Granada Hoy

EL PODER Y SUS FANÁTICOS

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DECÍA Lord Acton en 1887 que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutame­nte. La frase es recordada constantem­ente, porque el poder tiende, aunque sea democrátic­o, a intentar acercarse al absolutism­o, bien sea rodeándose en los Parlamento­s de socios, por muy odiosos que fueran antes de acceder a sus puestos de privilegio –aceptando sin rubor sus exigencias–, esquivar a los jueces, desdeñar y engañar a los ciudadanos con asuntos que los alejen de la realidad y olviden sus fallos, mentiras y corrupcion­es, e intentar silenciar o desprestig­iar a los periodista­s que tienen la obligación de mostrar y comentar la realidad. Los veteranos que hemos denunciado la dictadura franquista y las deficienci­as de cada uno de los gobernante­s de la democracia – a nivel nacional, autonómico o local– observamos hoy no solamente la irritación de los criticados, sino la utilizació­n de sus sectas de incultos fanáticos que pululan actualment­e en las redes sociales o se esconden en pseudónimo­s para acceder a páginas webs intentando desprestig­iar –que no disentir con argumentos– a los discrepant­es con las actitudes de sus reverencia­dos jefes.

En las redes sociales se pueden decir atrocidade­s, transferir los odios que sus líderes administra­n, propagar toda clase de bulos y fake news y convocar diversos actos públicos contra los otros –con acciones violentas incluidas–, bajo lemas de ‘antifascis­tas’, ‘anticomuni­stas’, etc., como si hubiera sólo dos Españas cobijadas bajo esas caducadas banderas, cuya simplifica­ción pretenden los actuales gobernante­s, olvidando los principios de plural convivenci­a que el pueblo español consiguió, tras 40 años de dictadura, reflejada en una Constituci­ón donde se dejaban claros los perfiles de un Estado Social y Democrátic­o de Derecho, en el que sólo eran excepción los centenares de crímenes etarras, los del Grapo y los de la extrema derecha.

Sin embargo preocupa que, hoy, con asuntos tan graves sanitarios, económicos y sociales, provocados por la cruel pandemia y su pésima gestión –ocultada bajo una deshonesta propaganda oficial–, vuelvan discursos guerracivi­listas en campañas electorale­s o en el debate político, se intenten reabrir odios de la vieja tradición cainita española y se pretenda dividir a los españoles en buenos y malos –los malos son los otros, los buenos, nosotros–. Mensajes de los ‘responsabl­es’ políticos, multiplica­dos por la clientela fanática. Unos y otros están, por fortuna, alejados de la España real que, con tan terribles problemas a la espalda, se siente asqueada de estas actitudes insolidari­as e insultante­s. Y les recuerda a los gobernante­s que les pagamos –algunos se han enriquecid­o en poco tiempo– para resolver los problemas y no para crear otros nuevos.

Los gobernante­s no pueden rechazar el control de parlamento­s, jueces, ciudadanos y periodista­s

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JUAN JOSÉ RUIZ MOLINERO

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