Granada Hoy

Un control impidió una masacre en el centro de Sevilla

- M. Barea

Mucho antes de que ETA sacudiera Sevilla con el asesinato del concejal Alberto Jiménez Becerril y su esposa AscensiónG­arcía Ortiz la madrugada del 30 de enero de 1998, la banda terrorista había planificad­o contra esta ciudad el que habría sido uno de los atentados más sanguinari­os de su historia. El 2 de abril de 1990 un control de la Guardia Civil impidió una masacre en la

Plaza de la Gavidia, en pleno corazón de la ciudad.

Ese día, Lunes Santo –en breve se cumplirán 31 años de aquel episodio–, un coche fue intercepta­do en las inmediacio­nes de Santiponce. Al volante iba Henri Parot, y en el interior del vehículo amonal suficiente como para abrir un cráter en La Gavidia, donde entonces se encontraba la comisaría central de la Policía Nacional. Enfrente, el edificio de El Corte Inglés. Parot llevaba en su cabeza otro infierno como el que los terrorista­s provocaron en el centro comercial de Hipercor, en Barcelona (1987). No sería el único ataque de ETA ese día: otro coche cargado con más explosivos estaba preparado para causar la muerte y el terror frente a las instalacio­nes de Construcci­ones Aeronáutic­as (CASA).

Pero Parot no contaba con aquella barrera formada por un dispositiv­o de la Guardia Civil. Éstos observaron el morro del automóvil más levantado de lo normal, debido a los 300 kilos de amonal. Dieron el alto. El terrorista no obedeció, respondió a tiros, pero fue reducido y detenido por los agentes José Infante Borrero y Adolfo López. No tenían ni idea de quién era el hombre al que tenían ya inmoviliza­do. Pensaban que se trataba de un delincuent­e comón. Se enteraron de quién era y qué pretendía cuando eran tratados de sus heridas en el enfrentami­ento.

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