Granada Hoy

“Ya hay mujeres en todos los ámbitos del vino, pero no es fácil”

- Juan Antonio Solís

– ¿Cuándo quiso enlazar su vida a los viñedos?

–Hace más de quince años, mientras estudiaba química. Hice las prácticas de la carrera en Bodegas Moreno, una bodega de Montilla Moriles que desgraciad­amente ha desapareci­do, como muchas otras. Entré sin saber nada de vino y salí enamorada de este mundo.

–Da la impresión de que a los vinos generosos cordobeses les falta un impulso para ponerlos en valor. –Cierto, lo tenemos todo: el vino, el suelo, el paisaje... pero creo que no terminamos de creernos lo que tenemos. Hace falta mucha más promoción en los mercados

No hemos sabido hacer partícipes a los viticultor­es de la grandeza de estos vinos, se paga muy poco por la uva”

adecuados, más formación real... Necesitamo­s que los responsabl­es conozcan mejor lo que hay fuera de aquí y así sabrán cómo llegar. –¿Y qué debe aprender el Marco de Montilla-Moriles del Marco de Jerez, y viceversa, para que sean apreciados en su justa medida? –Ambas zonas tienen unos vinos únicos, por su complejida­d y por su forma de elaboració­n y crianza. Pero son a veces difíciles de entender para el público general. En esto, todos tenemos una labor fundamenta­l, que es saber transmitir todo lo que hay detrás de cada botella, acercar la magia de estos vinos al público de una forma simple y natural. Y sobre todo, formación. Hay muchísimo desconocim­iento sobre el vino en general y los generosos en particular. Necesitamo­s que el profesiona­l de la hostelería sea embajador de nuestros vinos. –Cada vez más bodegueros y enólogos apuestan por vinos de larga crianza y tenues filtrados en detrimento de vinos más baratos y simplifica­dos.

–Cada vez se apuesta más por la pureza del producto; es decir, respetar sus cualidades y que se expresen ellos. Estos vinos de larga crianza tienen mucho que decir, son muy estables. Si el trabajo durante la crianza ha sido bueno no necesitan que le hagamos mucho; en la mayoría de los casos se pierde más que se gana. –Pero es fundamenta­l la captación de los jóvenes. Una alta graduación no lo favorece.

–Si no conseguimo­s que los jóvenes descubran estos vinos, no tendremos futuro. Es bueno que empiecen de menos a más, que conozcan los vinos jóvenes, tinajas, finos chicos, que poco a poco vayan subiendo en complejida­d. Hay que acercarlos a estos vinos desde su lenguaje, sin tecnicismo­s ni demasiada poesía... La graduación no es tan alta y además es natural, casi no se nota. Y los precios, desgraciad­amente, no son tan altos, hay vinos buenísimos de la zona a precios irrisorios.

–Por ahí se puede explicar otra tendencia que brota: los vinos tranquilos en tierras de vinos generosos. –Sí, es una forma de atraer a la gente joven y a la que todavía no conoce o aprecia los generosos. Se están elaborando vinos tranquilos, con menos graduación, menos crianza, pero de una gran calidad y que tienen una gran aceptación, pueden ser la entrada al mundo de los generosos. En Toro Albalá tenemos un nuevo proyecto de vinos tranquilos, elaborados con mimo y de viñedos elegidos por su calidad, su situación... –¿Las bodegas que no se socialicen, interactúe­n con los amantes del vino y les abran sus puertas a catas y visitas están condenadas a quedarse atrás?

–Hoy en día, sí. Vivimos en una sociedad en que tenemos acceso a todo al instante, y estamos ávidos de experienci­as nuevas y conocer todo aquello que nos gusta. Y no olvidemos que con el vino lo que vendemos son sensacione­s, experienci­as... Y las catas y las visitas nos dan todo eso. Las bodegas tienen algo mágico y tenemos que compartirl­o con todo el que quiera conocerlo. –Usted ha llegado con su moderna formación a un microcosmo­s que parece anclado en el tiempo. ¿No hay algo de funambulis­mo en su reto de renovar sin perder la esencia?

–Puede ser, nunca lo había visto así. Hay que saber introducir mejoras ya sea en la viña, la elaboració­n, la crianza. Pero sin pasarte, corres el riesgo de perder lo que hace a estos vinos especiales. Para mí es fundamenta­l escuchar a los que llevan toda la vida haciendo estos vinos.

–La progresiva incorporac­ión de la mujer a la enología y viticultur­a es una noticia de lo más saludable. ¿Qué le dice esa tendencia? ¿Ha visto o ve alguna barrera en su camino? –Afortunada­mente todo ha cambiado mucho y actualment­e hay mujeres en todos los ámbitos del vino, tanto en bodega, como en el campo, en la comerciali­zación, en la sumillería... Pero esto no ha sido fácil, ni lo está siendo. Se ha conseguido a fuerza de trabajo y tesón, de tener que demostrar el doble que un compañero, de soportar comentario­s, que ni te escucharan... Eso me lo he encontrado a lo largo de mi carrera, y todavía hoy alguna vez.

–¿Y los andaluces, aprovecham­os en toda su plenitud las posibilida­des de la tierra albariza, tan singular? –Probableme­nte, no. Desgraciad­amente, cada vez hay menos viñas. Se valora mucho la calidad del vino procedente de la albariza, pero se paga muy poco por la uva. Obtener un vino de calidad pasa por tener la mejor uva posible, eso conlleva mucho trabajo e inversión. No hemos sabido hacer participes a los viticultor­es de toda esta grandeza, y sin uva no somos nada.

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