El Gobierno francés tiende la mano al electorado de ultraderecha
● El Ejecutivo galo emprende una estrategia tan polémica como incierta
A poco más de un año de las próximas elecciones presidenciales, el Gobierno francés ha emprendido una estrategia tan polémica como incierta: tenderle la mano abiertamente al electorado de extrema derecha, feudo natural de Marine Le Pen.
El llamamiento lanzado por el ministro del Interior, Gérald Darmanin, no dejaba lugar a dudas. “Quiero que nos voten. Deseo que entiendan que podemos responder a su rabia y mostrar que Le Pen vive de los problemas, que no quiere resolverlos. Porque cuando no hay problemas, no existe”, dijo.
Este proceso ha ido ganando fuerza desde el debate televisado que enfrentó cara a cara al ministro y a la líder de la Agrupación Nacional, el pasado día 11, donde por momentos parecieron invertirse los roles políticos y fue él quien defendió con mayor firmeza políticas contra el islamismo.
“El islam es una religión como cualquier otra. Yo estoy profundamente comprometida con nuestros valores. Quiero conservar su libertad total de organización y de culto”, dijo Le Pen frente a un Darmanin que había criticado que su estrategia de desdemonización de la derecha la estaba llevan a ser demasiado “blanda”.
En ese encuentro en el que costó distinguir la palabra de una y otro la ultraderechista vio cómo los reproches a su moderación en temas sensibles como el laicismo la ayudaron de forma inesperada a alejar su imagen de los excesos de su padre, Jean-Marie Le Pen.
Que Darmanin dijera días después en la emisora RTL que ella es “una enemiga de la República” no borró la sorpresa de quienes escucharon su duelo dialéctico, que avergonzó a ciertos representantes de la mayoría presidencial.
Para el politólogo Jean-Yves Camus, director del Observatorio de Radicalizaciones Políticas, intentar seducir a la población ultraderechista es una estrategia abocada al fracaso, tal y como han demostrado otras tentativas en el pasado. “Es un electorado no recuperable por los partidos tradicionales porque hace tiempo que no encaja en la división entre derecha e izquierda. No creen ni en una ni en otra. Buscan un cambio completo de orientación política”, explica.
Y el presidente, Emmanuel Macron, según su análisis, representa lo que ellos detestan: es un enar
ca, como se conoce a los formados en la prestigiosa Escuela Nacional de la Administración (ENA), hizo carrera en la banca privada y abandera el europeísmo.
Le Pen buscaba borrar su fallida intervención en el que la opuso a Macron entre las dos rondas de las presidenciales de 2017, donde sus titubeos en materia económica frenaron su avance.
Ahora, las intenciones de voto vuelven a colocarla en buena posición de cara a los siguientes comicios, adelantando a Macron en la primera ronda y, según un sondeo de Harris Interactive de finales de enero, a sólo tres décimas de distancia en la última y segunda.
Sus esfuerzos por limpiar la imagen de su partido, cumplidos diez años desde que llegara a su presidencia, están funcionando, aunque el dique republicano que tradicionalmente aglutina al resto de formaciones en su contra para evitar su eventual victoria siga jugando en su contra. Las regionales de junio serán una nueva oportunidad para medir sus fortalezas.
Según un sondeo de OpinionWay difundido el viernes por el diario Les Échos, si la primera vuelta tuviera lugar hoy un 23% daría su voto al conservador Los Republicanos, un 20% a la Agrupación Nacional y un 17% al macronista La República en Marcha y a su socio centrista, el Modem.
A un año de las presidenciales, los sondeos sitúan en buena posición a Marine Le Pen