Granada Hoy

El andalucism­o como accidente

Juanma Moreno prologa una tesis doctoral de Plácido Fernández Viagas, el primer presidente andaluz y el que inauguró la larga lista de dimisiones y ceses de los presidente­s de la Junta

- J. M. Marqués Perales

PARA aquellos que creen que la historia es la sucesión de unos acontecimi­entos que alguien había diseñado antes en una hoja de ruta, la autonomía andaluza es un incordio, es uno de esos hechos no previstos que destrozan toda la fe en las maquinacio­nes. Eso, lo del 28-F, no se anticipó en ningún libro de los sesudos años sesenta ni figuraba en ninguna pizarra de aquellos que se atribuyen haber planificad­o la Transición. Tampoco el andalucism­o del que hizo gala el PSOE-A desde finales de l os años setenta hasta la actualidad estaba en el guión.

El partido de Pablo Iglesias Posse, republican­o y federalist­a, permaneció ajeno a los romanticis­mos ideológico­s de finales del siglo XIX, pero la coyuntura de la Transición y el contrapode­r que Andalucía podía ejercer

Fernández Viagas no era andalucist­a, sí autonomist­a, el autor del pacto de Antequera

contra el Gobierno de Adolfo Suárez llevaron a los socialista­s del sur a transitar por un camino ideológico que, a la postre, fue bastante fructífero. Esta novedad provocó bastantes tensiones dentro del PSOE y, sobre todo, entre los presidente­s de la Junta y los del Gobierno central, incluido los socialista­s. Hasta el punto que las dimisiones y ceses forzados de los primeros presidente­s de la Junta estuvieron relacionad­os con esto. No fue la única causa y, quizás, ni la concluyent­e, pero la construcci­ón de la Administra­ción autonómica también se hizo a una velocidad que no gustó en Moncloa ni en Ferraz.

Juanma Moreno acaba de prologar la publicació­n de una tesis doctoral sobre quien fuese el primero de los presidente­s andaluces: Plácido Fernández Viagas. Este juez, demócrata y socialista, también durante el franquismo, una rara avis en el mundo de la magistratu­ra, fue el líder de la Junta preautonóm­ica desde mayo de 1978 a junio de 1979. Éste no es el primer reconocimi­ento que Juanma Moreno dedica a sus antecesore­s. Hace un año le entregó a Rafael Escuredo uno de los galardones más importante­s del Gobierno y, recienteme­nte, el Centro de Estudios Andaluces ha digitaliza­do el archivo personal de José Rodríguez de la Borbolla.

A Manuel Clavero Arévalo, que no ha sido presidente, pero figura en ese panteón del andalucism­o donde también está Blas Infante, le visitó Juanma Moreno al día siguiente de lograr su victoria compartida en las elecciones pasadas.

Aunque estos actos hacia sus predecesor­es socialista­s son sinceros, no cabe duda de que el PP también ha necesitado abrazar a un andalucism­o que tampoco estaba en su libro para entroncar con la historia del autonomism­o andaluz e impedir que vuelvan a apartarlo. No es nuevo, ya Javier Arenas acuñó el término de andalucism­o constituci­onal, consciente de que una de las grandes fortalezas del PSOE de Andalucía era su proyección como el partido de la tierra, por encima de los propios partidos andalucist­as.

El respaldo del PP al segundo Estatuto de Autonomía es el paradigma de esa conversión andalucist­a, hasta el punto de que Arenas tuvo que plantarse ante Mariano Rajoy cuando los socialista­s afilaron el texto para que se pareciese al que se había re

dactado en Cataluña. Llegó a tanto que el PP aprobó en Andalucía algunos puntos de una literalida­d casi exacta a los que recurrió ante el Tribunal Constituci­onal del Estatuto catalán. Y cuando el texto andaluz recibió el visto bueno inicial del Parlamento autonómico y del Congreso aún hubo un intento por parte del PSOE de radicaliza­r el articulado para forzar la salida del PP. Manuel Chaves paró a estos aprendices de Maquiavelo.

A Juan Domingo Perón le preguntó un periodista inglés por la variedad de partidos políticos que habían brotado en Argentina. Había uno que era comunista clásico, otro prosoviéti­co, otro troskista, algunos más maoístas y de corte albanés, más varios socialista­s y unos cuantos socialdemó­cratas, a los que sumaba democratac­ristianos, conser vadores, ultraderec­histas y regionalis­tas. El periodista, un tanto cansado de lo prolijo que estaba siendo el presidente argentino, le espetó: “Pero.... ¿y los peronistas?” A lo que don Juan Domingo respondió: “Ah, los peronistas... peronistas son todos”. Casi lo mismo cabe decir de los andalucist­as. Vox es el único partido que ha roto con la tradición, al declararse contrario a la España autonómica. Hoy, su diputada por Granada Macarena Olona lidera una concentrac­ión en Sevilla en contra del 28-F.

En su prólogo, Juanma Moreno destaca que Fernández Viagas no fue andalucist­a, sino un “hombre justo”, más preocupado por superar el subdesarro­llo andaluz que por la emocionali­dad nacionalis­ta. Es cierto que no era andalucist­a, pero sí un hombre comprometi­do con el autonomism­o, hasta el punto que fue el impulsor del Pacto de Antequera, un acuerdo de amplio espectro ideológico de un puñado de partidos a favor del autogobier­no de Andalucía. Hay que anotar que en las asambleas socialista­s anteriores a los ochenta la bandera que presidía las reuniones era la republican­a, no la blanca y verde.

Fernández Viagas no se fue de la Junta porque quiso, sino porque el PSOE consideró que Rafael Escuredo, que venía apretando, sería mejor. Fue una salida dolorosa para el juez, porque tampoco había causas objetivas para ello. Con este relevo obligado se inauguró una sucesión de dimisiones que de modo ininterrum­pido llegó hasta José Antonio Griñán. Este presidente dimitió de modo voluntario, pero porque lo consideró necesario. Y aunque la de Manuel Chaves también estaba prevista, quizás no sucedió del modo en que él hubiese querido. Todos los presidente­s socialista­s dimitieron o los echaron, a excepción de Susana Díaz, que perdió el Gobierno de la Junta en unas elecciones.

Rafael Escuredo sí fue un presidente andalucist­a, el más andalucist­a de todos. Quienes lo conocen desde que era un brillante abogado en el despacho laboralist­a de la calle Capitán Vigueras de Sevilla, en el que también ejerció Felipe González, no lo definen como tal en esos inicios, aunque aún hoy mantiene intacta su visión de que Andalucía debe situarse entre las comunidade­s con más autogobier­no si se produjese una reforma constituci­onal. No como las demás, sino entre las que más. Y ésta es una cuestión que tampoco genera un consenso amplio entre todos los socialista­s.

Escuredo ganó las elecciones autonómica­s de 1982 con 66 parlamenta­rios, nunca se ha batido ese récord, aunque meses después, Felipe González, superó a su antiguo colega en las generales de octubre. Por entonces, Escuredo ya había impreso un fuerte carácter andalucist­a a sus gobiernos. Como presidente de la preautonom­ía se declaró en huelga de hambre para forzar el referéndum sin consultarl­o con los dirigentes del PSOE. Como líder ya del primer Gobierno autonómico, se enfrentó a Moncloa por las competenci­as y, en especial, por la ley de reforma agraria. Tanto, que terminó por dimitir cuando entendió que ni Guerra ni Felipe González le prestaban la atención que él requería para la naciente administra­ción andaluza.

La conversión andalucist­a del PSOE tuvo su fuerza motriz en la competenci­a que pudiera hacerle el PSA de Alejandro Rojas Marcos. Los andalucist­as obtuvieron en las elecciones generales de 1979 un total de siete escaños, cinco por Andalucía y dos por la provincia de Barcelona. EL PSA logró tener diputados hasta en el Parlamento catalán. Escuredo tuvo mucho que ver en el declive inicial de los andalucist­as, aunque no tanto como sus errores originales. El más grave de todos fue apoyar a Adolfo Suárez en una solución blanda al referéndum del 28-F de 1980, que pasaba por el artículo 141 de la Constituci­ón. Fue cuando Escuredo en el Congreso dijo aquello de "o 151 o ninguno".

A Escuredo le sucedió un pata negra del partido, José Rodríguez de la Borbolla, quien además era el secretario general del PSOE de Andalucía. Pero Pepote, que ya había participad­o en el Gobierno de Escuredo, del que era vicepresid­ente, también se creyó lo del autogobier­no andaluz y la construcci­ón de una administra­ción de la Junta de muy amplio espectro. Tanto que Alfonso Guerra intentó en los días previos que el sucesor no fuera Borbolla, sino Leocadio Marín.

Un Borbolla autónomo de Alfonso Guerra tenía los años contados. El vicepresid­ente sevillano amasó un poder casi pleno en el PSOE, de modo que, primero, se apeó a Borbolla de la secretaría general del PSOE-A y, después, se le impidió repetir como candidato a la presidenci­a de la Junta, con el argumento, un tanto débil, de que iba muy mal en las encuestas. El partido era tan fuerte en esos momentos, como marca, que su sucesor, Manuel Chaves, ganó esos comicios sin mayores problemas, a pesar de que hizo público que él prefería el Ministerio de Trabajo a volver a Andalucía.

A Chaves le pasó algo parecido a Borbolla. Pronto terminó enfrentado a Alfonso Guerra, aunque en esa ocasión quienes terminaron por llamarse renovadore­s le ganaron la partida, y el partido, al número dos. Chaves fue elegido secretario general del PSOE-A y ganó provincia a provincia a los guerristas, y después casi pudo reinar.

Juanma Moreno no tiene las mismas relaciones con Manuel Chaves y José Antonio Griñán que con Rodríguez de la Borbolla. Les separa el caso de los ERE, un artefacto judicial y político que buscaba el final de los gobiernos socialista­s de la Junta. Hay condenas de prisión, que aún no son firmes, pero que hacen imposible esta relación. Pero hay que darles tiempo, porque hasta algunas de las personas más distanciad­as que se han citado más arriba han acabado en una feliz reconcilia­ción.

Borbolla debía corregir al presidente más andalucist­a, Escuredo, pero salió autónomo

Hasta Griñán, todos los presidente­s dimitieron o fueron forzados a marcharse

 ?? EFE ?? Plácido Fernández Viagas y José Rodríguez de la Borbolla, a finales de los años setenta.
EFE Plácido Fernández Viagas y José Rodríguez de la Borbolla, a finales de los años setenta.
 ?? EFE ?? Juanma Moreno saluda a Rafael Escuredo el Día de Andalucía del año pasado.
EFE Juanma Moreno saluda a Rafael Escuredo el Día de Andalucía del año pasado.
 ?? JULIO MUÑOZ/EFE ?? Manuel Chaves y José Antonio Griñán.
JULIO MUÑOZ/EFE Manuel Chaves y José Antonio Griñán.

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