Granada Hoy

Cuando la BLANQUIVER­DE salió del armario

En el 77, cuando se reivindicó por primera vez la autonomía, nos enteramos de que Andalucía tenía una bandera y un himno en el que pedíamos tierra y libertad Se cumplen 40 años del Estatuto de Andalucía En primeras elecciones autonómica barrió el PSOE

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MI intención al escribir estas historias es que ustedes tengan un rato de lectura dominical agradable, al tiempo que a mí me permite poner en marcha los engranajes de mi retentiva, pues así me gusta llamar a veces a la memoria. La retentiva es la facultad de recordar las cosas que no hace falta apuntar porque se han convertido en pensamient­os que siempre vivirán contigo. “Ahora/queda el recuerdo/atado siempre a mí/porque no encontraré/lugar para el olvido”, que dijo Ángel Caffarena. Se trata pues de que estos escritos sean una especie de inventario de recuerdos que siempre han estado conmigo, unos recuerdos que quiero que alcancen su derecho a serlo de la única manera posible: utilizándo­los. Hoy mi retentiva me lleva a los tiempos en los que a todos nos entraron unas ganas tremendas de sentirnos andaluces y de buscar nuestra identidad regional. El año que nos enteramos de que la bandera de Andalucía era blanquiver­de y en el que nos aprendimos algunas estrofas del himno andaluz: ¡Andaluces, levantaos! ¡Pedid tierra y libertad! ¡Sea por Andalucía libre, España y la Humanidad!

Qué bonito.

En aquella época éramos jóvenes y estaban intactas las ilusio

Éramos jóvenes y estaban intactas las ilusiones por cambiar este país

nes por cambiar este país. Además, existía el convencimi­ento de que estábamos presencian­do en primera línea eventos que serían considerad­os históricos y de que, de alguna forma, estábamos siendo protagonis­tas activos del alumbramie­nto de la democracia en España tras la muerte de Franco en 1975. También teníamos el anhelo de que Andalucía fuera una comunidad autónoma como lo eran ya Cataluña y el País Vasco. El blanco y el verde de la bandera empezaban a ser nuestros colores favoritos y supimos que había un andaluz que se llamaba Blas Infante que fue fusilado al comenzar la Guerra Civil por defender un estatuto para Andalucía. La mayoría de los ayuntamien­tos andaluces tuvieron que encargar a prisa y corriendo una bandera blanquiver­de porque no tenían y los pocos que sí la tenían las desempolva­ron y las sacaron del armario. La democracia en nuestro país acababa de empezar como quién dice. Las libertades venían muy deprisa y nos parecía que todo sucedía a gran velocidad. Después de la larga dictadura todo quedaba por hacer: en la política, en la cultura, en el periodismo, en la forma de relacionar­nos unos con otros… En 1977 se convocaron manifestac­iones en las ocho provincias solicitand­o autonomía plena para Andalucía. Éramos partidario­s de un nacionalis­mo, pero no de un nacionalis­mo exaltado como el de los vascos o lo catalanes. El nuestro pretendía ser –nos decía Domínguez Ortiz a los periodista­s– un regionalis­mo sano, como el escalón hacia un conjunto más amplio y que vaya del individuo al país, del país a Europa y de ahí a toda la Humanidad, tal y como decía el himno. Además, creímos que así se acabarían muchas injusticia­s laborales, sobre todo en una tierra llena de caciques y grandes latifundio­s. Por lo menos así no los habían vendido. En todas las capitales de provincia las manifestac­iones se desarrolla­ron con total normalidad, excepto en Málaga, donde resultó muerto por un tiro incontrola­do el joven malagueño Manuel García Caparrós, que trabajaba en la fábrica de cerveza Victoria. Tenía 19 años. Todavía hoy no se sabe de qué pistola salió la bala que lo mató.

EL 143 O EL 151

En 1980, cuando se celebró el referéndum para ver si Andalucía quería ser una comunidad autónoma, un periódico costaba 35 pesetas, una bombona de butano algo más de 500 y el Real Jaén, ciudad donde trabajaba, estaba a punto de desaparece­r. Las heladas destrozaba­n a finales de 1979 los olivares y había una huelga de taxistas y transporti­stas por la subida espectacul­ar de los carburante­s. Y a los jóvenes andaluces nos encantaba Triana: Abre la puerta, niña….

No sé si se acuerdan ustedes, pero en aquel referéndum las ocho provincias andaluzas debían votar ‘sí’ más del 50%, no de los votantes, sino del censo electoral, para alcanzar la autonomía por la vía del famoso artículo 151 de la Constituci­ón. Todos los partidos de izquierda habían hecho la campaña a favor del ‘sí’, pero la Unión de Centro de Democrátic­o (partido que estaba en el Gobierno) y Alianza Popular lo había hecho a favor de la abstención. Este partido apostaba por la vía 143.

El argumento político del gobierno era que la autonomía política de Andalucía estaría garantizad­a tanto por la vía del artículo 143 como por el artículo 151, pero que esta última daría el control del proceso autonómico a los partidos de izquierda.

Éstos, en cambio, defendiero­n que el resultado positivo del referéndum y el consiguien­te acceso a la autonomía por vía del artículo 151 determinar­ía que las cotas de autonomía de la futura comunidad autónoma fueran semejantes a las alcanzadas por el País Vasco, Cataluña y Galicia.

Total, que se celebró el referéndum el 28 de febrero y en todas las provincias andaluzas –excepto en Jaén y Almería– se rebasó ese 50% necesario. Los partidos de izquierda presentaro­n un recurso ante la Audiencia Territoria­l de Granada sobre la votación en Jaén y al final mi provincia también estuvo entre las del ‘si’. Las fuerzas políticas mantuviero­n después un largo forcejeo para desbloquea­r la situación planteada en Almería hasta conseguir que se reconocier­a nuestro derecho a tener una autonomía. Muchos de los que votaron ‘sí’ en aquel referéndum no sé si hoy, visto lo visto, cambiarían su voto. La edad y la experienci­a en la mayoría de las ocasiones hacen a los hombres más conservado­res. Muchos de los que votaron el ‘sí’ están hoy convencido­s de que fue un error permitir que España tuviera diecisiete comunidade­s autónomas, cada una con sus diferentes gobiernos, con sus diferentes intereses y con las mismas corruptela­s.

Justo un año después, el 28 de febrero de 1981, unos días después del intento de golpe de Estado del 23-F, la Asamblea de Parlamenta­rios de Andalucía se reúne en Córdoba para redactar mediante consenso el Estatuto de Andalucía. Una comisión redactora logra mediante ese consenso redactar el texto vigente del Estatuto Andaluz. Hoy hace exactament­e cuarenta años.

YO AL PCE Y TU A AP

Yo no llevaba ni un mes en Granada cuando me tocó cubrir las primeras elecciones autonómica­s. Fueron el 23 de mayo de 1982. Ese año la poesía tuvo una importante cosecha en Granada: Luis Rosales publicaba La Casa

encendida, Luis García Montero ganaba el premio Adonais y Javier Egea, el Juan Ramón Jiménez. Hacía falta mucha poesía para los tiempos que venían. Unos días antes de la campaña electoral se encontró una gran escultura de bronce, datada del siglo III, en una finca próxima a Píñar. Se le llamó el Togado de Periate y se había encontrado sin cabeza y sin mano izquierda, lo que sirvió de chuf la a los guasones para decir que, sin duda, se trataba de un político. Y sí que lo era. Resultó ser el emperador ro

mano Claudio II el Gótico. Por entonces las paredes se llenaban de carteles con los lemas de los partidos para atraer al votante. Recuerdo uno que surgió de la inventiva popular al ser nombrado concejal encargado del cementerio a José Luis Alarcón Morente: “Si quieres un nicho decente, vota a Alarcón Morente”.

Los periodista­s de entonces, igual que los ciudadanos en general, estábamos convencido­s de que vivíamos una época histórica. Yo por entonces vestía con trenka y pantalones vaqueros. Tenía el pelo largo, en mi mentón lucía una perilla becquerian­a y mis gafas eran de intelectua­l al estilo de Sartre, al que, por entonces, admiraba; ahora no tanto. Todo un periodista con carné de progre. Tal vez por ello me enviaron aquel día de las elecciones a la sede del Partido Comunista, que en Andalucía era el PCA. A un redactor, Julio Fernández, que vestía pulcrament­e, con pantalones de tergal y polos de cocodrilos en la tetilla, lo mandaron a la sede de Alianza Popular. Yo creo que en el periódico te mandaban a los sitios según vestías, más que nada para no desentonar con el ambiente.

Nuestra misión era ser testigos, después de los resultados, de la alegría por la victoria o del desánimo por la derrota de los diferentes partidos políticos.

La sede del PCA estaba en la plaza de los Campos, en el edificio del hotel Carlos V. Ya sabíamos que el PSOE había arrasado en los comicios y ocho de los trece representa­ntes granadinos en el Parlamento Andaluz serían socialista­s. Dos serían de UCD, otros dos de Alianza Popular y uno del PCA-PCE, que sería Javier Terriente. El Partido Andalucist­a, increíblem­ente, no sacó ningún parlamenta­rio en Granada. Estaba claro que era el castigo que recibía por haber permitido cambiar la alcaldía de Granada por la de Sevilla. En las elecciones municipale­s de un año antes, cuando se daba por seguro que el andalucist­a Arturo González Arcas iba a ocupar la alcaldía de Granada, un pacto entre partidos hizo que la alcaldía sevillana fuera para los andalucist­as y la de Granada para el PSOE. Muchos votantes andalucist­as no aceptaron ese pacto y no volvieron a votar al PSA.

GANARON LOS ROJOS

A Javier Terriente lo conocía sobre todo por haber asistido a alguna sesión que otra del Club Larra. Este club había sido fundado en los setenta por Jerónimo Páez y Antonio Jiménez Blanco y había sido presidido por José María Rosales de Angulo y por Damián Pretel. Tuvo un importante papel a la hora de difundir actividade­s culturales que no tenían que ver con lo que se había hecho hasta ese momento. Con un marcado acento antifranqu­ista, de alguna manera quería imprimir en la sociedad granadina el soplo de aire fresco necesario para reclamar esa libertad que todos deseábamos. Durante la transición estuvo unos años inactivo y fue refundado en 1985 por Javier Terriente, Rafael Fernández Píñar y Damián Pretel. Todos del PCE.

Javier se encontraba exultante. Primero porque había sido elegido y segundo porque, según sus declaracio­nes y que recogí en mi crónica, “se había acabado por fin el poder de la derecha en Granada”. Era el tiempo de la izquierda en Granada. Los jóvenes socialista­s elegidos representa­ban la apertura y el dinamismo que la sociedad requería.

Los primeros parlamenta­rios andaluces por el PSOE fueron Enrique Cobo, Antonio Jara, Antonio India, Manuel Pezzi, Amalia Jiménez, Juan López Martos, Javier Torres Vela y Antonio Rodrigo.

La campaña fue muy tensa. Los periodista­s no teníamos demasiados problemas al buscar temas para rellenar los espacios que nos asignaban para dar noticias. Recuerdo que en aquella campaña Carrillo se inventó el lema de ‘Juntos podemos’ porque acariciaba la idea de que el PSOE y el PCE podían arrasar en cualquiera de las elecciones que se celebraran. A lo que Alfonso Guerra le dijo que sí, que juntos podemos… pero tomar una copa. El Frente Nacional, el que había creado Blas Píñar, había calado en Granada, donde tenía sus militantes dispuestos a liarla en cualquier momento. Y Eulalia Dolores de la Higuera, que iba en la lista de UCD fue agredida con un botellazo en uno de los mítines. Durante toda la campaña estuvo con una vistosa tirita en la frente y por entonces se dijo que quien le dio con la botella no fue por su afiliación política, sino porque siendo ella miembro (lo de ‘miembra’ nadie lo había reivindica­do todavía) del jurado de las Cruces de Mayo, no había votado por la cruz que se había levantado en el Albaicín, su propio barrio.

Aquellas elecciones fueron el principio del fin de UCD, el partido que estaba en el Gobierno. En Andalucía el primer presidente de la Junta fue el socialista Rafael Escuredo. En octubre de ese mismo año diez millones personas votaron al PSOE y España amaneció socialista, con la imagen de Felipe González y Alfonso Guerra en la sede madrileña alzando los brazos en señal de triunfo. En Granada ese año una Virgen lloró lágrimas de sangre, se incendió la Curia y nos entristeci­mos cuando España quedó eliminada a las primeras de cambio del Mundial de Fútbol que nuestro país organizaba. Para muchos estaba claro que tanta desgracia solo la podía haber traído el que los ‘rojos’ hubieran ganado las elecciones en Andalucía y en España.

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REPORTAJE GRÁFICO: JUAN ORTIZ 2
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1. Primera manifestac­ión en Granada pidiendo la autonomía andaluza. 2. Una de las manifestac­iones pidiendo la autonomía plena. 3. Antonio Jara es felicitado por una vecina. 4. El primer presidente de la Junta fue Rafael Escuredo. Aquí le vemos visitando un pueblo alpujarreñ­o. 5. Antonio Jara entrevista­do por Tito Ortiz tras ganar las elecciones
5 1. Primera manifestac­ión en Granada pidiendo la autonomía andaluza. 2. Una de las manifestac­iones pidiendo la autonomía plena. 3. Antonio Jara es felicitado por una vecina. 4. El primer presidente de la Junta fue Rafael Escuredo. Aquí le vemos visitando un pueblo alpujarreñ­o. 5. Antonio Jara entrevista­do por Tito Ortiz tras ganar las elecciones
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