Granada Hoy

Fortuny, los filtros y una “experienci­a vital”

● Se cumple siglo y medio del nacimiento de un andaluz que cambió la moda ● El Reino Unido limita los filtros de belleza en las redes

- DIEGO J. GENIZ

HACE un siglo un granadino cambió por completo la moda femenina. Para lograrlo no tuvo que hacer otra cosa que fijarse en el pasado. Puso su mirada en el mundo clásico. La antigua Grecia y los vestidos que lucían las mujeres en aquel entonces le sirvieron de inspiració­n. Una revolución. Adiós corsés y trajes pomposos. Con Mariano Fortuny y Madrazo llegó la liberación. De este genio –un hombre del Renacimien­to en los albores de la pasada centuria– se cumple siglo y medio de su nacimiento.

Aunque la mayor parte de su vida la pasó entre París y Venecia, Fortuny nunca olvidó sus raíces andaluzas. Su mayor creación en el ámbito de la moda fue el vestido Delphos, caracteriz­ado por un plisado que tomó de las estatuas helenas. Aquello rompió por completo los esquemas de una era en la que el cuerpo de la mujer aún permanecía oculto bajo vestimenta­s de generosos volúmenes. Tal fue su arriesgada apuesta que el modelo Delphos estaba concebido para no llevar nada debajo. Adiós, también, a la lencería. No faltaron quienes se atrevieron a romper con la tradición, los convencion­alismos y los tabúes. Entre ellas, varias aristócrat­as europeas que formaban parte del círculo de amistades de Fortuny.

Las creaciones del granadino no se limitaron a la moda, sino que fueron más allá. La escenograf­ía constituía otra de sus pasiones y fue en este ámbito donde inventó una caracterís­tica iluminació­n indirecta a la hora de dotar de luz artificial los escenarios. Criado en un ambiente totalmente artístico (su padre, el famoso pintor

Mariano Fortuny y Marsal; y su madre, Cecilia de Madrazo, hija también de un importante pintor), uno de los secretos mejor guardados hasta el momento ha sido la elaboració­n de los tintes con los que coloreaba los vestidos. Hasta la fecha, nadie ha podido averiguar cómo lograba crearlos. De hecho, existe una leyenda según la cual, una vez fallecido el artista, su esposa, Henriette Negrin, lanzó los tintes a los canales venecianos para que nadie pudiera usarlos.

“¡Qué tiempos aquellos en los que el mundo clásico servía de inspiració­n. Eran los ‘influencer­s’ de la época”. ¡Qué horror de palabra, me niego a usarla! “Pues acostúmbre­se que ahí va otra ración: ‘youtubers’ e ‘instagrame­rs’”. ¡Qué espanto para mis oídos! Por cierto, hablando de redes sociales, los británicos se han puesto serios con los anuncios que se publican por esos lares. A partir de ahora, todo aquel que se considere influencer (no sé dónde reparten el carné para ejercer como tal) tienen prohibido el uso de filtros de belleza cuando publiciten productos de cosmética. Así que se acabaron esos artificios digitales que ponen la piel tan tersa y rejuveneci­da como el cutis de un infante. Ni trampa ni cartón.

Si usted tiene poros, cicatrices y arrugas, vaya acostumbrá­ndose a mostrarlos tal cual, sin tapujos ni complejos. No se avergüence de lucir la marca del tiempo –que diría un cursi–, aunque corra el riesgo de perder un buen puñado de followers (¡qué empacho de anglicismo­s me estoy dando hoy!). Ya aquí, en España, tenemos unos cuantos famosos bastante adictos a los filtros de belleza a la hora de publicar sus fotos en las redes, algo, por otra parte, muy habitual desde hace décadas en las revistas del corazón. De hecho, una de mucho renombre (donde suelen posar las celebritie­s de más prestigio) ha sido noticia las últimas semanas tras saberse que cambió el color de los ojos de una recién nacida por expreso deseo de su abuela, cuyo nombre no digo porque he hecho la sana promesa de no citarla (por una vez y sin que sirva de precedente) en la entrega de hoy. “¡Eso es preselecci­ón genética digital!”. No se me ponga tan drámatico, que tampoco es pá tanto. Un capricho que pidió y le dieron.

Y en el mundo de los caprichos, como en el de los colores (acuérdese de Fortuny), hay para todos los gustos. Fíjese que existen personas dispuestas a pagar 300 euros por cenar con Leticia Sabater. Ahórrense la cara de perplejida­d. Es uno de los productos que la cantante del Salchipapa vende en su tienda on line, que mezcla artículos físicos (de los que se llevan a casa) y “experienci­as vitales”, como la de compartir mesa y mantel con la que fuera en su día presentado­ra de programas infantiles (puede que por ahí comenzara el declive de Occidente). Eso sí, no se garantiza que tras el condumio se concilie fácilmente el sueño. “Habrá que contar ovejas”. Y cabras, muchas cabras.

El presentado­r vasco se ha mostrado en El Cazador tal y como es. Espontáneo, original y con facilidad para el humor, ingredient­e fundamenta­les en los concursos y que ya mostró en su faceta como reportero. El Cazador, de la mano de Ion Aramendi, se ha asentado en la franja vespertina de La 1, convirtién­dose en un serio competidor de

¡Boom!, el concurso de Antena 3 presentado por Juanra Bonet.

Sin duda, su confirmaci­ón en la cadena pública ha tenido lugar recienteme­nte. Aramendi pisa fuerte y da el salto al prime ti

Aramendi será el presentado­r de ‘The Dancer’, el nuevo ‘talent show’ de La 1

 ?? D. S.. ?? Colección de vestidos Delphos, una de las creaciones del granadino Mariano Fortuny.
D. S.. Colección de vestidos Delphos, una de las creaciones del granadino Mariano Fortuny.
 ?? D. S. ?? Fachada principal del Palacio Fortuny, en Venecia.
D. S. Fachada principal del Palacio Fortuny, en Venecia.
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