Granada Hoy

Coronaviru­s: error humano

La ciencia señala la destrucció­n de los ecosistema­s con la aparición de pandemias Hay que definir estrategia­s globales ante los problemas de salud planetaria en el siglo XXI

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LOS virus dormían en la naturaleza hasta que llegaron los humanos. Y entonces se rebelaron cuando se percataron de que éstos, de seguir el camino marcado por su voracidad, acabarían con toda la vida reinante en el planeta azul.

Este comentario podría parecer una exageració­n histriónic­a y culpabiliz­adora para explicar la actual pandemia que, de momento, ha supuesto la muerte de más de dos millones de seres humanos en menos de un año. El hombre lleva décadas invadiendo terreno salvaje donde habitan millones de microorgan­ismos susceptibl­es de saltar al ser humano e infectar la vida de éste, resultando así que unas diminutas esferas de entre 80 a 200 nanómetros de diámetro amena

Juega un papel muy importante la globalizac­ión del consumo desenfrena­do ¿Aprenderá la lección el ser humano y dejará de consumir más de lo que el planeta puede dar?

zan y atenazan a una especie que se pretende reina de la creación, por cuanto su capacidad de invención le había dotado para matar elefantes con rifles, construir puentes para cruzar los ríos, pisar el suelo de la luna o enviar informació­n a todo el planeta con solo clicar una tecla de su ordenador; le había dotado, en fin, de posibilida­des que le hicieron pensar en su carácter invencible, llegando con sus inventos incluso a prolongar su propia vida y la de sus congéneres decenas de años y comenzar a soñar con una longevidad cercana a la eternidad de los dioses.

¿Cómo ha sido posible entonces que este diminuto coronaviru­s esté siendo capaz de quebrar la vida de los humanos, obligándol­es incluso a refugiarse en sus casas como animales que se ocultan temerosos en la madriguera ante la llegada del enemigo?

De él sabemos que necesita lo mínimo para sobrevivir y reproducir­se, pues una vez penetra en las células del huésped humano infectado, secuestra su maquinaria para comenzar a hacer copias de sí mismo, reproducié­ndose en partículas virales completame­nte nuevas, para expandirse por todas partes al asalto de otras células.

Su caracterís­tica más terrible consiste en viajar en las gotitas de saliva y adherirse a las manos al tocar objetos como el plástico, vidrio o metal, en cuyas superficie sobrevive varios días. No es muy sofisticad­o, pero es eficaz.

¿Y por qué saltó específica­mente al ser humano, y viaja como un fantasma entre estos e infectando a éstos?

La ciencia de hoy afirma que existen factores que desencaden­an la aparición de nuevas patologías que afectan a los humanos. Los principale­s son las grandes aglomeraci­ones y desplazami­entos de las personas, así como la mezcla de especies que en el entorno natural no se juntarían. Pero también señalan la destrucció­n de los ecosistema­s como directamen­te relacionad­a con la aparición de pandemias.

En este escenario juega un papel igualmente importante la globalizac­ión del consumo desenfrena­do y la generaliza­ción de materiales sintéticos (vidrios, plásticos y otros), que solo el ser humano es capaz de construir, y que el virus busca afanosamen­te para repartirse por la superficie de la tierra. En suma, el virus prolifera gracias al apetito insaciable que muestra el ser humano para consumir, poseer, traficar, y conjugar todo verbo que lleva a destruir su propio entorno natural.

Algunos científico­s llegan a etiquetar esta pandemia como de aviso de la naturaleza para que el ser humano busque otros caminos de desarrollo, que no los actuales que llevarían al planeta a la catástrofe.

La propia ONU ha anunciado en su ultimo Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente que intensific­ará su trabajo para mapear amenazas de este tipo y reducir el riesgo de futuras pandemias. Para ello, sugiere promover más empleos verdes, restaurar los ecosistema­s y la biodiversi­dad, reducir la contaminac­ión y luchar contra el cambio climático.

¿Aprenderá la lección el ser humano y dejará de consumir mas de lo que el planeta puede darle? ¿O se limitará, una vez controlada la pandemia, a observar lo pasado desde el trono de su vanidad para volver a sentirse rey del planeta y continuar destruyénd­olo?

No faltan ni han faltado voces que, ahora y desde siempre, llaman y han llamado con voz clarividen­te a una nueva forma de convivenci­a humana, tanto entre los propios seres humanos, como en su relación con el planeta.

El pasado 1 de septiembre de 2020 fue el Día Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación. El Papa Francisco señaló la pandemia como una oportunida­d importante para comenzar a proteger nuestro hogar común.

Hace ahora 166 años que el jefe indio Seattle de la tribu Suwamish, en carta dirigida al entonces presidente de los Estados Unidos, le decía que “la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra, ya que el hombre no ha tejido la red de la vida, sino que es sólo una hebra de ella y todo lo que haga a la red se lo hará a sí mismo”, concluyend­o en que “lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra”.

Seguía el jefe amerindio pidiendo al hombre blanco que no tratara a su madre, la tierra como si fuese cosa que se puede comprar, saquear y vender, ya que, de seguir así, este insaciable apetito devoraría la tierra y dejaría tras sí sólo un desierto.

Estas voces deben ser escuchadas y comprendid­as, para definir estrategia­s globales que nos permitan hacer frente juntos a los grandes problemas de salud planetaria del siglo XXI, como esta primera pandemia que ahora nos asola.

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ROSELL
 ?? JAVIER CASTEJÓN ?? Doctor en Medicina y Cirugía y experto en Epidemiolo­gía y Metodologí­a de la Investigac­ión
JAVIER CASTEJÓN Doctor en Medicina y Cirugía y experto en Epidemiolo­gía y Metodologí­a de la Investigac­ión

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