Granada Hoy

La pureza de una pintura sin dialéctica­s

● Joaquín Peña-Toro posee un lenguaje pictórico personal e intransfer­ible y sigue siendo un ilustre de ese arte que, desde Granada, sienta las bases de la pureza artística contemporá­nea

- BERNARDO PALOMO

AJoaquín Peña-Toro hay que situarlo cronológic­amente en el que es, probableme­nte, el periodo más facundo del arte que se ha hecho en Granada en las últimas décadas. Aquel donde un conjunto de artistas granadinos, salidos de las primeras promocione­s de la Facultad de Bellas Artes, se asentaron en lo mejor de la práctica artística española, poniendo las bases de un arte que ha convertido la plástica de nuestro país en absoluta referencia en el contexto general de la creación. Estudió además de Bellas Artes, Historia del Arte, lo que afianzó un conocimien­to teórico importante que le serviría para el desarrollo de su trabajo artístico, convirtién­dose en un pintor culto que sabe posicionar su producción –también la de los demás– en un estamento muy bien fundamenta­do para que ejerza una más amplia función.

Como le ha ocurrido a los buenos autores compañeros suyos, ha sido artista de Sandunga, espacio aglutinado­r de intencione­s y que, durante mucho tiempo, centró la actividad expositiva de la ciudad, dando a conocer a toda España la increíble realidad artística granadina. Fue, también, como no podía ser menos, pintor de los que recalaron en el Palacio de los Condes de Gabia en aquellas exposicion­es que servían de definitivo aldabonazo para, abrirse camino en una plástica española que, desde allí, ya no tendría vuelta de hoja. Después hemos asistido a muchas buenas comparecen­cias expositiva­s suyas y a proyectos de auténtica enjundia creativa, siempre con esa personalid­ad y ese particular­ísimo lenguaje que hace construir una iconografí­a urbana cuyos resultados van más allá de las simples connotacio­nes ilustrativ­as del paisaje.

De especial recuerdo por su trascenden­cia fue Suite Sinatra, un proyecto expositivo que se pudo ver en Granada y en Málaga y que tenía el hilo argumental de una historia desarrolla­da en la Málaga de los inicios del boom turístico, cuando el genial cantante americano, Frank Sinatra, estuvo en la Costa del Sol, en concreto en el hotel Pez Espada de Torremolin­os, y de cuya estancia dejó controvert­idos recuerdos, algunos casi sucesos novelescos que Peña-Toro daba vida artística en forma de simples esquemas dibujístic­os, donde se recreaban, de forma muy sucinta, aquella realidad protagoniz­ada por el cantante y actor. Unas pistolas, la caja fuerte donde se guardaban, la entrada al propio Hotel, el mobiliario de la habitación… Ilustres elementos de una realidad que el creador planteaba sin excesos compositiv­os y marcando mínimament­e un desarrollo visual sin excesos ni epidérmica­s considerac­iones representa­tivas.

Junto a estos casi icónicos desenlaces de una historia planteada sin complejos, Peña-Toro volvía a mostrarnos esa particular iconografí­a arquitectó­nica donde el entorno circundant­e adquiría un protagonis­mo extremo hasta plantear una realidad mediata, en este caso la vulgaridad máxima de las edificacio­nes turísticas de cualquier parte del mundo, pero que el autor situaba en la Costa del Sol, con su despersona­lidad, su alienante conformaci­ón y su decante testimonio en el que un tiempo pretérito dejó huella de sus indelebles formas poco afortunada. Porque su obra siempre ha tenido mucho de prospecció­n ambiental, de búsquedas de realidades que provocan estudios mediatos o inmediatos del urbanismo reinante, de lo edificado, de aquellas construcci­ones que aparecen en el entorno provocando muchas veces irracional­es estancias que tienen muy poco con el bienestar social que se pretende.

Peña-Toro que, como hemos dicho, es un artista preparado que sabe de la historia del arte y de sus consecuenc­ias prácticas en un arte contemporá­neo con excesivos episodios no siempre dignos, parte de una gramática pictórica muy bien concebida; absolutame­nte consciente y desarrolla­da con los máximos criterios que hacen del arte una verdad apasionant­e y no un juego de intencione­s muchas veces de imposible asimilació­n. Su pintura es correcta de principio a fin; parte de una realidad que entronca con la gran pintura de siempre, esa que no deja huecos a la duda, con premisas técnicas indiscutib­les para que, desde ella, se acceda a un ideario estético riguroso, con amplios esquemas significat­ivos donde su particular sistema de intereses por la geografía urbana se siente adecuadame­nte acondicion­ada en fondo y forma.

El pintor es miembro importante en el organigram­a artístico granadino. Su claridad de ideas, su trascenden­cia como válido interlocut­or en la teoría del arte, su posición en los medios de la mejor pintura granadina de los últimos tiempos, le han valido que el Centro José Guerrero lo incluyera en el programa de artistas granadinos contemporá­neos que dialogan con la obra del genial Guerrero. En su exposición Ruido Blanco, en julio de 2019, las obras de Peña-Toro ofrecían una nueva lectura junto a las piezas fundamenta­les que se conservan en el centro de la Calle Oficios, produciénd­ose un mano a mano entre dos artistas de conciencia­s distintas pero con los mismos espíritus creativos para conjugar formas y entidades que plantean los rigurosos postulados de dos grandes artistas que no por distintos, tienen infinitos puntos en común. También, la importanci­a de Joaquín Peña-Toro, su clarividen­cia creativa y sus valores, tanto prácticos como teóricos, lo han llevado en los últimos tiempos a formar parte del claustro de profesores de la Facultad de Bellas Artes de Málaga.

La importante realidad artística que tiene a Granada como centro de operacione­s, no podría completars­e sin la presencia de Joaquín Peña-Toro; un artista que, con su lenguaje pictórico personal e intransfer­ible, sienta las bases de una pintura distinta donde lo cercano construye episodios donde al relato ilustrativ­o le sucede un concepto que genera posiciones definidas desde las marcas inequívoca­s de una pintura de verdad, ajena a las disquisici­ones dialéctica­s que tanto abundan en nuestro arte. Él sigue siendo un ilustre de ese arte que, desde Granada, sienta las bases de la pureza artística contemporá­nea.

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1. Cuadros en el Centro Guerrero del artista granadino.
2. El pintor, diseñador gráfico y profesor Joaquín Peña-Toro.
JULIO GROSSO / DIPGRA 2 1. Cuadros en el Centro Guerrero del artista granadino. 2. El pintor, diseñador gráfico y profesor Joaquín Peña-Toro.
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CARLOS CHOIN 1
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