LOS RAPEROS DEL SISTEMA
MIENTRAS los antisistema queman contenedores llenos de desec hos del sistema, en lugar de agrandarlos para que quepa en ellos toda la mugre del sistema, g r it ando, a lo R afael Alber ti: “A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el muladar”, el sistema supera con mucho las bar rabasadas de los antisistema y activa utensilios que podrían terminar colapsándolo y hundiéndonos en el albañal de la violencia, la guer ra y la muer te. Un sistema que tiene más aforados que raperos faltones y rimadores nefastos, camina hacia el abismo. Un sistema que no es capaz de renovar los órganos del Poder Judicial, está dando un cante tremendo. No hay que ser Montesquieu para adver tir que los par tidos políticos, de espaldas a la división de poderes, pretenden nombrar la mayor cantidad de jueces amigos para que los traten con delicadeza si delinquen. Un sistema infectado de personajes que cobran en dinero negro, que conceden obra pública a sus amigos, que se arreglan los despachos con los dineros de las mordidas, que ha obliterado a los funcionarios de carrera, independientes y custodios de la ley, para llenar los despachos de consejeros y gestores de la misma camada, complacientes y serviles, no está muy sano. Inspiran inquina unos gober nantes que se dicen herederos de los perdedores de la guerra, que han ostentado el poder durante largos años, y que nunca encontraron la forma de desenterrar a los asesinados, sepultados indecorosamente en fosas comunes, pero que, cuando se acercan unas elecciones, desentierran a Franco, en lugar de coger el pico y la pala y desenterrar a las víctimas de la contienda, escamoteadas a su familiares que todavía no han podido cer rar la herida; y un Cuarto Poder que, para no perder audiencia, emula, frecuentemente, a El Caso o al padre Apeles; y unos políticos insultantes que enarbolan a “sus” víctimas para obtener votos, humillando a las familias, tanto o más que raperos desnor tados; también molesta un monarca que renuncia a la oscura for tuna de su padre, pero que nunca se le ha pasado por la cabeza renunciar también a un trono caliginoso. Tengo malísima opinión del vociferante Hasél; su estolidez lo retrata; pero mi adhesión a un sistema al borde del colapso, por cuyo advenimiento luc hé en la Transición, no es mucho mayor que la que tengo por los raps de ese insonr r ible personaje.
Los raps de sistema desentonan tanto como los de Pablo Hasel. Y también generan su poquito de odio