El granadino que montó los primeros cines en China
Antonio Ramos transformó burdeles en salas de proyección
LA biografía de este hombre nacido en Alhama de Granada cuyo nombre va a salir de un momento a otro en este reportaje, da para una película de aventuras o para una novela de corte romántico. Es la vida de un hombre que siendo muy joven se alistó en el ejército español destinado en Filipinas, que al terminar esa guerra no quiso volver a su tierra por problemas con su familia, que en Shanghai llegó a convertir los burdeles en salas cinematográficas, que fue llamado el ‘emperador del cine’, que pirateaba películas americanas de éxito, que dirigió varias cintas a la cual peor, que se casó con una ucraniana con la que tuvo un hijo, que con otro socio español edificó varias salas dedicadas al vodevil en varias ciudades de China, que se hizo millonario con sus negocios en Asia y que al regresar a
España construyó en la Gran Vía de Madrid el cine Rialto. ¿No me digan que con semejantes datos no se puede escribir un buen argumento para una novela o un guion para un biopic? Era pequeño, achaparrado, con pinta de manijero campestre y se llamaba Antonio Ramos Espejo.
Por lo pronto, el periodista Juan Ignacio Toro ya ha escrito una minuciosa tesis doctoral de casi 1.500 páginas sobre él. En ella sale hasta el nombre de los albañiles de su pueblo que contrató para hacer el cine Rialto y el color del pelo de la chica vallisoletana que fue su criada. El periodista ha investigado a fondo la vida de este hombre y ha viajado a los sitios en donde vivió
Antonio Ramos en Asia en busca de datos para sus tesis. Y al final de todo le ha sorprendido el que no haya apenas estudios e investigaciones sobre un hombre que fue tan importante para el nacimiento del cine chino, pues además de ser dueño de varios cines, fue productor de las primeras películas asiáticas y responsable de la distribución en el centro, este y sur del país durante las dos primeras décadas del siglo XX. El periodista encuentra una razón principal para este vacío y es esencialmente política, ya que China relegó cualquier producción cultural previa a su gloriosa revolución comunista al olvido más absoluto.
PADRES EN CRISIS
Antonio Ramos nació en Alhama de Granada en 1878. Su madre había sido maestra y él había estudiado Magisterio. Sus padres estaban en crisis (económica y conyugal) y él se alistó como voluntario en un batallón de cazadores destinado a la guerra de Filipinas. Como sabía leer y escribir bien, algo casi insólito en aquella época, en Manila sería destinado a oficinas, por lo que, según contaría él, jamás entró en combate. Durante su estancia en Manila, se le despertó su carácter negociante ya que ganó algún dinero enseñando a leer a los soldados y más tarde montando una cervecería.
Tras la derrota española y el regreso de los soldados a su patria, el alhameño decide quedarse allí para hacer fortuna. Fue en Manila donde conoció a través de una publicación atrasada el invento de los hermanos Lumiére. Con sus ahorros encarga un proyector y unas películas. Según Ignacio Toro, Ramos fue el responsable de las primeras proyecciones de cine en Filipinas y de algunas de las imágenes que se tienen de allí entre 1897 y 1898. Ramos se dedica a exhibir la película La Pasión de Cristo, de
los hermanos Lumiére. Junto con los misioneros Agustinos, recorre los poblados indígenas enseñándoles la cinta. Pero no consigue el efecto económico que persigue y decide marcharse a Shanghai. “Cuando se desplazó a principios de siglo a la ya cosmopolita Shanghai, heredó el equipo de un frustrado empresario cinematográfico, español también, e ideó las estrategias que haría de él el auténtico pionero de la exhibición cinematográfica en Asia”, dice Ignacio Toro. Hay quien sostiene que Antonio Ramos se marchó de Filipinas porque fue acusado, por el ejército español, de desertor al ser llamado a filas en 1899. Por cierto, fue absuelto de dichas acusaciones en 1913.
En aquellos años Shanghai era la ciudad más importante y populosa de Asia y uno de los principales puertos del mundo. Conocida como el ‘París de Oriente’, hasta ella había llegado una legión de extranjeros que campaban a sus anchas por las concesiones que las potencias coloniales habían arrancado a la moribunda dinastía Qing (16441912) tras las guerras del opio. De hecho, esta droga fue el producto más importado durante el primer tercio del siglo XX en la efervescente y exótica Shanghai, plagada de empresarios, aventureros, misioneros, espías, traficantes, criminales y prostitutas.
NEGOCIOS EN CHINA
Así que la ciudad china que visita el granadino es una urbe populosa y con una amplia comunidad europea que, además, carece de espectáculos. Tras alquilar un burdel, que pasaba por salón de té, y reconvertirlo en sala de proyecciones, empieza con su particular forma de hacer negocios. La primera sala se
Fue el iniciador del cine en Filipinas, fundador de los primeros cinemas en China y gran magnate