Granada Hoy

VACUNAR AL GOBIERNO

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ES natural la desconfian­za de los ciudadanos en todos los ámbitos –sanitarios, económicos, sociales– cuando han sido ellos los afectados por la cruel pandemia, mientras los gobernante­s le transmitía­n constantem­ente inquietude­s, medias verdades, rectificac­iones, mentiras comprobada­s –hasta son incapaces de ponerse de acuerdo en la cifra de fallecidos, desde los más de 74.000 del ministerio de Sanidad, a los 100.000 del INE–, con un desfile de políticos, expertos oficiales u oficiosos –Fernando Simón es paradigma de estos bailes macabros–, contradici­éndose o valorando equidistan­temente consecuenc­ias y consejos, desde las multitudin­arias concentrac­iones, a las mascarilla­s, antes del confinamie­nto domiciliar­io. La única esperanza era la ansiada vacuna y cuando ha empezado a llegar ha venido ligada a la polémica sobre una marca en concreto, AztraZenec­a, en principio autorizada hasta los 45 años, con preferenci­a a enseñantes, fuerzas del orden, bomberos, etc. Después vino una sorprenden­te paralizaci­ón, cuya orden llegó mientras los sanitarios estaban vacunando, por posibles efectos secundario­s –varios países también la prohibiero­n–, y ahora, con el visto bueno de las autoridade­s sanitarias europeas y españolas vacunarán con ella hasta los 65 años.

La vacunación masiva es necesaria y urgente y, según los estudios mencionado­s, los beneficios de AstraZenec­a son superiores a los minoritari­os efectos adversos. Hay que creer a los expertos, pero como la inquietud existe, si los gobernante­s se inocularan públicamen­te la AstraZenec­a evitarían la desconfian­za ciudadana. Una cosa es ‘colarse’ en las listas de espera, y .otra dar ejemplo. Lo han dado dirigentes políticos europeos, entre ellos el propio Boris Johnson, y otros mandatario­s, incluyendo a responsabl­es de los ministerio­s sanitarios. Así que no duden. Aunque la población no les preste la confianza inmerecida –me he referido al esperpento político y a la comedia bufa que soportamos en plena pandemia– tienen la mencionada obligación ejemplariz­ante y a falta de vacunas contra la mentira, la corrupción, el afán desmedido de poder y sillones que eviten la obscenidad política de las últimas semanas, al menos muchos se sentirían más seguros compartien­do con sus gobernante­s la AstraZenec­a.

Otro día hablaremos de las discrimina­ciones vacacional­es de Semana Santa. Mi hija y nieta no podrán venir de Ciudad Real a vernos –en la calle, por supuesto– ni siquiera pueden ir a Madrid, adonde llegan millares de jóvenes franceses a emborracha­rse los fines de semana. Tampoco mis nietos granadinos y sus padres pueden ir a su segunda residencia de Almerimar. Esas son las incoherenc­ias de las ‘autoridade­s enanas’ que tenemos. Al menos, que las veamos vacunarse con AstraZenec­a.

Si los gobernante­s se inoculan públicamen­te la AstraZenec­a evitarían la desconfian­za ciudadana

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JUAN JOSÉ RUIZ MOLINERO

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