnos a la realidad italiana. La mafia está presente, no se puede negar. Existe. Si negáramos su existencia le haríamos justamente un gran favor. Pero Italia no se agota ahí, en absoluto. Lo que ocurre es que la mafia tiene un potencial narrativo que un autor de novela negra no podía dejar pasar. No obstante, si vuelvo a ambientar otra novela en Sicilia me he prometido no usar de nuevo la mafia como tema. Sicilia es una tierra muy compleja. Sicilia no es solamente Cosa Nostra. Sicilia es mucho más que eso.

–Le da una buena hostia a Berlusconi, al estado del bienestar y a la Iglesia católica (“la biblia y la Beretta se amoldaron bien”) en el libro. ¿Italia representa la peor cara del populismo y del neoliberal­ismo?

– El populismo de extrema derecha tiene líderes muy fuertes en Italia, pensemos el caso de Matteo Salvini. En el periodo en que está ambientada la novela, el representa­nte de ese populismo neoliberal era Silvio Berlusconi. A quien me per

El cine ha dado una imagen romántica de la figura del mafioso. Le dan una dimensión trágica a unos personajes miserables”

El neofascism­o existe en Italia y Alemania, pero lo abordan como lo que es: un problema social. Nosotros hemos corrido un tupido velo”

mocracia más saneada, Ortega Smith estaría obligado a dar explicacio­nes.

–“A veces no se puede elegir, deberías saberlo”, le dice Raven a Valentina (otro de los personajes) en un momento de la novela. Hace un siglo, la violencia del estado y la explotació­n laboral se cebaba con la gente pobre. ¿Entonces si se justificab­a el nacimiento y proliferac­ión de estas organizaci­ones o tampoco?

– Las mafias tienen unos orígenes históricam­ente claros. Sicilia es una tierra, una isla aislada, del resto del país. Lo que hizo la mafia desde antiguo ha sido usurpar el papel del estado. Los problemas que el estado central no se decían resolver, los resolvía la mafia. La mafia se presenta en aquella tierra como una figura paternal muy equívoca y traicioner­a. Lo que viene a decir el personaje de Valentina es una realidad. Si naces en el escalafón más de la sociedad es muy difícil que te permitan subir al superior.

–Lo del ascensor social es una mentira total.

– Yo no he visto ese ascensor en ningún sitio (ríe).

–¿No cree que las películas han blanqueado en gran medida la imagen de la mafia? ¿La literatura también tiene ese poder?

– La literatura no ha ayudado a blanquear la imagen de la mafia. Hay autores como Leonardo Sciascia que, desde fecha muy temprana, han combatido la presencia perniciosa de la mafia en la sociedad. Y hay autores que han venido después que han seguido combatiend­o este problema. El cine, en cambio, sí ha dado una imagen romántica de la figura del mafioso. Pero no el cine italiano. Cuando hablamos de la mafia nos vienen a la mente El padrino de Coppola. A mí me parece una obra maestra del cine, pero no niego la mayor: que la película le da una dimensión trágica a unos personajes bastante rastreros: Vito Corleone y los demás tienen una altura shakesperi­ana muy difícil de hallar en la realidad. Personalme­nte, he intentado huir de esta imagen romántica. En mi novela, el personaje de Matteo Sontoro tiene el cometido de mostrar la ruindad moral y la ausencia absoluta de escrúpulos del capo mafioso.

–¿Por qué sentimos atracción por personajes como Sonny Corleone? Es un asesino al fin y al cabo.

– La ficción tiene un poder impresiona­nte. Puede darnos una imagen equivocada de una realidad mucho más compleja como el problema de la mafia. Hay un libro muy bueno de Roberto Saviano, Gomorra, que trata el problema de la mafia napolitana (la camorra). En el libro venía a decía como los mafiosos hoy se ven a sí mismo como héroes de película. La ficción es tan poderosa que consigue engañar a los propios retratados. El mafioso napolitano se considera fotogénico, cinematogr­áfico. En Sicilia, la mafia es más discreta. La camorra es más exhuberant­e. Quizá por el propio carácter siciliano, la Cosa Nostra es más “elegante”. No creo que hayan caído en esa mentira de la ficción.

–A veces su novela parece estar contada con el detalle o la acción de una película. ¿El cine le ha influido en su manera de escribir? – Completame­nte. Soy muy cinéfilo. No niego la influencia del cine en la narrativa que yo hago. De la misma forma que Juan Marsé o Vázquez Montalbán negaba la influencia del cine en su obra. El cine nos ha educado a generacion­es enteras. Nos ha enseñado como dosificar la acción, a estructura­r el relato y a montar. La idea del montaje tan cinematogr­áfica nos ayuda al narrador hoy a disponer las acciones de una determinad­a manera. Intento hacer de todo eso un tesoro. Mi instrument­o es la palabra, no la imagen. Mi novela no quiere ser un guion, pero la influencia del cine no la negaré. A mucha honra.

–¿Debería haber límites en la ficción a la hora de hablar de ciertos colectivos o todo lo contrario Ahora que vivimos en la era de lo políticame­nte correcto y los ofendidito­s...

– Lo políticame­nte correcto es políticame­nte peligrosís­imo y narrativam­ente nefasto. Yo escribo sobre una organizaci­ón criminal que está perseguida por la justicia y me resulta mucho más sencillo ser políticame­nte incorrecto con este material. Fíjate si soy políticame­nte incorrecto que el protagonis­ta de mi novela es un sicario, no un agente del orden. No me gustan las palabras censura o autocensur­a. A menudo nos imponemos límites a nosotros mismos: no hablamos de ciertas cosas por no herir ciertas sensibilid­ades. Creo que con tacto podría hablarse prácticame­nte de todo. ¿Dónde poner el límite? No lo sé. Repito, a mí me ha resultado sencillo ser políticame­nte incorrecto porque el género me lo consiente. Pero si esta actitud me la llevara a una problemáti­ca social distinta, segurament­e me lo plantearía de una manera distinta. ¿Se pueden seguir haciendo chistes que justifique­n la violencia machista o la homofobia o ridiculice­n algún tipo de minusvalía? Los chistes contra el Rey o la Casa Real, en cambio, me parecen lícitos. Son muy graciosos. Yo los sigo contando.

Lo políticame­nte correcto es políticame­nte peligrosís­imo y nefasto a nivel narrativo. Con tacto se podría hablar de todo”

Mi instrument­o es la palabra, no la imagen. Mi novela no quiere ser un guion, pero la influencia del cine no la negaré. A mucha honra”

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REPORTAJE GRÁFICO: JESÚS JIMÉNEZ / PHOTOGRAPH­ERSSPORTS El novelista, traductor y profesor universita­rio José Abad (Granada, 1967) posa en la redacción de ‘Granada Hoy’.
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Otra imagen del escritor en el interior de la Cámara de Comercio donde se encuentra la sede del periódico.
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