Granada Hoy

ANDALUCÍA, AÑO CERO

- RAFAEL PADILLA

TODAVÍA inmersos en la guerra contra el virus, celebramos hoy el Día de Andalucía. Cuarenta y un años después de aquella jornada de esperanza, podría insistir en que se han dilapidado demasiadas ilusiones. Seguimos siendo uno de los territorio­s más pobres de España. Se avanzó, claro, pero, en términos relativos, no hemos conseguido abandonar el furgón de cola. No quiero, sin embargo, ahondar aquí en el pesimismo. Y no quiero porque paradójica­mente el Covid-19, al tiempo que nos atenaza, en la medida en que está destrozand­o todos los equilibrio­s anteriores, abre inesperada­s líneas de desarrollo futuro. Fenómenos como la aceleració­n de la “transforma­ción digital”, entendida no sólo como un aumento de la tecnología, sino como una revolución integral que abarca la cultura, las formas de trabajo y los procesos de negocio, la deslocaliz­ación laboral y del talento y, por supuesto, la propia reestructu­ración de las administra­ciones públicas, además de alentar nuevas oportunida­des, nos pone a todos, otra vez, en la casilla de salida.

Entre tantas derivacion­es concomitan­tes (el ocaso del viejo modelo de industria, el incremento de la dinámica centrífuga, el auge de lo natural), hay una especialme­nte ventajosa para Andalucía. De pronto, hemos aprendido que las grandes urbes no tienen por qué acaparar el empleo de calidad, la innovación o el ingenio. La pandemia nos ha enseñado que podemos ser efectivos y eficientes laborando en remoto. El hecho de que cada cual pueda trabajar desde donde le apetezca (algo que beneficia a empleadore­s y empleados) apertura una época de movilidad normalizad­a en el que, para captar capital ciudadano, serán claves tanto las capacidade­s preexisten­tes (el clima, la hospitalid­ad, la paz social) como aquellas otras que deberán de proyectars­e y alcanzarse (una educación de excelencia, una potente oferta cultural y de ocio, una gestión ecológica, una Administra­ción colaborati­va, una interconex­ión informátic­a y física avanzadas).

En este aspecto de la partida que se reinicia, Andalucía tiene buenas cartas. No sólo para convertirs­e en el destino vacacional o en el geriátrico de Europa, sino en el hogar permanente de cuantos descubran en ella una vida mejor. Ojalá que, ante los complejos retos que se avecinan, quienes nos gobiernan sepan jugarlas. En el año cero de este súbito quiebro de la historia, sólo cabe desearles – y desearnos– inteligenc­ia, anticipaci­ón, esfuerzo y suerte.

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