Granada Hoy

“Como paciente quiero que me toquen”

- Miguel Lasida M. G.

–El alcalde, el cura, el médico y el boticario han sido insignes en los pueblos de España.

–Así fue. Ahora, en muchos pueblos, las boticas son los únicos establecim­ientos abiertos. Ojalá el resto de los sistemas copiaran el modelo de prestación farmacéuti­ca.

–Hubo dos meses, durante el estricto encierro domiciliar­io, en que el ciudadano apenas veía en la calle al tendero, al quiosquero y al boticario. ¿Una fuerza viva perpetua?

–Más que una fuerza viva es un establecim­iento sanitario esencial. En esos meses, mas de 30 millones de españoles visitaron las oficinas de farmacia, señal de su importanci­a.

–Desde el principio de la pandemia las farmacias se ofrecieron al sistema de salud para todo. No hubo tan buena acogida finalmente.

–La acogida de los ciudadanos y de los medios ha sido excelente. Distintas han sido las administra­ciones, que han dejado mucho que desear. La de Andalucía, sin embargo, ha sido sensible y hubo colaboraci­ón, por ejemplo, para que los medicament­os hospitalar­ios llegasen a los ciudadanos. También estuvo el reparto de mascarilla­s, las que había. Está también la vacunación. Las farmacias podrán ser centros de vacunación cuando haya muchas más.

–En otras comunidade­s, las farmacias han hecho pruebas diagnóstic­as. ¿Por qué aquí no? ¿Hubo temor a la respuesta de los enfermeros, que se pronunciar­on en contra? –Quiero pensar que no. Sería una dejación funciones. Supongo que han creído que era suficiente con el servicio que había. Que se podía hacer de otro modo es evidente, como se ha hecho en Madrid, Galicia o Cataluña.

–Han andado a la gresca con los representa­ntes de los enfermeros. ¿Invitaría a algún dirigente a una cerveza en una mesa de cuatro?

–Por supuesto. No estamos a la gresca con nadie. La profesión farmacéuti­ca tiene el fin de trabajar por el paciente y avanzar en una sociedad en la que sería importante la unión de sus sanitarios. Llevamos 800 años presentes en el planeta, no tenemos las necesidade­s de gresca que tienen profesione­s con menos tiempo. Quizá tengan problemas internos que en este contexto se vean más patentes.

–Los farmacéuti­cos no tienen un sindicato, pero tienen el colegio profesiona­l, el primo de Zumosol. –Defendemos los intereses profesiona­les, no sindicales. Confundir esos intereses es ir por mal camino. –Más hitos: las víctimas de malos tratos usaron las farmacias durante el encierro para denunciarl­os. –La iniciativa ha sido copiada en Europa y Latinoamér­ica. Fue la operación Mascarilla­s 19, muy importante entonces. El caos era importante y fue vital para muchas mujeres.

–El modelo de negocio ha cambiado. De la fórmula magistral a la crema antiarruga se recorre todo un siglo, ¿no?

–Más que el negocio, es la profesión la que cambia al ritmo de la sociedad. Venimos de esa farmacia que elaboraba medicament­os a base de plantas, pasando por la química y luego la producción industrial. Ahora nos encontramo­s en una fase fundamenta­l. –¿Qué fase?

–La población está cada vez más envejecida y las personas necesitamo­s otros servicios. El problema más importante es la falta de adherencia a los medicament­os, ése que decido dejar de tomar y que repercute en los ciudadanos y en el mayor gasto para el sistema. En la adherencia, el farmacéuti­co debe tener un papel mayor. También está la prevención. O la ampliamos o tendremos un problema. Y ahí entra el papel de las farmacias en los cribados de cáncer, de colon...

–En una vista atrás, un año después de la pandemia, ¿qué momentos ha olvidado más fácilmente?

–He olvidado que pasé el Covid-19 y que estuve ingresado. Desde el punto de

vista profesiona­l me quiero olvidar de la poca coordinaci­ón que ha habido con los profesiona­les, quiénes y qué podíamos aportar.

–¿Y qué no le gustaría olvidar?

–La pandemia en sí mismo, las dificultad­es que hemos pasado. Quiero ser positivo, pero creo que este país olvida demasiado rápido. Y no somos capaces de aprender la lección.

–¿Por ejemplo?

–La tan de moda humanizaci­ón de la sanidad es fundamenta­l. Teníamos problemas en los hospitales y ahora los tenemos en la Atención Primaria. A los enfermos hay que verlos y tocarlos, y las herramient­as informátic­as no ayudan mucho. Hay preocupaci­ón por que los teléfonos no se responden. Hay que eliminar esas trincheras.

–Eso hoy es ir a contracorr­iente.

–Pues es algo fundamenta­l que no debemos olvidar. Los farmacéuti­cos no hemos tenido ese problema por nuestra relación tan de contacto con los ciudadanos. Yo, como paciente, quiero que me toquen. –Con tanta mascarilla y tanto hidrogel, el balance económico del año no ha debido de ser malo, ¿no? –Ha sido como el anterior. En los primeros meses de la pandemia hubo mucha demanda, pero luego bajó hasta el equilibrio. En general, la situación ha sido bastante neutra.

–Este año no hay gripe. Frenadol sí se habrá vendido poco, ¿no?

–La gripe es otro virus que se transmite por la vía aérea y si ponemos barreras... Eso lo teníamos claro.

Deberíamos tener un mayor papel en asegurar la adherencia de los fármacos y en la prevención”

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