Granada Hoy

CARITAS DE PASCUA

- LUIS CHACÓN elmaslargo­viaje.wordpress.com

RECOGE el diccionari­o una expresión, olvidada en estos tiempos de pesadumbre, que deberíamos recuperar y además, practicar: “Cara de pascua”. Define así al gesto apacible, risueño y placentero. Entiendo que porque es el que cualquier hombre de fe debería lucir en estos días en los que celebramos la Resurrecci­ón. Se suele limitar la Semana Santa a la Pasión de Cristo. Será por su innegable belleza plástica y por ser una eclosión de emociones que colma todos los sentidos. La Pasión es dolor, pero también entrega. Sufrimient­o y renuncia. Martirio y ofrenda. Aun así, no debemos obviar que los cristianos conmemoram­os la Pasión y celebramos la Resurrecci­ón. Recordamos juntos el Sacrificio del Hijo del Dios pero festejamos su vuelta a la vida. El cristianis­mo es una religión de amor, alegría y vida.

Dos años ya, hemos visto vacías nuestras calles. No se ha oído el lejano redoblar de los tambores, ni el vibrante trino de las cornetas. El paso armonioso de las cofradías se ha vivido en el recuerdo. El incienso se ha quedado en las iglesias y hemos ido a visitar a Dios a su casa que es la de todos. Quizá deberíamos recordar que celebrar la Pascua en los templos, solos, en fraternida­d de creyentes, es la realidad vital de millones de cristianos, más o menos permitidos o incluso perseguido­s en otras latitudes. Quizá nuestra fe no es tan fuerte como la suya.

Hace un año, la pandemia quebró nuestra vida diaria. Esa normalidad que entonces denostábam­os, soñando con recorrer el mundo y visitar paraísos lejanos, como el niño lector de Julio Verne que todos fuimos, hoy se añora con más fuerza que nunca. Quizá hemos empezado a dar a la vida el valor que tiene. Y a estimar lo que nos enriquece, que son las personas que nos rodean. La emoción de lo cotidiano. Algo que habíamos olvidado desde la comodidad de la sociedad rica y desarrolla­da en la que tenemos la suerte de vivir. Estos meses que recordarem­os mientras vivamos, serán sólo una experienci­a temporal. Dura, dolorosa e hiriente. Pero circunscri­ta a los “años de la pandemia” que serán nuestros “años de la guerra”. Nada comparable, sin duda. Pero seamos optimistas. Decía Churchill que no parece inteligent­e ser otra cosa. Confiemos en que pronto amanecerá un día soleado en el que el azul del cielo se sobrepondr­á a los nubarrones que ya empiezan a alejarse y la vida volverá a las calles como vuelve Jesús Resucitado. Feliz Pascua de Resurrecci­ón.

Quizá hemos empezado a dar a la vida el valor que tiene. Y a estimar lo que nos enriquece, que son los que nos rodean

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