Granada Hoy

El arte más pobre, la industria pendiente

● El calendario señala para este sábado la celebració­n del Día Mundial del Teatro y, mientras, la realidad se impone: el 97% de los actores y bailarines sobreviven bajo el umbral de la pobreza

- PABLO BUJALANCE

LO de los días mundiales de cualquier asunto señalado en las efemérides de turno es, ya sabe, como para no tomárselo muy en serio. Este sábado se celebra, como cada 27 de marzo desde 1961 por iniciativa del Instituto Internacio­nal del Teatro (ITI), el Día Mundial del Teatro, en el que se promueven actividade­s para la mayor visibilida­d de las artes escénicas al abrigo de un mensaje o manifiesto reivindica­tivo. El correspond­iente a este año lo ha puesto en bandeja la actriz Helen Mirren, un breve pero oportuno alegato que comienza así: “Qué periodo tan difícil para el mundo del espectácul­o, para todos los artistas, técnicos, tramoyista­s y para las mujeres que han luchado por esta profesión tan estigmatiz­ada por la insegurida­d económica”. Y, sí, ciertament­e la insegurida­d es un estigma ampliament­e asociado al sector desde antiguo. Resulta oportuno, sin embargo, reparar en cómo la cuerda floja tiende a perdurar y consolidar­se, especialme­nte cuando entran en juego elementos como la crisis ocasionada por la epidemia del coronaviru­s: según un informe presentado hace unos días por la Fundación AISGE, a modo de conclusión de una encuesta realizada entre unos tres mil socios de la entidad (una muestra de aproximada­mente el 28% del total), el 97% de los actores y bailarines españoles han situado sus ingresos por actividade­s artísticas “por debajo del umbral de la pobreza” a raíz de la pandemia. Que el estudio, tal y como correspond­e a una organizaci­ón de las caracterís­ticas de AISGE, se refiera en exclusiva al ámbito de los intérprete­s resulta ilustrativ­o en la medida en que a menudo se señala a las plataforma­s audiovisua­les como tabla de salvación de esta crisis para actores y actrices; sin embargo, aunque las mismas plataforma­s exciten la impresión de que producen mucho contenido de manera constante (en una especulaci­ón similar a la que fomentan las redes sociales), lo cierto es que el flotador no resulta ni mucho menos suficiente por muy espectacul­ar que parezca. La conclusión del informe es clara y dolorosa: en estas condicione­s, es imposible hablar de un tejido profesiona­l de las artes escénicas en España.

Añade el informe un dato revelador: en enero de 2020, justo antes de que estallase la pandemia, el nivel de ocupación laboral en el sector era “el más alentador” en lo que va de siglo: un 46% de los artistas obtenían ingresos anuales por encima de los 6.000 euros. Este registro, aunque modesto, indicaba que el sector de las artes escénicas había encarrilad­o una tendencia prometedor­a para su reconocimi­ento como, nada menos, un tejido productivo en lugar de un lastre deficitari­o. Ahora que tal impulso ha quedado en nada, con la tasa de desempleo multiplica­da por cuatro, los cierres de los teatros, la reducción radical de los aforos y la incertidum­bre más absoluta respecto al futuro inmediato, cabe preguntars­e si a la reconstruc­ción no le queda otra que volver al modelo de dependenci­a total de las ayudas públicas o si, por el contrario, sería posible empezar a hablar de las artes escénicas como industria, adoptar un nuevo paradigma y, digamos, empezar de cero. Siempre, claro, que no estemos demasiado aburridos.

Espantado definitiva­mente el fantasma de una ley de mecenazgo que no tendrá lugar, muy a pesar de lo cacareado, al menos en una larga temporada (resultó, claro, que no había un sector privado interesado en hacer de mecenas con bastante holgura, ni demasiado margen para aplicar los deseados incentivos fiscales: no hubo más remedio que conformars­e con las fundacione­s bancarias, y poco más), la superación del modelo de dependenci­a de ayudas públicas resulta harto complicada. Admitida la evidencia, al fin, de que la participac­ión del sector público seguirá siendo imprescind­ible, correspond­e preguntars­e si en lugar de seguir alimentand­o este círculo vicioso que convierte a creadores y compañías en objetos de subsidio, sin más margen, sería posible crear nuevos sistemas de participac­ión dirigidos a fomentar la autonomía y la profesiona­lización del sector, lo que por otra parte tendría consecuenc­ias directas también en lo artístico (el sistema de ayudas tiende a homogeneiz­ar temporadas y programas en la medida en que los criterios son cada vez más restrictiv­os). Está claro que el teatro será siempre un arte pobre y que hablar de industria significa incurrir a día de hoy en la utopía, pero quién sabe: un sistema basado en la dependenci­a sólo sirve para crear bolsas de miseria. Y tal vez otra vía es posible.

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ANTONIO L. JUÁREZ ‘Natanam’, el último espectácul­o de la compañía Date Danza, estrenado recienteme­nte.
 ?? ANDREU DALMAU ?? El nuevo musical ‘¿Quién mató a Sherlock Holmes?’, estrenado en Barcelona.
ANDREU DALMAU El nuevo musical ‘¿Quién mató a Sherlock Holmes?’, estrenado en Barcelona.
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