El bloqueo de la investidura prolonga los seis meses de interinidad en Cataluña
● La Generalitat carece de un ‘president’ desde que se hizo efectiva la inhabilitación de Torra por desobediencia el 28 de septiembre
Desde el pasado 28 de septiembre, fecha en la que se hizo efectiva la inhabilitación de Quim Torra, Cataluña carece oficialmente de un presidente de la Generalitat en ejercicio de sus funciones, una interinidad que ya supera los seis meses y que se está viendo prolongada por el actual bloqueo de la investidura.
Cuando medio año atrás el Tribunal Supremo confirmó la condena de año y medio de inhabilitación a Torra, JxCat descartó investir a un sustituto para denunciar así la excepcionalidad de la situación, y Cataluña abrió un periodo de cuatro meses de provisionalidad: había que esperar sesenta días hasta agotar el plazo límite para votar una investidura y, desde la convocatoria automática de elecciones, aguardar 54 días más hasta la celebración de los comicios.
Podría haber sido aún más tiempo de interinidad preelectoral, ya que, en plena tercera ola de la pandemia de Covid, el Govern aprobó el 15 de enero un decreto de aplazamiento de las elecciones hasta el 30 de mayo, pero el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña lo tumbó y obligó a mantener la fecha del 14 de febrero.
Desde el momento en que se confirmó la inhabilitación de Torra, el Govern se ha mantenido en funciones, con las limitaciones propias de esta situación: no tiene capacidad legislativa –sólo puede impulsar decretos– y no puede aprobar unos nuevos presupuestos, que serían especialmente relevantes ahora, para adaptar el gasto de la Generalitat a las consecuencias provocadas por el Covid.
Con Torra apartado, ha sido el vicepresidente del Govern, Pere Aragonès, quien ha ejercido de president sustituto, aunque sus funciones también están limitadas y no puede, por ejemplo, ni convocar elecciones ni nombrar o cesar consellers.
La renovada mayoría independentista registrada en las urnas el 14-F –74 de los 135 escaños– pareció allanar el camino a una reedición de la coalición entre ERC y JxCat, que pese a sus constantes choques a lo largo de la anterior legislatura no se dejaron prácticamente margen para explorar un cambio de alianzas que rompa bloques.
ERC pactó con la CUP su apoyo necesario –pero no suficiente– para investir a Aragonès, pero no ató el aval de JxCat, cuya abstención en los plenos de investidura de los días 26 y 30 de marzo hizo fracasar por dos veces la votación.