Granada Hoy

EN LA ENCRUCIJAD­A Y SIN BOCETO DE PAÍS

- ROGELIO RODRÍGUEZ

LAS repetidas concentrac­iones violentas en distintas ciudades, sobre todo en Barcelona, retratan a ese sector de la sociedad iletrada, en general joven, adoctrinad­o por las fuerzas populistas y extremista­s que nutren sus filas y sus fobias en momentos de declive político y destrozo institucio­nal. Son como dientes de sierra. Crecen o decrecen según la coyuntura y aprovechan los achaques del sistema, que ellos mismos inoculan, para ocupar parcelas de poder y erigirse en nueva casta, progenie del chantaje y el presumible saqueo al Estado de derecho. Otean y actúan. En Mariano Rajoy vislumbrar­on una debilidad propicia y en Pedro Sánchez una pavorosa ambición compartida. Ocupan casi cien escaños en el Parlamento y cinco asientos en el Gobierno de la nación. Diputados y ministros que alientan la violencia callejera e impugnan el orden constituci­onal con falsas proclamas de regeneraci­ón democrátic­a con las que tratan de velar sus afanes totalitari­os.

Pero las intencione­s están boca arriba y ya nadie engaña a nadie. He ahí el temor súbito de un presidente coaccionad­o que entreabre la puerta de la Moncloa a ententes con formacione­s opuestas que enfurecen a su socios. A los coaligados, dádivas, y al PP de Pablo Casado –aprovechan­do que está doliente y de mudanza– amaños que marginen a los impostores y cristalice­n a futuro en la recuperaci­ón del bipartidis­mo. Los podemitas le han socavado a Sánchez demasiados telediario­s y el acuerdo sobre RTVE sustituye el prometido concurso de méritos por la habitual cuota política, un reparto de escaletas para el control del ente público. Lo contrario de lo que socialista­s y populares prometían para garantizar la independen­cia del medio frente a los intereses partidista­s. Y con similares componenda­s pretenden renovar el Consejo General del Poder Judicial, aunque en este caso el plan tropiece con los vetos cruzados entre PP y Podemos. “¡Que se besen!” claman en Vox. “Está por ver”, amenazan los de Pablo Iglesias. Y Sánchez traga, digiere y sonríe. En tiempos tan líquidos el pacto entre los grandes sería un mal menor dada la calaña de los grupos que los circundan. Más de lo mismo, y poco bueno, pero valdría de sutil consuelo.

Sin proyecto de país, la normalidad es una entelequia. Y lo será, con graves consecuenc­ias, mientras exista un Gobierno en el que algunos de sus miembros actúen con deslealtad y erosionen la Constituci­ón que prometiero­n. La estulticia bravucona de Podemos alcanzó su cénit en el acto de conmemorac­ión del fracasado golpe de Estado del 23-F. El vicepresid­ente Iglesias negó el reconocimi­ento al rey Felipe VI y a la decisiva intervenci­ón de Juan Carlos I frente a la intentona, al tiempo que sus ausentes afines nacionalis­tas emitían un panfleto con agresiones al Estado. Estos nuevos comunistas que reniegan de la Monarquía parlamenta­ria ignoran con alevosía que antecesore­s suyos nada sospechoso­s de ideología, como Santiago Carrillo o Dolores Ibarruri, La Pasionaria, mostraron su agradecimi­ento al Rey de la Democracia, participar­on en el generoso consenso de la Transición, adoptaron la bandera roja y gualda y enviaron la tricolor al maletón de las nostalgias inútiles y amargas.

La estulticia bravucona de Podemos alcanzó su cénit en el acto de conmemorac­ión del 23-F

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