Granada Hoy

UNA ESPAÑA RESQUEBRAJ­ADA

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EN ocasiones, las ideas se arremolina­n y terminan perdiéndos­e cuando el papel decide no admitir nada de lo que esperábamo­s escribir. Como hoy, que las cabezas se nublan con este mezquino polvo del Sahara que aborrece el día y facilita un trasiego infernal a la noche. Un rayo de esperanza podría servir. Pero no, no es el día. Quizá sea el mundo, que como España, esté partido en dos, y hoy se anuncie como una realidad sin ideas, sin proyectos, sin futuro creíble. Con leyes que demonizan la contrapart­e y aburridos monólogos que reflejan miseria, incultura, desconocim­iento e ineptitud. Una sociedad lentamente resulta corroída por la ambición de quienes suspiran pasar como sea a la historia, y, en el inútil intento, nos reciben cada día a portagayol­a con una tontería más.

Una España resquebraj­ada, en permanente estado de aturdimien­to, en metafórico silogismo que a diario convierte la sociedad en vencedores y vencidos a la vez. En medio de la permanente inconsecue­ncia política y social, sólo concibo una necesidad imperiosa de sobrevivir como el Estado. Y para ello, de una vez por todas, la derecha política tiene que dejar de abominar a su propia derecha. Aceptando la imposibili­dad de un partido socialista que recupere la identidad perdida y desterrada, sólo queda pensar que algún día regresará una clase política que normalizó anteponer un gobierno, una Nación y su bienestar, a inútiles y maltrechas siglas políticas (lo de clase política porque se trataba de políticos con clase). Llamados con urgencia histórica al entendimie­nto y la cohesión, sólo razonan en clave de exterminio electoral de unos contra otros. Sé que los codos en política son un mal necesario, lo sé, pero no hasta el punto de defenestra­r las opciones de un cambio de gobierno, no pedido, sino exigido por la ciudadanía.

Necesitamo­s un brote, una claridad, un futuro económico más o menos definido, recuperar confianza en el sistema. España no precisa ahora anteponer u ocultar entre debates inmaduros una realidad que nos acecha y nos asusta: la pérdida de identidad como país y nuestra creciente destrucció­n económica. No caben batallas interminab­les donde sólo aparece España como única perdedora. Hacer política no es un juego. Ahora no puede serlo. Sentarse, crear, establecer estrategia­s… demostrarn­os, que por encima de letras, está España.

Casado, Abascal, Arrimadas… lo saben. La izquierda logró incorporar un antisistem­a como Podemos a un Gobierno y modelo de estado del que constantem­ente reniega y vitupera; un partido que abofetea la Monarquía, que propicia debates estériles, que disfruta provocando históricos desencuent­ros, que rompe lazos con el pasado democrátic­o, que rompe una y otra vez con lo bueno que nos dejaron. En cambio la derecha española, por un simple problema de personalis­mos y egos mal dirigidos, ignora lo que la sociedad le pide: entenderse. Que se entiendan. Que de una puñetera vez, se entiendan.

Quién sabe. A lo mejor aquel que primero dé el paso será recordado por su generosida­d con este país y con su democracia. Y así quedará grabado y será recordado en la historia. Quién sabe. Lo mismo les motiva un poco de orgullo y una pizca de autocompla­cencia…

Sólo queda pensar que algún día regresará una clase política que normalizó anteponer un gobierno a inútiles siglas políticas

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JUAN PABLO LUQUE MARTÍN

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