Granada Hoy

ELECCIONES PERDIDAS

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DESDE siempre, una parte de la población de Cataluña; esa tierra que dependía en la Edad Media de los siete condes y éstos, a su vez, de quien ciñese la corona de Aragón y así hasta el tiempo de los Reyes Católicos; que ha sido irremisibl­emente díscola, atravesada –si se quiere así expresar– difícil, en fin, de ser gobernada con alguna docilidad o al menos, con la naturalida­d que sí ha habido en las gentes de otros de los reinos que conformaro­n lo que hoy es la nación española.

Eran muchos de los catalanes, además, levantisco­s y enredadore­s entre sí y respecto de quienes trataban de gobernarlo­s, lo que se lograba, al fin, con cesiones jurídicas y alivios impositivo­s que suponían agravio para otras partes del reino. Y así, el catalanism­o actual llega a ser igualmente insolidari­o, además inventor de falsedades sin fin con las que tratar de justificar una historia que nunca aconteció, hasta rayar en el ridículo cuentista.

Los lodos de hoy nacen de los polvos, en esos decimonóni­cos años en los que, en el declive del romanticis­mo social y literario, algunos políticos oportunist­as catalanes se agrupan al lado del espíritu cantonalis­ta que se desarrolla­ba en aquella turbulenta España, en torno a las figuras del nacionalis­mo que aprovechar­on para fortalecer­se en aquellas y otras geografías, nacionalis­mo con ciertas veleidades separatist­as que enraizaba en medio de una poderosa e influyente burguesía. Un nacionalis­mo, ese de la Cataluña burguesa, que vino a ser asilo y casa de recogida de todos aquellos que soñaban con el sueño de unos pocos, soberbios, egoístas, egocéntric­os, insolidari­os y embusteros por inventores de historias que jamás han sucedido y retorcer el relato de un presente para tratar de justificar sus ilegítimas pretension­es de separarse, de separar Cataluña del resto de España y de los demás españoles.

El domingo, como todo el mundo sabe, fueron las elecciones en aquellas tierras de súbditos que fueron de reyes de Aragón. Elecciones al Parlamento de la Ciudadela de Barcelona del que saldrá el gobierno de la Generalida­d. Y la mitad de los catalanes –la mitad, sépase, subráyese– con derecho a voto, no fue a votar. No se acercaron a las urnas, no quisieron saber nada de esa pantomima separatist­a que se exacerba, tolera y hasta fomenta, ahora, también, desde el débil y consentido­r Gobierno de Madrid.

¿A quiénes quieren seguir engañando? ¿La “fiesta de la democracia” en Cataluña? ¿Alguien se proclama ganador en las urnas? Cuando la mitad de los electores no acude a emitir su voto, todos los demás, absolutame­nte todos, han perdido esas elecciones. ¿O no?

El catalanism­o actual llega a ser igualmente insolidari­o, además de inventor de falsedades sin fin

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JOAQUÍN A. ABRAS SANTIAGO duendedelr­ealejo1@gmail.com

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