EL GOBIERNO Y LA VIOLENCIA
LA fractura entre el PSOE y Unidas Podemos dentro del Gobierno se agranda y agrava prácticamente cada día. Esta semana ha afectado a uno de los fundamentos básicos del sistema democrático: la defensa de la ley y el mantenimiento del orden. Son garantía de los derechos de los ciudadanos. PSOE y UP no los entienden igual. Pero pierdan cuidado (o abandonen toda esperanza, según sea su postura previa), que el Gobierno no se romperá a corto plazo. Pedro Sánchez aguantará carros y carretas y Pablo Iglesias no dejará aparcada su vena antisistema. Convivirán como buen matrimonio de conveniencia, aunque se detesten.
Eso ni quita gravedad a lo sucedido ni desdibuja el retrato que Podemos va dejando de sí mismo. La gravedad se define por sí sola: una reedición de la kale borroka o de la postsentencia del procés catalán, con incendios, destrozos, saqueos y agresiones a la Policía democrática, en oleadas de grupos perfectamente organizados y delincuentes adheridos, en defensa de otro delincuente cuatro veces condenado y erigido en héroe de la libertad de expresión, y el aliento a los vándalos de un partido que está integrado en el Gobierno. Gobierno cuya obligación es hacer cumplir las leyes y evitar que se prenda fuego al mobiliario urbano que pagamos todos, se rompan los escaparates de los comercios y se lesione a los guardias que velan por la seguridad de los ciudadanos.
El retrato que Podemos se hace de sí mismo en esta circunstancia dramática lo ejemplifica Pablo Echenique –uno de los personajes más siniestros de la escena nacional– azuzando a los jóvenes antifascistas (algunos son lo contrario, pero no lo saben) a luchar por la justicia y la libertad o el podemita catalán Asens engañando con que “rapear no puede ser delito”. Esto es de lo más clásico en los políticos de vocación totalitaria: combinar, sin escrúpulos ni achaques de conciencia, la presencia/disfrute en/del poder con la agitación callejera, violenta o no, para desestabilizar la situación y avanzar en el logro de los objetivos estratégicos-revolucionarios.
Lo ha completado perfectamente, este retrato, el propio Pablo Iglesias, denunciando desde la Vicepresidencia de España la baja calidad de la democracia de España y la falta de dispositivos de control democrático sobre los medios de comunicación y los periodistas. Pobre democracia si los medios pasaran a ser controlados por Iglesias y Echenique. Es lo que querrían.
La fractura del Gobierno ha sido esta semana sobre la ley y el orden democrático, pero no importa: no habrá ruptura