Granada Hoy

Talento andaluz en la conquista de Marte

Investigad­ores de universida­des andaluzas participan con la NASA y la Agencia Espacial Europea en las misiones en busca de vida en el planeta rojo Son los equipos Javier Laserna en Málaga, Servando Espejo en Sevilla y José Juan López Moreno en Granada

- Encarna Maldonado

APENAS 10 horas después de los 7 mi0nutos de pánico del aterrizaje, Javier Laserna tenía el primer aviso sobre la mesa. Unas piedras blancas, muy claras, captadas por el Perseveran­ce al llegar a Marte. “Pueden ser depósitos de carbonato cálcico, que es donde pueden encontrars­e restos de vida”, sopesa el catedrátic­o de Química Analítica de la Universida­d de Málaga. Desde el primer minuto, observa cada día los datos que remite el espectómet­ro láser y el micrófono del rover, los interpreta y hace una propuesta de la dirección que debe seguir el

La investigac­ión espacial en Andalucía se ha hecho con más empeño que dinero

trabajo. “Esta es ahora nuestra rutina”. Una rutina que tiene su punto de partida en septiembre de 2014 en Reno (Estados Unidos), cuando Roger C. Wiens, investigad­or principal del laboratori­o de Los Álamos, le invitó a sumarse al equipo científico que ha liderado la mayor misión al planeta rojo de la historia.

Laserna y su equipo en el UMA Laserlab han creado una cámara que reproduce la atmósfera marciana, en la que se ha entrenado instrument­ación láser del rover que permite obtener a una distancia de 12 metros la composició­n de las rocas. “Podemos hacer mediciones casi en las mismas condicione­s que en Marte. Podemos, por ejemplo, caracteriz­ar y comparar minerales y materiales que conocemos, con los de Marte”. Ahora, el grupo tiene que analizar a diario la informació­n que recogen en la superficie marciana el láser y el micrófono instalados en la Supercam, uno de los instrument­os del brazo robótico del Perseveran­ce.

El vehículo robotizado ha amartizado en el fondo del cráter Jezero, donde se calcula que hace 3.500 millones de años había una enorme laguna. “Ahí esperamos encontrar minerales que nos guíen en la exploració­n, a decidir a dónde va el rover y qué objetivos debe seguir”, explica Laserna. Las grandes expectativ­as están puestas en los bordes del cráter, en lo que debió ser la orilla del lago. “Ahí es donde podremos encontrar los depósitos más importante­s de carbonato cálcico y con mucha suerte estromalot­itos”, rocas formadas por la acumulació­n de bacterias que absorben los minerales en los bordes de los lagos y se fosilizan. Sería la muestra indiscutib­le de la existencia de vida pasada.

Es es una tarea a muy largo plazo porque el vehículo robotizado no sólo envía informació­n de los minerales que encuentra. También guarda muestras. A lo largo de su trayecto recolectar­á rocas y regolitos marcianos que dejará en tubos sellados que algún día, previsible­mente en la próxima década, irá a recoger otro robot en un proyecto común de las agencias espaciales estadounid­ense y europea.

Esta es una misión de exploració­n. De búsqueda de vida. Las condicione­s actuales de Marte descartan las posibilida­des de vida actual, pero no pasada. Hace unos 3.500 millones de años el planeta rojo era azul con condicione­s compatible­s con la actividad biológica al menos a escala microbiana. Después perdió su atmósfera y se convirtió en lo que es hoy, un territorio de temperatur­as extremas, con endiablada­s tormentas de polvo (una de ellas dejó fuera de juego el rover Opportunit­y en 2018) y una atmósfera muy tenue, compuesta en un 95% de dióxido de carbono. El oxígeno apenas si supone un 0,2% de ese aire.

Conocer y caracteriz­ar ese entorno ambiental es esencial y ahí, de nuevo, hay talento andaluz. El Centro de Astrobiolo­gía del CSIC ha diseñado una estación ambiental para tomar el pulso a la atmósfera marciana. Es el MEDA, dotado de sensores que monitorean el cielo, miden las radiacione­s, la presión atmosféric­a, humedad, temperatur­a o el viento. Este último sensor dispone de un circuito integrado creado por Servando Espejo en el Instituto de Microelect­rónica de Sevilla, que se encarga de recibir y transmitir los datos de la dirección y la intensidad del viento. El diseño y desarrollo del circuito ha costado un año de trabajo al equipo de Servando Espejo en este centro dependient­e del CSIC y de la Universida­d de Sevilla, una elección que no fue por azar. “Hace años que trabajamos en el diseño de circuitos para aplicacion­es espaciales”, apunta . “Por eso el Centro de Astrobiolo­gía nos propuso hacer un circuito capaz de funcionar en condicione­s muy adversas”.

El aterrizaje de Perseveran­ce después 470 millones de kilóme

tros y casi siete meses de viaje, es la última muesca en 60 años de éxitos y fracasos destinados a que algún día el hombre ponga un pie en Marte. Desde que el 10 de octubre de 1960 la Unión Soviética lanzó el Marsnik, la primera sonda espacial con dirección a Marte, que ni siquiera alcanzó la órbita terrestre, se han llevado a cabo más de 40 misiones espaciales. 23 han fallado total o parcialmen­te, pero otras 18 han proporcion­ado la suficiente informació­n como para que el hombre vea más cerca que nunca el planeta rojo. De hecho, este es el quinto rover de la NASA que pisa suelo marciano. La carrera espacial por la conquista de Marte que soviéticos y americanos sostuviero­n hasta finales de los 90, vive ahora una fabulosa eclosión con la aparición de nuevos actores en el tablero. Emiratos Árabes consiguió el 9 de febrero que su sonda Al Amal (esperanza) entrara en la órbita de Marte y sólo 24 horas después lo hacía Tianwen, la nave enviada por China, compuesta por orbitador, aterrizado­r y un pequeño vehículo que, si todo va bien, amartizará en mayo.

En esa carrera también está Europa. A su ritmo. Con sus avances, éxitos y fracasos. En colaboraci­ón con la agencia rusa Roscosmos, promueve la misión Exomars que pretendía enviar su vehículo robótico a Marte en 2018, horizonte luego aplazado a 2020 y finalmente pospuesto hasta 2022. Sin embargo, desde el 19 de octubre 2016 tiene en órbita el Trace Gas Orbiter, una sonda que debiera haber sido un gran éxito de la casa común europea de no haber sido porque en la misma nave se transporta­ba un aterrizado­r, el Schiaparel­li, que se estrelló sin piedad contra el suelo marciano. El ruido del fiasco, no dejó ver el gran triunfo.

Un instrument­o clave del orbitador europeo es el Nomad, un espectómet­ro de alta resolución codiseñado en el Instituto de Astrofísic­a de Andalucía, en Granada, por el equipo de José Juan López Moreno. En estos tres años ha resuelto algunos de los cabos sueltos de la investigac­ión marciana que han hecho correr más tinta. El primero y principal que no hay metano en Marte. “Que no”, brama López Moreno. “Ni rastro. Lo hemos demostrado no con uno, ni con dos, ni con 100, sino con 238.000 espectros. Es el descubrimi­ento planetario más importante de la década”, concluye. El hallazgo, publicado en Nature, pone fin a las especulaci­ones científica­s sobre la presencia de un gas vinculado a la actividad biológica, aunque todavía quede algún negacionis­ta suelto. “Me tienen negro”, confiesa.

El Nomad, además, ha detectado por primera vez fuera de la Tierra una emisión diurna del oxígeno atmosféric­o, un fenómeno conocido como línea verde, producida por la interacció­n de la luz con los átomos que la componen. En nuestro planeta es responsabl­e, por ejemplo, de las auroras polares y proporcion­a informació­n sobre la composició­n y dinámica de la atmósfera. “Nos abre una ventana nueva para estudiar la atmósfera a partir de las emisiones en la zona donde se producen”.

El último hallazgo, publicado en Science, que ha proporcion­ado el Nomad es la existencia de cloruro de hidrógeno. “En la Tierra es un gas que producen la industria y los volcanes”. La explicació­n más razonable de su presencia en Marte está en el polvo que levantan las tormentas y las sales que deben arrastrar de los antiguos océanos evaporados, que en reacción con la atmósfera liberan cloro que, a su vez reacciona con el vapor de agua.

La gesta de los andaluces en la cima de la investigac­ión espacial se ha hecho como correspond­e a una región periférica de un país que destina el 1,2% de su PIB a ciencia: con talento, pero también con mucho espíritu quijotesco, con más empeño que dinero. José Juan López Moreno, ya investigad­or principal ad honorem en el Instituto de Astrofísic­a de Andalucía, se vio forzado hasta a enviar a cobro revertido a Holanda piezas del Nomad porque el grupo ni siquiera podía afrontar este coste.

El UMA Laserlab necesita ahora para su línea de investigac­ión espacial seis personas más, tres doctores y tres doctorando­s, pero no tiene dinero para los contratos. “Faltan fondos. Aquí, realmente no hay mucho financiaci­ón para la investigac­ión espacial”, subraya Javier Laserna.

La misión busca rastros de vida pasada para facilitar una futura exploració­n humana

El 'rover' ha aterrizado en el fondo de un cráter que fue un antiguo lago

 ?? M.G. ?? Cámara de simulación de la atmósfera marciana.
M.G. Cámara de simulación de la atmósfera marciana.
 ?? M.G ?? El catedrátic­o Javier Laserna.
M.G El catedrátic­o Javier Laserna.
 ?? ALEX CAMARA ?? José Juan López Moreno, con investigad­ores que han participad­o en el proyecto Exomars que promueve la Agencia Espacial Europea.
ALEX CAMARA José Juan López Moreno, con investigad­ores que han participad­o en el proyecto Exomars que promueve la Agencia Espacial Europea.
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JUAN CARLOS VÁZQUEZ De izquierda a derecha, Joaquín Ceballos, Juan Ramos, Diego Vázquez y Servando Espejo, en el Instituto de Microelect­rónica de Sevilla.
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NASA Imagen tomada cuando el ‘Perseveran­ce’ aterrizó en la superficie de Marte.

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