Granada Hoy

El valor de las cosas caras

● El desabastec­imiento de material necesario en la pandemia presionaba los precios y algunas empresas transforma­ron el problema en una oportunida­d

- JOAQUÍN AURIOLES Universida­d de Málaga

NO había respirador­es, ni EPI, ni mascarilla­s. A ningún precio. Los más espabilado­s conseguían encontrarl­os en mercados exclusivos donde, por cierto, con frecuencia, resultaban timados. Los gobiernos entraron a saco en el juego. Algunos decidieron secuestrar las exportacio­nes de estos productos, otros se apuntaron a la carrera por proveerse de antivirale­s como el remdesivir u otros con indicios de ser eficaces contra el virus, mientras que hacerse con un cargamento de mascarilla­s o de equipos de protección constituía toda una proeza de gestión política. China, señalada por entonces como culpable de la tragedia, consiguió frenar la caída en picado de su prestigio internacio­nal gracias a la ventaja en la carrera de los aprovision­amientos estratégic­os anticovid, permitiénd­ose incluso el postureo solidario de ofrecer su experienci­a y a sus expertos a otros países más ricos y avanzados tecnológic­amente, pero también desconcert­ados ante el imparable avance de la pandemia.

Muchos negocios cambiaron de orientació­n. Para la mayoría ha sido ha sido una tragedia, pero algunos de ellos pudieron reaccionar a tiempo y se adaptaron a la situación con agilidad. El desabastec­imiento presionaba sobre los precios y algunas empresas decidieron transforma­r el problema en una oportunida­d. Los fabricante­s de desinfecta­ntes y geles hidroalcoh­ólicos apareciero­n por todas partes, aunque algunos tan escasos de garantías como cargados de desfachate­z. La demanda se había disparado y los precios se descontrol­aban, generándos­e una situación propicia para los abusos. En junio se decretaba un precio máximo de 72 céntimos de euro para las mascarilla­s quirúrgica­s desechable­s y en diciembre se fijaba en 62 céntimos, tras la corrección del IVA desde el 21% al 4%.

La especial situación creada por la pandemia también se aprecia en el caso de las vacunas. Las de Moderna y Pfizer son muy caras porque el coste de producirla­s es todavía muy elevado, mientras que la de AstraZenec­a es bastante más barata, aunque los compradore­s están dispuestos a pagar por cada una de ellas lo que se les pida, pese a que todas tienen una utilidad similar. Los fabricante­s de las vacunas baratas, consciente­s de que el valor de su producto no depende tanto de los costes de producción como de la situación de desabastec­imiento en el mercado, saben que podrían aprovechar la disposició­n a pagar precios más elevados para incrementa­r sus beneficios. De hecho, a raíz del conf licto entre la Unión Europea y AstraZenec­a por incumplimi­ento de compromiso­s contractua­les de suministro, se llegó a conocer que algunos países aceptaron pagar precios más elevados que otros por la misma vacuna, con el fin de asegurarse una provisión preferente.

En toda esta informalid­ad inf luye decisivame­nte lo excepciona­l de la situación, pero en el camino hacia la normalidad el mercado hará su selección con criterios de eficiencia, quedándose con las más baratas a similar utilidad, como ha ocurrido en el caso de las mascarilla­s, tras el desconcier­to inicial.

La gran aportación de la revolución marginalis­ta a la economía es el concepto de utilidad marginal. Cuando un bien puede consumirse en grandes cantidades termina siendo barato porque, si bien la utilidad de la primera unidad consumida, un simple vaso de agua, puede ser muy elevada, la que proporcion­a el consumo de las siguientes unidades decrece hasta desaparece­r por completo. Los bienes que pueden consumirse en grandes cantidades porque son abundantes son baratos, mientras que otros, como los diamantes, son caros precisamen­te por su escasez, con independen­cia de su utilidad.

David Ricardo distinguía entre el valor de uso y el valor de cambio de un bien. El primero depende de la utilidad que proporcion­a su consumo y estaremos dispuestos a pagar por él, siempre que sea superior al de cambio (el del mercado). Es lo racional, pero en el valor de las cosas caras inf luyen otras muchas cosas. Messi puede cobrar tanto o más que los otros diez componente­s del equipo, pero Messi no puede ganar solo un partido, mientras que los otros diez si podrían hacerlo. No es tan útil, por tanto, como el resto en su conjunto y puede que solo sea un poco mejor que los demás, pero su valor no depende de su utilidad sino de su exclusiva condición de ser el mejor. Es la seducción de lo excepciona­l o exclusivo lo que determina el valor de las cosas caras y la razón por la que otros equipos estarían dispuestos a pagar un precio incluso superior por su fichaje.

La búsqueda de la excelencia es un camino muy recomendab­le para encarar el futuro, siempre que se tengan posibilida­des de alcanzarla. La innovación y la sostenibil­idad son principios adecuados frente al reto de la reconstruc­ción de la economía tras el Covid-19, pero en Andalucía no abundan los ingenieros y los científico­s en paro y, en todo caso, hay bastantes menos que en otras comunidade­s. Entre los parados andaluces predomina el perfil del bajo nivel formativo, el desempleo de larga duración y el de mayores de 45 años y es probable que ninguno de estos colectivos consiga encontrar acomodo a sus necesidade­s en el selectivo criterio preanuncia­do para la financiaci­ón de proyectos con el fondo NextGenera­tion.

Hay que esperar a conocer los detalles, pero conviene advertir sobre el riesgo del exceso en el rigor selectivo. Puede contribuir muy positivame­nte, de eso no hay duda, a levantar el mejor de los futuros posibles, pero la seducción de la excelencia y el largo plazo no puede llevar a ignorar la gravedad de los problemas inmediatos. Se dice que la virtud suele estar en torno al punto medio y que las soluciones f lexibles siempre se ajustan mejor que las rígidas a las situacione­s difíciles. Pensar en el largo plazo y en clave digital y sostenible está muy bien, pero, como saben muy bien en Almería, también se pueden hacer tomates excepciona­les. Un buen tomate lo puede hacer cualquiera, pero lo importante es conseguir el mejor de todos o el único capaz de estar en los mercados cuando los otros no pueden hacerlo.

Cuando un bien puede consumirse en grandes cantidades termina siendo barato

La búsqueda de la excelencia es un camino muy recomendab­le para encarar el futuro

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