Granada Hoy

LA TUERKA DE TVE

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ME pregunto si el tiempo será capaz de maldecir una mezquina historia que la semana trajo en suerte, o si por el contrario, sortearán una despedida, y, como nos acostumbra­n, le tocará al último de la fila, al apuntador del teatro, o al limpiabota­s de Moncloa. Me pregunto si serán capaces de salir al ruedo y defenderse, otra vez, diciendo aquello de “todo el mundo es libre de opinar”. Y mientras la suerte, que debiera correr a pares, que debiera ser la misma cuando hoy se predica desde el púlpito que cuando se vociferaba en la oposición; esa suerte que debiera exigirse como responsabi­lidad última vigilando al político a cuya competenci­a se adscribe el ente televisivo; esa suerte hoy, ruin y mezquiname­nte, vuelve a quedarse cortando los pies no más allá del último peón del organigram­a público.

Claro. Siempre habrá un Echenique (y su trouppe), que clamará por la injusticia y la ilegitimid­ad que supone la negativa a convertir la televisión de los españoles en su propia Tuerka. “Preguntare­mos a la sra. Mateo si recibió alguna llamada desde Zarzuela” dice el indecente proyecto de político, cuando lo que debería preguntar es quién desde Moncloa permitió esta burda, cruel y malvada tropelía. Y es que en el Circo, todo, hasta las reacciones de condena o apoyo, están milimétric­amente proyectada­s. Conclusión: como la del sr. Iglesias. Claro que no hay una verdadera democracia en España. En lo único que coincido con él. Claro que no la hay.

Desde que subió a la poltrona, la democracia desapareci­ó y se volvió barriobaje­ra. Lo del cartel de la Princesa de Asturias no es una anécdota. Es otra más de los de la Tuerka que asedian y, como Atila, asolan lo que se pone a su alcance. Televisión Española, si nadie lo remedia, ha entrado en un peligroso camino, que la está convirtien­do en el Nodo de los años setenta. Sólo que sin el Plus Ultra. Y si no, pregunten en la calle acerca de su credibilid­ad. Bueno, al sr. Tezanos no, por otras cuitas que no vienen al caso. Que pregunte cualquier otro.

Deberemos hacer mirar qué hicimos de la pluralidad, objetivida­d y transparen­cia de una institució­n pública, hoy más que nunca en entredicho. Personalme­nte, siempre retendré la imagen de aquella Rosa María Mateo que marcó mi juventud bajo magníficos reportajes de los sábados en Informe Semanal. Personalme­nte siempre veré a la seria y circunspec­ta informador­a que mereció la mayor de mis considerac­iones por su rigor y objetivida­d. Pero no. Hoy no. Bueno, a decir verdad, hace algún tiempo aquella imagen devino borrosa.

Llegó la hora –a del vicepresid­ente in aeternum nunca llegará– de marchar a casa. La responsabi­lidad política no puede quedar en el titulador. Usted lo sabe, sra. Mateo. El sr. Echenique también, aunque proteste. En cualquier país europeo, en nuestra España de cuarenta y tantos años de democracia, hubiera sido así. En tiempo de pandemia, donde los teletipos son retorcidos y malintenci­onados, la sociedad necesita distinguir la noticia del comentario privado; la informació­n del sesgo ideológico; la Tuerka de la Televisión Española. La diferencia que siempre hubo y hoy perdimos. Váyase, Doña Rosa. Será el mejor favor a una brillante carrera.

Televisión Española, si nadie lo remedia, ha entrado en un peligroso camino, que la está convirtien­do en el Nodo

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JUAN PABLO LUQUE MARTÍN

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