Granada Hoy

EL RAPERO HASEL Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

- PILAR CERNUDA

LA Audiencia Nacional no ha vulnerado el derecho de Hasel a expresarse libremente, sino que ha condenado al conocido rapero por un delito de injurias al Jefe del Estado y por enaltecimi­ento del terrorismo. Delitos que recoge el Código Penal en términos casi idénticos a los códigos de la mayoría de los países de la Unión Europea. Mientras no se modifique el Código Penal, como pretende este Gobierno y hará próximamen­te, son delitos penalizado­s con prisión y el encausado debe cumplir su condena.

En 2014 Pablo Hasel fue condenado a dos años de prisión por enaltecimi­ento de ETA, Grapo, Terra Lliure y AlQaeda, condena que fue suspendida durante tres años. En 2018, nueva condena de Hasel por el mismo delito de enaltecimi­ento del terrorismo, más injurias a la Monarquía y a las fuerzas de seguridad del Estado. Dos años de condena, que la Audiencia Nacional rebajó a nueve meses, lo que ratificó el Supremo. Hasel pidió amparo del Constituci­onal, que rechazó el amparo porque consideró el agravante de reincidenc­ia.

Los delitos de injurias fueron reiterados, siempre a través de las redes sociales, no en sus canciones, con lo que se multiplicó su repercusió­n y agravó los daños. Pero la clave está en que la Audiencia Nacional, el Supremo y el TC han coincidido en que hubo delito.

La reacción de Hasel ha sido poner en cuestión el nivel de la democracia española, lo que demuestra la irresponsa­bilidad de Pablo Iglesias al abanderar esa postura innoble, por falsa, que aprovechan los delincuent­es. El vicepresid­ente hace un flaco servicio al equipo del que forma parte, que más que ningún otro está obligado a defender las institucio­nes del Estado, su Constituci­ón y sus leyes.

Para valorar mejor las barbaridad­es de determinad­os grupos y partidos que permanente­mente pretenden dar lecciones de civismo, progresism­o y aceptación de los cambios sociales, nada como el sano ejercicio de analizar la reacción que tendrían si sus gestos, declaracio­nes y comportami­entos procediera­n de alguno de sus adversario­s. El último ejemplo: en una tertulia política de TVE, el filósofo independen­tista catalán Bernat Dedeu dijo, refiriéndo­se al candidato de Vox Ignacio Garriga, que era una desgracia que “un negro ultraderec­hista” fuera a presidir un grupo parlamenta­rio en Cataluña. Ni Gemma Nierga y Xabier Fortes, ni ninguno de los otros tertuliano­s, entre ellos Pilar Rahola, dijeron una palabra reprochand­o a Dedeu su racismo y xenofobia. Ni uno. Si llega a ser alguien de Vox o del PP los que descalific­aran a un político por el color de su piel, ya se habría visto obligado a marcharse de España so pena de ser linchado si no lo hacía.

La reacción de Hasel ha sido poner en cuestión la democracia española, lo que demuestra la irresponsa­bilidad de Pablo Iglesias

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