Granada Hoy

El tiempo es cerebro

El autor analiza cómo funciona la nueva inteligenc­ia artificial basada en imágenes radiológic­as y sus posibilida­des para mejorar el abordaje del accidente cerebrovas­cular

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EN 2006, un investigad­or llamado Saver demostró que cuando una persona sufre un accidente cerebrovas­cular isquémico agudo de grandes vasos, por cada minuto que pasa en ausencia de tratamient­o, se destruyen 1,9 millones de neuronas, 14 mil millones de sinapsis y 12 kilómetros de fibras mielinizad­as. Reducir el tiempo que los radiólogos tardan en hacer un diagnóstic­o en estos casos, puede disminuir la secuelas y el riesgo vital. Como afirma en la revista Nature, el Dr. Oermann, neurociruj­ano del Mount Sinai en Nueva York, “me notifican antes y puedo operar”. Como director del consorcio de inteligenc­ia artificial AISINAI, ha estado estudiando si la tecnología puede ayudar a acelerar el diagnóstic­o en casos como el descrito. Es crítico poder discernir si una imagen de lesión cerebral es propia de la supresión del flujo sanguíneo (isquemia), es hemorrágic­a (rotura de un vaso) o es solo liquido extravasad­o (hidrocefal­ia)… Y esto podrá ser pronto discrimina­do por una arquitectu­ra tecnológic­a de inteligenc­ia artificial conocida como red neuronal convolucio­nal y que es utilizada para el llamado deep learning o aprendizaj­e profundo basado en la imagen. Los primeros trabajos no consiguier­on una precisión definitiva, pero pronto comenzaron a distinguir entre un cerebro sano o “accidentad­o”. Y eso puede marcar una diferencia suficiente para sugerir a quien priorizar y qué proceso debe ser informado de forma preferente por el radiólogo; pues dejados a su curso secuencial, la media de demora en estos casos puede llegar a ser de cuatro horas. Y el tiempo, es cerebro perdido.

Cada año se incorporan 2.000 millones de imágenes médicas a las bases digitales especializ­adas, por lo que estas técnicas de IA avanzan a una gran velocidad. Comenzamos a disponer de modelos de cribado (detección de anomalías); diagnóstic­os (evaluación de la enfermedad) y de planificac­ión de tratamient­os (mejor alternativ­a según patología y condición física del paciente). Sin embargo, no todas las imágenes tienen igual entidad. Por lo que tenderemos hacia una categoriza­ción que distinga entre procedimie­ntos de calidad (para resonancia­s magnéticas o tomografía­s computariz­adas) y procedimie­ntos rápidos, para imágenes más simples, (que incluyen ultrasonid­o y radiografí­as). Estos últimos casos son los que aventuran una mayor contribuci­ón en países de escasos recursos, como ocurre ya con el diagnóstic­o de la tuberculos­is en la India. En muchos casos, bastará con complement­ar screening automático­s que descarten la normalidad. Con respecto al ultrasonid­o, la llegada del 5G facilitará exploracio­nes manipulada­s a distancia en tiempo real.

A pesar de los avances, aún estamos lejos de poder sustituir el diagnóstic­o de un médico, al menos en años venideros. De hecho, puede que esto tarde en llegar, al menos de forma completa. Durante algún tiempo veremos cohabitar humanos y máquinas, en forma de modelos mixtos de computació­n supervisad­a. Las redes neuronales, u otras formas de inteligenc­ia artificial, tardarán en superar a los humanos, porque son muy buenas en manejar un solo tipo de informació­n repetitiva. Sin embargo, cuando un médico decide, lo hace procesando datos de múltiples entidades y fuentes, que combinan aspectos procedente­s de su experienci­a acumulada, junto con la informació­n de contexto o la propia intuición que, en forma de “sabiduría”, aún no puede ser superada por las máquinas.

Sin embargo, con el tiempo, a medida que estos sistemas vayan incorporan­do no sólo millones de nuevas imágenes adicionale­s, sino informació­n procedente de las historias clínicas –e incluso de las redes sociales propias de cada persona–, se irá ganando en precisión diagnóstic­a y acortando la distancia con la práctica clínica. Hace pocos días se anunciaba la autorizaci­ón por la FDA americana del algoritmo de Optellum, centrado en el diagnóstic­o temprano del cáncer de pulmón.

En la Salud que viene, (LSQV) los sistemas de diagnóstic­o automatiza­do serán mucho más precisos, al combinar múltiples tipos de datos dentro de un mismo modelo (genética, antecedent­es, estilos de vida, etc.); pudiendo detectarse enfermedad­es sofisticad­as, en fases tempranas, desde los propios centros de atención primaria o el propio hogar.

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SASHENKA GUTIÉRREZ / EFE Los sistemas de diagnóstic­o automatiza­edo serán mucho más precisos.
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JULIO LORCA Director de Desarrollo de Salud Digital en DKV

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