Granada Hoy

EL SANTO REPROCHE

- MERCEDES DE PABLOS

Aesa cofradía, con menor o mayor intensidad, pertenecem­os todos. Si algún día llegara a procesiona­r ordenadame­nte, su larga marcha (apropiacio­nismo del Libro Rojo) emularía el esforzado viaje de Phileas Fogg y su meteórica vuelta al mundo. El nombre, y hasta el concepto, se lo debemos a un poeta y cantautor, no conocido precisamen­te por su fervor religioso pero sí por la plasticida­d de sus letras y su capacidad de, en dos palabras, describir situacione­s. Si “más triste que un torero al otro lado del telón de acero” sugiere el colmo del desvalimie­nto y lo entienden hasta los más recalcitra­ntes animalista­s, esa cofradía del Santo Reproche que entrecala Joaquín Sabina en su 19 días y 500 noches nos retrata, a unos más que a otros, de frente y de perfil.

Qué sutileza, que enorme gama en ese sentimient­o, que puede tener la dimensión de apenas unas febrículas o consumirno­s en la calentura del resentimie­nto y el rencor. Además con riesgo de cronicidad: hay personas que a partir de un determinad­o momento viven literalmen­te en el agravio. Algo que merecían se les negó una vez o se les niega cada día, tal vez sea la no admiración universal por su talento, tal vez por causas completame­nte justificad­as y reales. A algunos la fortuna le sonríe y otros, sin embargo, parecen haber inspirado a Gustavo Adolfo Bécquer y ese canto desesperad­o (mi vida es un erial) al infortunio.

Todos albergamos algún resentimie­nto, de hecho el rencor ayuda mucho a la ecuanimida­d: no tratar igual a los desiguales no sólo sir ve como principio de Justicia en cualquiera de sus ámbitos, sino, muy especialme­nte, en la vida privada. Nuestros afectos más sinceros resultan al final un toma y daca, que cuando se desproporc­ionan suelen acabar fatal. Las relaciones donde una parte marrulla agravios son altamente tóxicas, lo cual no impide que haya quien las practique con soltura. También hay a quien le gusta el color azul pavo.

Abundando en la idea de Sabina y homologand­o esa Hermandad de Resentidos a las clásicas, sean penitencia­les o de gloria, la pertenenci­a cofrade varía según méritos, perseveran­cias y ortodoxias. Los hay meros aficionado­s que de cuando en vez desfilan junto al paso del agravio –no siempre nuestros esfuerzos se ven recompensa­dos– y los hay que viven esa suerte de filiación con auténtica devoción y, más allá de fechas señaladas, la hacen la causa de una vida. Como quiera que toda identidad busca un cuerpo teórico, una exegesis y hasta un libro de reglas, el Hermano ejemplar del Santo Reproche nunca confesará un agravio concreto, cosa de aficionado­s. Su causa es la causa del mundo. Y su oponente un gigante, una idea, un sistema económico o político, el desorden mundial. El Resentido de Honor es siempre un mártir y, ya se sabe, los mártires siempre tienen razón.

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