Los derechos humanos importan
Noruega y Alemania denuncian las pésimas condiciones laborales de los trabajadores del Mundial de Qatar 2022
Esta semana arrancó la fase de clasificación para el esperado, atípico y muy controvertido mundial de Qatar 2022, y dos selecciones europeas mostraron que, más allá del espectáculo que nos apasiona, el fútbol tiene un amplio espacio para el compromiso, un poderoso caudal para el cambio si se apuesta por explotarlo y que, en definitiva, igual que el Me Too y Black Lives Matter, a la hora de disfrutar del balón “los derechos humanos importan”.
Firmes en su apuesta por la democracia y la igualdad, las selecciones de Noruega y Alemania aprovecharon esta ventana planetaria para romper con la distancia que a menudo se le reprocha a los futbolistas profesionales, gladiadores en un circo mediático altamente lucrativo, para defender la igualdad y denunciar una violación de los derechos humanos que la FIFA parece empeñarse en eludir.
Los primeros vistiendo al comienzo del encuentro, mientras sonaban los himnos, una camiseta en la que se podía leer “derechos humanos dentro y fuera del campo” y los segundos enlazados igualmente en el centro del terreno de juego con una camiseta negra con letras en blanco en forma de mosaico en la que se podía leer en inglés “derechos humanos”. “Hablamos sobre ello en el equipo. Obviamente afrontamos un mundial y siempre se habla acerca de como va ser. Queremos dejar claro a la sociedad que no ignoramos esto y que a cambio decimos de forma muy clara cuales deberían ser las condiciones y eso es lo que tratamos de hacer hoy”, comentó a una televisión alemana León Goretzka tras la victoria sobre Islandia.
Según denuncias de organizaciones internacionales de derechos humanos, Qatar mantiene una que favorece la explotación de los trabajadores, la inmensa mayoría de ellos migrantes provenientes de Asia y de otros países árabes atraídos por la riqueza de este pequeño estado del golfo Pérsico con apenas 2,5 millones de habitantes que alberga las mayores reservas probadas de gas del mundo.
LOS TRABAJADORES
Los trabajadores migrantes constituyen una fuerza laboral de dos millones de personas en Qatar “sin derecho a huelga y libre asociación”. Aproximadamente la mitad de ellos están empleados en el sector de la construcción, y la kafala le otorga tantos privilegios a los empleadores que estos incluso pueden impedir que cambien de trabajo, escapen de situaciones laborales abusivas e incluso abandonen el país. A ello se suman salarios mínimos discriminatorios, reducción de emolumentos, confiscación de documentos, horarios abusivos bajo el calor asfixiante, trabajo forzoso, ausencia de inspecciones laborales y protocolos frágiles de seguridad y salud ocupacional.
EJEMPLO FRENTE A OTROS
Las mismas organizaciones subrayan que la iniciativa de Noruega, sólo seguida de momento por Alemania, contrasta con la decisión “lesiva y en dirección opuesta” de federaciones de fútbol como la española o la italiana, que en los últimos años han trasladado competiciones oficiales a países que como Qatar violan los derechos humanos anteponiendo los intereses económicos a la defensa de los derechos.
En particular señalan el acuerdo firmado para disputar la Supercopa de España en Arabia Saudí, país considerado uno de los principales depredadores de los derechos humanos en el mundo y que la igual que otras monarquías absolutistas ha destinado cientos de millones de dólares a una campaña mundial para blanquear su imagen a través de la acogida de competiciones internacionales.
También critican a los numerosos futbolistas que en el ocaso de su carrera se marchan a las ligas de estos países en busca del último contrato multimillonario. “Por eso debemos aplaudir la iniciativa de Noruega y de Alemania y pedir a más futbolistas y equipos que se sumen”, explica a Efe un portavoz de HRW ( Human Rights
Watch) en el mundo árabe. “Igual que el Mee Two, o el Black lives
Matter, el mensaje de que “los derechos humanos también cuentan” es muy poderoso en boca de estrellas del fútbol” como Earling Haaland o Leroy Sané. “Esperemos que no se quede en una anécdota y se contagie”, concluye.