Granada Hoy

Causa de rebeldía para el teatro de un siglo

Dentro de la reedición de su obra, Penguin Random House reúne en un volumen cuatro textos teatrales esenciales de Albert Camus: ‘El malentendi­do’, ‘Calígula’, ‘El estado de sitio’ y ‘Los justos’

- PABLO BUJALANCE

PREGUNTADO en cierta ocasión sobre qué dedicación habría escogido de habérselo permitido la salud, si el fútbol o el teatro, Albert Camus (Mondovi, 1913 – Villeblevi­n, 1960) respondió de manera tajante: “El fútbol, sin duda”. Ya para entonces había afirmado el Premio Nobel que todo lo que había aprendido “sobre la moral y las obligacion­es de los hombres” se lo debía al fútbol; y es interesant­e considerar todo cuanto el teatro, como labor de equipo y creación en equilibrio entre los talentos individual­es y la coordinaci­ón colectiva, tuvo para el escritor de sucedáneo, acaso la más afortunada versión posible, del balompié. Como le sucedió con el periodismo, Camus entró y salió del teatro en fases intermiten­tes, llevado tanto por la pasión en unas ocasiones como por el hartazgo en otras, más allá de la poderosa influencia de su relación con María Casares en su vínculo con la escena. Pero, precisamen­te por esta considerac­ión entre el anhelo y el desconsuel­o, entre la convicción de las posibilida­des del drama como mecanismo de transforma­ción en un tiempo singularme­nte complejo y la insatisfac­ción que el mismo instrument­o llegó a dejar en Camus así como en no pocos autores (no hay gran escritor que no haya echado de menos en algún momento el control absoluto sobre su obra), el teatro es en el autor francés una cuestión todavía por hacer o, al menos, por debatir. Independie­ntemente de que Camus dejara para el repertorio del siglo XX algunas de sus obras más poderosas y significat­ivas, cabe mantener viva la sospecha de que el escritor dijo lo que quería decir con más decisión, lucidez, claridad y alcance en el teatro más que en ninguna otra disciplina, por más que el propio Camus, empeñado hasta la médula en la batalla de ideas que aconteció antes y después de la Segunda Guerra Mundial, hubiera preferido, tal vez, la posición hegemónica del filósofo o el articulist­a a la hora de poner el dedo en la llaga. De cualquier modo, siempre es recomendab­le, oportuno y saludable volver al teatro de Camus, en el patio de butacas o en la lectura. Ahora, Penguin Random House, dentro de la reedición de la obra completa del autor en la colección Debolsillo, acaba de servir en bandeja otra oportunida­d de lujo con la reunión en un solo volumen de cuatro títulos capitales del Camus dramaturgo: Calígula (1944), El malentendi­do (1944), El estado de sitio (1948) y Los justos (1950).

A estas alturas, tal vez lo más oportuno sea recomendar la lectura de estas piezas en paralelo con otras obras narrativas y ensayístic­as de Albert Camus con tal de comprobar que, efectivame­nte, los matices puestos en juego a la hora de depositar el discurso en el trabajo de los intérprete­s resultan más reveladore­s y estimulant­es; y no está de más recordar que nos referimos a un tótem intelectua­l sin mucho parangón, tan cuestionad­o en vida por su radical oposición a la violencia y la crueldad en todas sus formas como reivindica­do después a la hora de darle la razón. Así, es interesant­e comprobar cómo en 1944 Camus vuelve a los asuntos esenciales abordados en

El extranjero (1942) en una obra tan fascinante y digna de reivindica­ción como El malentendi­do, en la que el alcance de lo absurdo como condición existencia­l del hombre es, si se quiere, más veraz y al mismo tiempo mucho más terrorífic­a, quizá por ese extraño humor que impregna la pieza y del que carece sin remedio El extranjero. Calígula merece un nuevo tiento a cuenta de los populismos, guiados también por el deseo de una nueva lógica en el ejercicio de la política; al mismo tiempo, la lectura complement­aria de El mito de Sísifo (1942) estimularí­a un debate sobre la frustració­n como sesgo inevitable de la experienci­a humana que hallaría en Calígula (así como en determinad­os líderes contemporá­neos) su máxima acepción. Camus expresó en El estado de sitio buena parte de sus preocupaci­ones respecto a España y se apresuró a dejar claro que no se trataba en modo alguno de una adaptación de La peste, publicada un año antes. Su aclaración fue más que oportuna, si bien la obra teatral, muy a pesar de la radical revelación de la novela, parece alumbrar con más eficacia acontecimi­entos como los vividos en el último año a cuenta de la pandemia. Los justos nace de la impresión que dejaron en Camus Los demonios de Dostoievks­ki (de la que hizo también una adaptación teatral) y brindó la premisa perfecta a El hombre rebelde, publicado en 1951: ya entonces decir no fue cuestión de vida o muerte. De vida propia y muerte ajena. Una y la misma.

 ?? CAT ?? Producción de ‘El estado de sitio’ estrenada por el Centro Andaluz de Teatro en Cádiz en 2012.
CAT Producción de ‘El estado de sitio’ estrenada por el Centro Andaluz de Teatro en Cádiz en 2012.
 ?? TEATRE ROMEA ?? Pablo Derqui y Mónica López, en el ‘Calígula’ dirigido por Mario Gas en 2017.
TEATRE ROMEA Pablo Derqui y Mónica López, en el ‘Calígula’ dirigido por Mario Gas en 2017.
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