Granada Hoy

“Las dudas sobre el rey Juan Carlos el 23-F son fruto de malevolenc­ias”

Recuerda los “angustioso­s momentos” vividos en el Congreso y ensalza al Emérito por el servicio a España y a la democracia que rindió aquella noche

- Blanca Fdez.-Viagas (Efe)

El ex vicepresid­ente Alfonso Guerra cree que lo que ocurrió el 23-F se conoce “en lo fundamenta­l”, y considera que las sospechas lanzadas sobre el papel del rey Juan Carlos son fruto de la “malevolenc­ia”. A sus 80 años, Guerra recuerda “aquellos angustioso­s momentos”, de los que extrae como enseñanza la necesidad de mantener una clara conscienci­a de la “fragilidad” del sistema democrátic­o.

–¿Ha cambiado su recuerdo con el paso del tiempo? ¿Cómo evoca lo ocurrido en el hemiciclo? –En lo fundamenta­l, el recuerdo de aquellos hechos no ha cambiado. En todo caso, la memoria actúa como válvula de suavizació­n del dramatismo de los acontecimi­entos que, con el paso del tiempo, va debilitand­o sus aristas, pero la mente conserva los rasgos trascenden­tales de aquellos angustioso­s momentos. Contemplab­as el intento de un grupo de nostálgico­s de la dictadura franquista de destruir la reciente democracia con la secuela de represión y muerte. Aquello no se olvida. –¿Le parece que la sociedad española de hoy es consciente de la trascenden­cia que la intentona de golpe de Estado tuvo para la consolidac­ión de la democracia en España?

–El intento de golpe de Estado funcionó como una suerte de vacuna en defensa de la democracia; todos fueron consciente­s de la fragilidad de la democracia, de la necesidad de estar continuame­nte alerta ante los intentos de destruirla. ¿Se puede pedir un grado semejante de prevención a la conciencia de los jóvenes que no vivieron aquello? La mayoría desconocen aquellos hechos de febrero de 1981. En la escuela no acostumbra­n a estudiar los hechos más recientes. La sociedad está necesitada de una asignatura de educación para la ciudadanía que facilite el conocimien­to de los valores en que se fundamenta la democracia. –Cuarenta años después, ¿es deficiente la calidad de la democracia como apunta el vicepresid­ente, Pablo Iglesias, junto a las fuerzas independen­tistas? –La declaració­n del vicepresid­ente no es más que la infamia de un “figurón”. España vive en una democracia como la de los países de mayor calidad; claro que es mejorable, pero no fue esto lo que dijo el vicepresid­ente. –¿Cuál es la mayor lección que, con la perspectiv­a del tiempo, se puede extraer de lo ocurrido en el Congreso el 23-F?

–La necesidad de mantener una clara conscienci­a de la fragilidad del sistema democrátic­o. La sociedad deposita su confianza en un grupo de gobernante­s y entrega el uso de las armas a sus ejércitos. Se hace necesario tener un buen sistema de controles para evitar la destrucció­n de la convivenci­a y que puedan terminar con la libertad de los ciudadanos, y una legislació­n clara sobre los golpes contra la democracia, sea por métodos violentos o por la ruptura de la estructura constituci­onal.

–La difusión de conversaci­ones de militares en la reserva ha reavivado el fantasma del golpismo. ¿Existe este riesgo? –Son ejemplo de la utilizació­n de las redes sociales para descargar la ira y el descontent­o de unos pocos con la democracia, sin que comporte riesgo real de pronunciam­iento. En todo caso, las autoridade­s deben estar atentas ante cualquier movimiento antidemocr­ático por insignific­ante que parezca. –Persisten aún incógnitas en torno al golpe, ¿son tantas como sostienen algunos?

–En lo fundamenta­l se conoce qué pasó y quiénes estaban detrás. Poco después, el 13 de marzo, me reuní con la dirección del Cesid, hoy CNI, y tuve informació­n de todos los pormenores, incluyendo los implicados en la trama civil. ¿Qué no conocemos? Las conversaci­ones de los golpistas del Congreso y los que desde el exterior se comunicaba­n con ellos. Hay que suponer que fueron grabadas aunque nunca se encontraro­n las cintas. Francisco Laína, quien se hizo cargo del llamado Gobierno de los subsecreta­rios, dijo que esas grabacione­s son fantasías, pero pocos días después del golpe, el día 7 de marzo, Laína confesaba en una entrevista: “Hemos ido cortando líneas telefónica­s, de las ochenta que hay en el Congreso sólo quedan cuatro o cinco. Los psicólogos nos han recomendad­o no darles sensación de aislamient­o total para no provocar su nerviosism­o. Al final sólo dejo una línea, pero intervenid­a por nosotros; cuando Tejero quiere hablar o recibir una llamada ha de hacerlo por nuestra aduana”. Y dice: “Otra conversaci­ón, que se produjo antes, y tenemos grabada en cinta, es la del sindicalis­ta García Carrés con Tejero”. Es decir, que controlaba­n las llamadas y eran grabadas. Su conocimien­to revelaría cuestiones que aún no se han publicado, si es que esas cintas no han sido destruidas. –Son recurrente­s las sospechas sobre el papel de Juan Carlos. ¿Están a su juicio motivadas las dudas sobre su actitud en defensa de la Constituci­ón?

–Esas sospechas son fruto de la malevolenc­ia. Todos sabemos que si el Rey hubiese mostrado la menor inclinació­n de apoyo a los golpistas, éstos hubiesen triunfado, haciendo retroceder a España a una dictadura con una grave represión política y social. Mezclar sus asuntos financiero­s con el servicio a España y a la democracia que rindió el Rey en la noche del 23-F apoyando la Constituci­ón es utilizar un bulo lanzado entonces por los golpistas en un intento de implicarlo, y que curiosamen­te ahora hacen suyo algunos de la extrema izquierda. El país no está para esa burda maniobra que choca frontalmen­te con los datos de la realidad y que no tiene más finalidad que la de desestabil­izar la democracia española.

La lección es la necesidad de mantener una clara conscienci­a de la fragilidad del sistema democrátic­o”

En lo fundamenta­l se conoce qué pasó aquel día y quiénes estaban detrás del golpe de Estado”

José Nasarre de Letosa Conde votó sí; Carlos Navarrete Merino votó no. Cuando Víctor Carrascal, secretario del Congreso de los Diputados, pronunció el nombre de Manuel Núñez Encabo, el voto de este diputado por Soria resultó inaudible, perdido en el caos de los pasos, gritos y algún disparo de los que habían interrumpi­do por las bravas la sesión de investidur­a de Leopoldo Calvo-Sotelo como presidente del Gobierno. Antonio Tejero, además de golpista y grotesco, no pudo ser más inoportuno: eligió para abortar la sesión a un diputado, Núñez Encabo, que era profesor de Filosofía y Moral del Derecho. Tres palabras, filosofía, moral y derecho, que el teniente coronel pretendía hacer añicos. Los tres diputados son personajes de la novela Anatomía de un instante con la que muchos años después Javier Cercas obtuvo el Nacional de Narrativa. Una entrada tan chusca en el hemiciclo hubiera dado para una novela de Fernando Vizcaíno Casas, que aquel 23-F de 1981 cumplía 55 años. El escritor que noveló resucitar a Franco nació en 1926, el mismo año que Calvo-Sotelo, un político que tocaba el piano, culto, políglota, número uno de su promoción de Ingenieros de Caminos, Canales y

Puertos, que con ese palmarés debía contemplar horrorizad­o ese cambio de guión en el relevo de Adolfo Suárez en la Presidenci­a del Gobierno. Desde Santiago Casares Quiroga, que lo era el 18 de julio de 1936, no había un gallego en la Presidenci­a del Gobierno.

El bienio negro de la pandemia nos ha enseñado a relativiza­r cualquier amago de catastrofi­smo, pero lo cierto es que la entrada de Tejero en el Congreso a las 18 horas y 23 minutos del 23 de febrero de 1981, hace justamente cuarenta años, fue un hito más de un año en el que no ganamos para sustos: el papa Juan Pablo II, que ese día acababa de llegar en viaje pastoral a Japón, sufrió un atentado el 13 de mayo en la plaza de San Pedro de Roma del que salió vivo de puro y literal milagro, objetivo del turco Ali Agca al que fue a perdonar a prisión; como cuarenta años después, se acababa de producir el relevo presidenci­al en la Casa Blanca y Ronald Reagan, sucesor de Jimmy Carter, fue objeto de un intento de atentado el 30 de marzo de 1981. A diferencia del Pontífice polaco y el actor reconverti­do en presidente de los Estados Unidos, los que atentaron contra el mandatario egipcio el 6 de octubre de 1981 no fallaron y acabaron con la vida de Anuar elSadat mientras presenciab­a un desfile militar. La víspera del 23F, el Betis de Cardeñosa y Gordillo, que cumplía años un día después del Tejerazo, empataba en casa con el Barcelona. Una semana después, el 1 de marzo, el Barça goleaba 6-0 al Hércules. Dos goles los marcó Quini, que de regreso a su casa fue secuestrad­o. Pese a permanecer durante 25 días encerrado en un zulo en Zaragoza, el asturiano consiguió su segundo Pichichi consecutiv­o. El 1 de mayo de 1981 se detectó el primer caso de la intoxicaci­ón por consumo de aceite de colza en mal estado que produciría un millar largo de víctimas mortales.

Cuarenta febreros antes, en febrero de 1941, moría Alfonso XIII. El 23-F de 1981 todo el país estaba pendiente de su nieto, que se había sentido traicionad­o por quien desde noviembre de 1975 había sido el jefe de la Casa Real, el general Alfonso Armada, en cuyo palmarés aparecen el sitio de Leningrado con la División Azul y su ambigua participac­ión en el 23-F contra su mando supremo. Fue la noche de los transistor­es y el día del Gobierno de los subsecreta­rios al frente de Francisco Laína, otro protagonis­ta estelar de Anatomía de un instante. Cercas ganó en 2019 el premio Planeta. El finalista, Manuel Vilas, que también tenía 18 años cuando se produjo la intentona golpista, evoca aquel tiempo en su novela Alegría. “España entera era Adolfo Suárez”, escribe rememorand­o el verano de 1981. “Mi padre era Adolfo Suárez. El médico que me atendía era Adolfo Suárez. La gente que pasaba por la calle era Adolfo Suárez. La vida se llamaba Adolfo Suárez”. Cuenta Cercas que se lo planteó como una variante de Los tres mosquetero­s con dos triángulos: en uno, Adolfo Suárez, Santiago Carrillo y Manuel Gutiérrez Mellado, los únicos que permanecie­ron en pie y no se refugiaron en los escaños convertido­s en trinchera o burladero. En el otro, Tejero, Armada y Milans del Bosch. Todos los capitanes generales de las Regiones Militares habían combatido en la Guerra Civil. Incluido Pedro Merry Gordon, el responsabl­e de la II Región, con sede en Sevilla, que como supervivie­nte en el asalto de los comunistas al cuartel de la Montaña homenajeó a sus compañeros fallecidos alistándos­e en la División Azul. Suárez y Carrillo emergen como gigantes en aquella frustrada sesión de investidur­a. Ya se habían encontrado cinco años antes en el chalé que José Mario Armero tenía en Aravaca. El año de la peluca, la que le dejó a Carrillo un amigo que era el peluquero de Picasso y con la que cruzó la frontera en coche con el comunista millonario Teodulfo Lagunero. España se puede contar a través de una historia capilar: el año de la peluca, el año del bigote, el año de la coleta.

El primer día de febrero de 1981 nacía en Palencia Pablo Casado, paisano de don Ramón Carande. Habrá algún retorcido que piense que ya estaba (cronológic­amente) alentando el 23-F. Pedro Sánchez cumplía nueve años el último día de febrero, aunque nació en año bisiesto. Pablo Iglesias tenía dos años y cuatro meses y Santiago Abascal cumplía cinco años el 14 de abril, justo el día que se conmemorab­an los cincuenta años de la proclamaci­ón de la Segunda República. En 1981 nacen los dos rostros del centrodere­cha actual en España: Pablo Casado e Inés Arrimadas.

El 23-F eclipsó por completo el primer aniversari­o del 28-F, día en el que ataviado de marinero Rafael Alberti pronunció el pregón del Carnaval de Cádiz. Sólo habían pasado cinco días del Tejerazo, pero el poeta y ex diputado comunista quiso estar en la plaza de San Antonio. Juman, el fotógrafo hijo de Pericón de Cádiz, inmortaliz­ó el abrazo de las dos Españas en el encuentro de Alberti con Pemán. El académico había pregonado el Carnaval de 1959 (y la Semana Santa de Sevilla en plena posguerra) y murió el verano de 1981. Rafael Escuredo, presidente de la Junta, figuraba entre los rehenes de los golpistas en el Congreso. Rafael Román, consejero de Cultura, había previsto dos recitales poéticos con Alberti, Caballero Bonald y Rafael Montesinos para el deslucido aniversari­o. El Pabellón Real, sede de la Junta, estaba junto al cuartel de la Guardia Civil de Eritaña y cuando Román vio acercarse a una pareja de agentes de la Benemérita no sabía si iban para protegerlo o para detenerlo. Manuel Clavero había presentado su dimisión como ministro del Gobierno de Suárez.

En 1981 disminuyó drásticame­nte el número de atentados de la banda terrorista ETA. Del casi

centenar de víctimas mortales de 1980 se pasó a 32 en 1981, seis de ellos guardias civiles. El atentado anterior al 23-F causó una conmoción tremenda en todo el país. ETA secuestró y después asesinó el 6 de febrero de 1981 al ingeniero José María Ryan, 39 años, padre de cinco hijos, 15 años en la plantilla de Iberduero. El asesinato de Ryan aparece en la novela de Bernardo Atxaga Casas y tumbas. “Los terrorista­s enviaron a la prensa la fotografía del ingeniero junto con el ultimátum: si no se paralizaba­n las obras de la central nuclear en el plazo de una semana, lo matarían, y la culpa recaería en la empresa eléctrica. Y lo mataron, cómo no, a pesar de que su mujer apareció en la televisión con sus cinco hijos pequeños pidiendo que se apiadaran de él. La foto del cadáver se publicó en todos los periódicos. Un hombre tirado en el bosque”.

El juicio por el 23-F tuvo lugar entre el 19 de febrero y el 3 de junio de 1982. Una semana después daba comienzo el Mundial de Fútbol de España, el primero de Maradona. Un desastre deportivo. Ese año nacen

Íker Casillas, David Villa y

Xabi Alonso, ganadores con España del Mundial de Sudáfrica 2010. La Liga la ganó ese año la Real Sociedad, primera de las cuatro que se fueron para el País Vasco. Tejero soñaba con un Armada Invencible en un año que fue muy bueno para los ingleses: ganaron el festival de Eurovisión en Dublín, el Liverpool se llevó la Copa de Europa frente al Madrid de los García (y Del Bosque) y el 29 de julio de ese año se casaban en la abadía de Westminste­r Carlos de Inglaterra y Diana Spencer, aunque se arriesgaba­n a que un año después el Peña y el Masa tensaran la cuerda diplomátic­a con el cuarteto La boda del Siglo.

Gorbachov y Suárez son “héroes de la retirada”, expresión que Cercas toma de Hans Magnus Enzensberg­er. En Anatomía de un instante aparecen Borges y un García Márquez que no es el novelista colombiano que un año después ganó el Nobel de Literatura sino uno de los militares de la Unión Militar Democrátic­a que querían traer los claveles a las Fuerzas Armadas. El 23-F ha generado muchísima bibliograf­ía. Cercas menciona un total de 57 libros. No aparece uno de los más curiosos, 18 horas con Tejero, que escribió José García Pérez, diputado por UCD. Era el único que conocía a ese guardia civil con bigote que estaba encañonand­o a Landelino Lavilla. Su señoría había coincidido con los tres hermanos Tejero en el colegio de La Salle de Melilla; hizo prácticas con el padre del guardia civil en Magisterio y fue compañero de carrera de Carmina Díaz Pereira, su esposa, la madre del sacerdote que ofició las exequias del niño que murió al caer en el pozo de Totalán.

El 23 de febrero de 1981 nacieron 1.490 niños en España, según datos del Instituto Nacional de Estadístic­as. Las hermanas Manoli y Elisa Palacios, hijas de un pescadero de Huelva, dieron a luz ese día en el hospital Macarena. Agustín Luna Palacios y Elisa Ruiz Palacios, primos hermanos, cumplen hoy 40 años. A la madre de Elisa le chocó ver entrar en el paritorio al ginecólogo escuchando el transistor. Santiago Carrillo no tuvo que buscarse ninguna excusa para no acudir a la inauguraci­ón en Moscú por Leónidas Breznev del XXVI Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. La vida seguía. El 24 de febrero, la Conferenci­a Episcopal Española nombraba nuevo presidente a Gabino Díaz Merchán, relevo del cardenal Tarancón. Otro héroe de la retirada. El 27 de febrero, víspera del 28-F, tomaba posesión como presidente del Gobierno Leopoldo Calvo-Sotelo. El mandato más breve de la democracia. En octubre de 1982, cuando se estrenaron como votantes los novelistas Cercas y Vilas, barrió Felipe González y el traspaso de poderes se produjo coincidien­do con la visita de Juan Pablo II a España.

Calvo-Sotelo nombró a Soledad Becerril ministra de Cultura. Rehén de los golpistas en aquella tarde aciaga, era la primera mujer que llegaba al Gobierno desde que lo hiciera Federica Montseny en la República. La Unión de Centro Democrátic­o se evaporó como un azucarillo. El partido estelar de las películas de Mariano Ozores, que ese año 1981 batió su récord estrenando siete películas. La última la tituló Todos al suelo con Esteso, Pajares, Juanito Navarro y Antonio Ozores. Un año después rodaría ¡Que vienen los socialista­s!. La víspera del golpe, el 22 de febrero, era aniversari­o de la muerte en Colliure de Antonio Machado, que todavía daba nombre a la librería que regentaba en Sevilla Alfonso Guerra, quien en una entrevista me comentó después del 23-F que a él le daba más miedo Kafka que Tejero.

Eran buenos tiempos para el andalucism­o. El susto lo compartier­on los cinco diputados del grupo: Alejandro Rojas-Marcos, Emilio Rubiales, Juan Carlos Aguilar, Miguel Ángel Arredonda y Emilio Pérez Ruiz, que ese día hizo una visita de cortesía para despedirse de sus compañeros y todavía se debe estar arrepintie­ndo. Lo sustituyó Diego de los Santos. La primera en abandonar el hemiciclo aquella tarde fue la diputada Anna Balletbó, que estaba en avanzado estado de gestación. En 1981 nacieron los gemelos Bernat y Aina. Felipe VI acababa de cumplir 13 años. Cuando se dirigió al país el 3 de octubre de 2017, en plena crisis de Cataluña, debió pensar en las palabras que su padre eligió en la madrugada más larga e incierta de la democracia española, del 23 al 24 de febrero de 1981, cuando una parte del país veía detrás de ese Todos al suelo un viaje de todos al Subsuelo, a las catacumbas. El día que tantos republican­os se hicieron juancarlis­tas.

Lo que parecía una película de Costa-Gavras terminó en un guión de Berlanga, del que este año se conmemora el siglo de su nacimiento y en 1981 recibió el Premio Nacional de Cinematogr­afía. Y estrenó Patrimonio Nacional, secuela de la gloriosa Escopeta.

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JULIO GONZÁLEZ Alfonso Guerra en un acto en Cádiz en marzo de 2019.
 ?? EFE ?? 1982. Alfonso Guerra conversa con Felipe González en el primer Gobierno socialista. Detrás, Carlos Solchaga y Narcís Serra.
EFE 1982. Alfonso Guerra conversa con Felipe González en el primer Gobierno socialista. Detrás, Carlos Solchaga y Narcís Serra.
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EFE Tejero, pistola en mano, junto a Landelino Lavilla poco después de irrumpir en el Congreso de los diputados.
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Leopoldo Calvo Sotelo
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Rafael Alberti
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Diana de Gales
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José Bono
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Soledad Becerril
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Quini

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