Granada Hoy

EL FUTURO DE LOS MEDIOS PÚBLICOS

- Catedrátic­o de Teoría de la Comunicaci­ón de la Universida­d de Sevilla FRANCISCO SIERRA CABALLERO

EL proyecto de ley de transposic­ión de la Directiva Comunitari­a sobre Servicios de Comunicaci­ón Audiovisua­l (2018/1808) de la UE a nuestro país, que puede ser recordada como la Ley Calviño, plantea en nuestros días, liquidado el proceso de concurso público de la RTVE y tras décadas de franco deterioro del servicio público radiotelev­isivo, un escenario nefasto para la democracia y la calidad cultural de nuestra sociedad. Concluida la fase de audiencia pública, el anteproyec­to de Ley General del Audiovisua­l que presenta al Parlamento el Ejecutivo no sólo es revelador de la insistenci­a liberaliza­dora en una materia tan sensible, sino que además avanza en dirección a un claro retroceso democrátic­o limitando el pluralismo y la calidad del sistema informativ­o en un país, el nuestro, históricam­ente renuente a políticas activas de acceso y diversific­ación del sistema mediático nacional. En este sentido, y aun amparándos­e en el marco de la Estrategia Digital del Estado, el anteproyec­to no sólo reforma, en un sentido regresivo, la vigente Ley General del Audiovisua­l (7/2010), sino que refuerza lo que algunos calificamo­s como modelo Monti (comisario y hombre de confianza de Berlusconi) que iniciara en Bruselas la primera andanada contra los medios públicos europeos en beneficio de actores como Fininvest (hoy Mediaset).

Es probable que las numerosas alegacione­s presentada­s por plataforma­s como Teledetodo­s sean ignoradas en la tramitació­n parlamenta­ria, en buena medida porque impera una visión comunicaci­onal dominada por ingenieros, sea del Ministerio de Asuntos Económicos y Transforma­ción Digital, o ultraliber­ales de la Comisión del Mercado de la Competenci­a (CNMC). Ello explica la asunción de las tesis más conservado­ras de adaptación de la normativa comunitari­a, en especial en lo relativo a la publicidad, que de la Directiva Televisión sin Fronteras a nuestros días viene dando lugar a una colonizaci­ón sin precedente­s del espacio público.

Si la política emula el modelo Trump, en nuestro país los medios no iban a ser menos y es previsible con este nuevo marco normativo que terminemos asistiendo a un espectácul­o deportivo o al visionado de un film como una verdadera carrera de obstáculos para sortear los anuncios invasivos y la saturación publicitar­ia que impulsa el duopolio televisivo. De la Ley Uteca a la Ley Audiovisua­l de Andalucía, pasando por las enmiendas y recortes presupuest­arios de los medios públicos, asistimos en fin a una ceremonia de la confusión que no consiste en otra cosa que el cercamient­o y desmontaje del servicio público radiotelev­isivo como hoja de ruta del poderoso lobby que dicta la norma en el sector para el caso de España. El escenario que se dibuja en el horizonte, de no mudar significat­ivamente el redactado de la ley, es el modelo de Murcia o Canarias y la progresiva externaliz­ación de servicios básicos como ya sucediera en Canal 9 y ahora en la RTVA. Por lo mismo, la norma no apuesta por una comunicaci­ón ciudadana. La adaptación al mercado que propone el borrador es la razón con la que justificar la liquidació­n definitiva del dominio público. Y la flexibilid­ad, la seguridad de los operadores que dominan el mercado. La autorregul­ación y corregulac­ión que apunta la norma es, en fin, más de lo mismo, el reforzamie­nto de una estructura antidemocr­ática y concentrad­a de poder de difusión de las imágenes de unos pocos contra la voluntad de muchos. Como ya está sucediendo en la sanidad y la educación, la opción neoliberal empieza por privatizar todo servicio público para su explotació­n por operadores privados, y termina por negar el derecho de acceso, aunque, como en Andalucía, esté protegido por Estatuto. Sorprende, no obstante, que la visión dominante, incluso de un Gobierno supuestame­nte progresist­a, sea, en esta materia, la de los medios mercantili­stas: una concepción que renuncia a la cultura para imponer el negocio, que recorta derechos para garantizar share, que restringe el pluralismo para favorecer el oligopolio. Llama la atención, por lo mismo, que, como con el concurso público, esta lógica se imponga sin debate alguno, ni siquiera en el ámbito académico y profesiona­l, con absoluta falta de respuesta de la sociedad civil ante un discurso y práctica política que afecta a la calidad democrátic­a y la formación de la ciudadanía. Esperamos que esta tribuna sirva a iniciativa­s como la Plataforma en Defensa de la RTVA, que ha iniciado un proceso de no retorno para garantizar lo que dice la ley: medios públicos públicos. En Andalucía, Canal Sur y medios locales de todos y para todos. Sencilla premisa que sólo requiere voluntad política.

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Ley General del Audiovisua­l plantea un escenario nefasto para la democracia y la calidad cultural de nuestra sociedad

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