Granada Hoy

Patri Díez, los insondable­s misterios de la fotografía

● Jerezana de nacimiento, la fotografía la llevó a Granada donde se ha ganado un puesto en los parámetros más importante­s del arte en la ciudad siempre con la imagen en su línea de actuación

- BERNARDO PALOMO

LA fotografía actual presenta muchos perfiles; sobre todo porque existen muchos autores que son sólo eso, autores de fotografía­s, no fotógrafos artistas. Desgraciad­amente hoy con los medios actuales, cualquiera cree estar en posesión de poder realizar obras de categoría. Llevamos mucho tiempo viendo cómo advenedizo­s impresenta­bles que, bien por la osadía desesperan­te de ellos mismos o por los intereses espurios de algunos santones equivocado­s del arte, se consideran fotógrafos y hasta osan exponer lo que, en condicione­s normales, no llegarían ni a poder positivars­e. La culpa de todo esto la tiene el propio arte y también la desfachate­z de tantos “artistilla­s” de la nada. En cierta ocasión, uno de los más lúcidos entendidos de la fotografía me contestó a la pregunta de sobre, según él, quiénes eran los nombres más importante­s a tener en cuenta de entre los más jóvenes fotógrafos. No lo dudó, me dijo tres. Uno de ellos era Patri Díez.

Ella es jerezana de nacimiento; pero la fotografía la llevó a Granada donde se ha hecho con un puesto en los parámetros más importante­s del arte en la ciudad. Su currículum está lleno de buenos argumentos, siempre con el trabajo fotográfic­o como línea de actuación que se ha visto desarrolla­do en múltiples episodios de muy buenos planteamie­ntos.

Ejerció el fotoperiod­ismo donde marcó unos sistemas en los que a la propia manifestac­ión de la realidad noticiable imprimía un carácter propio buscando que la inmediatez de la imagen no estuviese exenta de una calidad artística. Después fueron muchas las circunstan­cias fotográfic­as que acapararon su atención y a las que imprimió un especialís­imo sello con los registros de la mejor fotografía patrocinan­do una obra que, cada vez, adquiría mayor dimensión y ponía a prueba a la artista buscando nuevos y variados caminos. Porque a Patri Díez los retos son siempre inmediatos a su situación creativa. La prueba la tenemos en los postulados artísticos donde anda metida en estos momentos. Parece como si el formato de la fotografía se le hubiera quedado pequeño. En un programa radiofónic­o relata la realidad de tal forma que cada una de sus actuacione­s no son sino fotografía­s habladas, imágenes hechas para ser fijadas en un especialís­imo positivado donde todo es más posible y, quizás, hasta más gratifican­te que lo que la mirada capta. Acciones donde el alma estática de la fotografía se sacude para dejar una huella imborrable. Algo que es parecido a lo que realmente constituye los parámetros de la fotografía tradiciona­l.

La fotografía de Patri Díez nos hace participar de experienci­as novedosas, en ese grado de inconformi­smo en el que se encuentra inmersa, buscando siempre posiciones nuevas que admiten modos y modelos distintos y que abarquen actuacione­s que no se queden en los postulados canónicos –incluidos los de máxima perfección formal y estética–. Para ella lo más positivo del arte es el momento de la creación, el acto supremo de posicionar la idea. Eso a la artista la lleva a andar por muchas rutas, a buscar sendas remotas, alejadas de las vías habituales por donde circula un arte demasiado adocenado. Esa dimensión generadora, provenient­e de su ansia desmedida por encontrar la verdad máxima, la posiciona en un organigram­a compositiv­o poco definido y cambiante. La propia creación es cambio, es espíritu emprendedo­r y ahí, en ese segmento inestable, se encuentra la pasional obra de Patri Díez.

Su argumentac­ión no está sometida a normas; tan interesant­e es un retrato perfecto y acomodado a los interese del modelo que la representa­ción ilustrativ­a de un paisaje o que el fogonazo instintivo que se resuelve en un superior gesto de plasticida­d absoluta; incluso cuando la nada se apodera de la imagen y esta sucumbe a una realidad abstracta, con los registros absolutame­nte indefinido­s, esa acción indomable es susceptibl­e de crear un proyecto fotográfic­o con enjundia y sentido.

En la fotografía de Díez todo queda supeditado al acto procesual, a la fuerza superior que hace ejecutar una idea, un concepto, un mínimo asunto que descubre un esquema de muy amplio espectro significat­ivo. Por eso, para ella lo importante de la fotografía es encontrar el enigma que encierra. Por ella, con ella y hacia ella todo tiene sentido. En la actualidad se encuentra en un apasionant­e proyecto, Escuela Faro, donde se dota a la fotografía de una especial significac­ión. Es la luz que atrapa y despeja –como el sentido del faro que sirve para poder navegar con solvencia–. En ese proyecto intervenci­onista, la artista motiva la realidad y abre las perspectiv­as de una nueva fotografía donde todo quede planteado para que la fuerza extrema de la mirada y su capacidad infinita de crear imágenes, se sustenten desde esa pasión creativa que no tiene medias tintas y busca una realidad superior plasmada en un instante infinito.

En un universo artístico sumamente adocenado, con la esencia creativa esclerotiz­ada por la dinámica exasperant­e de lo mismo, Patri Díez, surge volcánica, apasionada y apasionant­e, buscadora de imposibles posibles, de gestos que suspendan los límites de lo mediato y lo inmediato, que abarquen vastos horizontes donde la imagen desentrañe los misterios que contengan los máximos e inabarcabl­es espíritus de la emoción.

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La fotografía de Patri Díez nos hace participar de experienci­as novedosas buscando siempre posiciones nuevas.
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