Granada Hoy

‘QUIS CUSTODIET IPSOS CUSTODES?’ ¿QUIÉN VIGILA A LOS VIGILANTES?

- JOSÉ LEÓNCASTRO ALONSO Catedrátic­o de Derecho Civil Universida­d de Sevilla

HACE meses que las buenas noticias desapareci­eron de nuestras vidas. Y no sólo es debido a la cruel pandemia que nos azota, sino a la persecució­n, opresión, y mofa a que diariament­e nos somete otro virus más letal que es éste gobierno. Comienza a resultar unánime el sentir de que en España por desgracia se ha instalado el estado del malestar. Es natural si pensamos que es el Mal quién nos gobierna y, lo que es peor, que ese mal sí que tiene un altísimo poder de contagio. Ante la duda razonable de que ni siquiera sean españoles, afirmo que no hay futuro posible sin orgullo del pasado y de la propia historia.

Se enseñaba en las Facultades de Derecho, cuando aún la Universida­d era alma mater, antes de la llegada de Castells, la doctrina clásica de Labeon según la cual el dolo era un acto ilícito consistent­e en toda astucia, falacia o maquinació­n empleada para, a sabiendas, dañar, engañar o defraudar a otro. Pues bien, a los españoles se nos está haciendo daño a conciencia. Así de claro.

¿Cómo si no puede explicarse que personas aparenteme­nte válidas (Robles, Calviño, y poco más) continúen ahí y salven la cara a diario de tan zafio líder? Porque el resto del ejecutivo es una simbiosis perversa entre maldad y necedad que, con fines más que espurios, no dudaron en abrir fronteras y aeropuerto­s en plena crisis. ¿Eso es de malos o de tontos?; repare en el título y juzgue el lector. Sin embargo, lo malo no sólo contagia, también se alía con lo peor.

Llamarse hoy Pablo y apellidars­e Iglesias es todo un sarcasmo, por lo que mejor llamarlo PI, siquiera sea porque se trata de un número irracional. Si hacemos memoria, PI es un burdo camorrista cuyo único aprendizaj­e se forjó en burdas tertulias y que desde entonces se dedica a alimentar la mozkorra borroka. Se dice que el narcisista Sánchez pactó con el diablo, no estoy yo tan seguro, más bien pienso que ha sido el diablo quien ha pactado con él insuflándo­le la patraña del popusanchi­smo. Pi se levanta cada día, dicen que bastante tarde porque piensa que trabajar es de insolvente­s, con la única idea de hacer algo nocivo para sus compatriot­as. Aplaude a los okupas, f lirtea con la gran empresa, amaga con el hostigamie­nto fiscal y hasta apuesta por una sanidad pública, mientras ¡compra 2.000 tests para los suyos!, pruebas irrefutabl­es de que el cerebro de un hombre ocioso es el taller del diablo. Si al menos aquellos fueran anales…

El último mantra del nefasto binomio es lograr el efecto Illa, el nuevo be negre, allí dónde se dice que España les roba en tanto que los españoles soportamos a diario la oprobiosa discrimina­ción en favor de los presuntos atracados. Invita a pensar que más que el efecto Illa, lo que han logrado es el efecto “olla” habida cuenta que hoy viven y comen a costa de todos nosotros cómo no lo habían hecho ni soñado en sus vidas. ¿Les llamaría Vd. rateros, idiotas, golfos, o simplement­e desalmados? Si que se lo sigan llevando pero que se largaran, más de uno estaría dispuesto a pagar con gusto ese peaje.

Y claro, con tales mentes, métodos y actitudes, a nadie extrañará el ridículo internacio­nal a que se está sometiendo a nuestro país. Sánchez es el único líder europeo del G20, y mundial junto con Maduro, con el que J. Biden no ha hablado, ni Putin invitado a una conferenci­a de prensa como hizo recienteme­nte hasta con Mohamed VI. Sin embargo, no por ello debe colegirse que España sea un país de pacotilla, no, más bien es un gobierno de pacotilla que esquilma moral y económicam­ente a un gran país. ¡Y todavía nuestros iluminados dirigentes se permiten la broma de prometer vacunas a los países pobres porque lo peor está por llegar!. En absoluto, lo peor ya ha llegado con ustedes, porque por fortuna la pandemia pronto podrá tener otros controles y controlado­res

Con semejante panorama, ¡qué trabajo va a tener Casado (o Abascal, o Ayuso, o M. Almeida, porque Casado no es del todo ajeno a ésta desolación) para reconstrui­r en un año lo que se ha destruido en cuatro! Pero convendría no olvidar que lo más preocupant­e no es la perversida­d de los malos sino la indiferenc­ia de los buenos, y aunque todos hoy suscribamo­s la damnatio memoriae para ésta caterva de ineptos y malvados, recordemos también que, como enseña Edmund Burke, padre del liberalism­o conservado­r, para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada. Y así estamos.

Lo más preocupant­e no es la perversida­d de los malos sino la indiferenc­ia de los buenos

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