Granada Hoy

Aparcar la necesidad

● José Guardia lleva un año repartiend­o comida y víveres en su cochera de Albolote para aquellos a los que el Covid-19 les ha roto sus vidas

- Andrés Cárdenas ALBOLOTE

Este hombre padece solidariti­s aguda. Le abres en canal y solo encuentras buenas intencione­s. Es genético. Lo ha heredado de su madre Lola, que hacía pucheros muy grandes para darle de comer a todos aquellas necesitado­s que pasaban por su casa del Albaicín. “Todos los pobres del barrio sabían que en mi casa había un plato de comida”, dice. Él se llama José Guardia, ha creado una oenegé para él solo y todos los jueves y viernes reparte en la cochera de su vivienda de Albolote alimentos para personas a las que el Covid les ha hecho un roto en sus vidas.

El día en que voy a verlo le está dando alimentos a Marcela, que es de Pereira, la ciudad más cafetera de Colombia. Marcela lleva dos años y medio en Granada. Vive con su marido y sus dos hijos. Tras el barbijo, se le adivina su sonrisa abierta de berraquera. Sus bellos ojos negros hacen juego con la mascarilla del mismo color. Ella estaba trabajando en la hostelería, pero la pandemia le ha dejado en dique seco y sus hijos, en edad de crecer, comen más que un sabañón. Por eso necesita de la intervenci­ón de Pepe, que le da macarrones, que le da pollo, que le da jamón, que le da leche fresca y que le da leche en polvo para hacer minisigüi. También le da verduras frescas del día, menos apio, que en casa de Marcela no lo utilizan. Al despedirse de nosotros, Marcela parece buscar una respuesta en nuestros ojos extranjero­s: “Saldremos de esta, ¿no creen?”

La cochera de Pepe está hasta arriba de alimentos. Dice que está intentando que el Ayuntamien­to de Albolote le ceda un espacio más grande, pero le han dicho algo así como que espere, que la están peinando. Es como el camarote de los hermanos Marx, pero con alimentos. Así que se tiene que apañar con lo que tiene. Allí hay que entrar de canto porque casi todo el espacio se lo ha comido los palés con los productos que reparte. El coche, por supuesto, duerme en la calle.

Después de Marcela, Pepe Guardia atiende a Bachir. Bachir procede del campo de refugiados saharauis de Dajla, pero lleva veintiún años en España. La pandemia también lo ha dejado en el paro y con una familia a la que atender. Bachir está guardando el ramadán y no puede comer mientras haya claros en el día. Coge todo lo que se le ofrece, menos el trozo de jamón que le pone Pepe encima de la mesa.

–¡Jalufo no! –exclama Bachir

Y nos reímos los tres con la broma.

–Ha dado la casualidad de que los dos que han venido hasta ahora son inmigrante­s, pero el noventa por ciento de las personas que atiendo son de aquí, de Granada –dice Pepe.

PROFESOR EN LOS MARISTAS

Pepe sabe lo que es trabajar para los demás. Estuvo 42 años dando clases en Los Maristas de Granada y ha estado siete veces en países africanos practicand­o lo que él mejor sabe: ayudar a los desfavorec­idos. Ha trabajado con varias asociacion­es humanitari­as, pero al final, desde hace un año, atiende solo a la que él ha puesto en marcha con su esposa Adelina. Prefiere hacerlo así porque dice que ha estado en algunas en las que no todo lo que ha visto está claro. La oenegé que ha creado se llama ‘Asociación José Guardia. Necesidade­s sin fronteras’. Eso pone en su camiseta.

José está desde las diez de la mañana repartiend­o comida. A él le llega del Banco de Alimentos y de colaborado­res particular­es que conoce y que le dan productos para que los reparta entre los necesitado­s. Hay empresas que le hacen más llevadera su tarea al aportarle pollos, leche o productos de la huerta como tomates, pepinos o calabacine­s. Me cuenta que en los dos días a la semana reparte casi mil kilos de alimentos, de los que se benefician casi 40 familias. Unas ciento cincuenta personas.

–A veces practico el trueque. Si a mí me dan mucha carne y veo que me va a sobrar, se la doy a otras oenegés y ellas me dan a mi otras cosas.

Pero es que además de comida, Pepe Guardia les da conversaci­ón y se interesa por la situación de cada familia. E incluso les da recetas de cómo cocinar las lentejas o las alubias. Para evitar las colas o que haya más de un solicitant­e esperando, los cita a una hora determinad­a. Después de darle los alimentos les piden que firmen en un papel y les hace una foto con la comida recibida. Su esposa Adelina, que ha trabajado de administra­tiva en el SAS, pasa los datos a un estadillo que luego envía a todos los colaborado­res. Todo ello, con el fin de darle transparen­cia a su labor.

Le pregunto a Pepe si hay personas a las que no les hace falta y que van a aprovechar­se de la situación. Me dice que sí, que siempre hay caraduras, pero que no es lo corriente.

–La mayoría de los que vienen es porque lo necesitan. Muchos, cuando encuentran trabajo, dejan de venir. De vez en cuando surge alguna persona que sigue viniendo a por comida a pesar de que ya tiene ingresos en su casa, pero son casos excepciona­les.

En la camiseta color butano de Pepe, en la parte de atrás, hay un lema que dice “La persona importante eres tú”. Y es que él no desea protagonis­mos inútiles porque cree que son innecesari­os en este tipo de actividad.

–Esto no es caridad, es solidarida­d pura. Mucha gente viene más ávida de cariño que de alimentos. Ojalá un día todas las oenegés del mundo desaparezc­an, sería la señal de que se habían acabado las necesidade­s en el mundo –dice Pepe.

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ANDRÉS CÁRDENAS José atiende a Marcela en la cochera
 ??  ?? José Guardia, en la cochera.
José Guardia, en la cochera.
 ?? FOTOS: ANDRÉS CÁRDENAS ?? José atiende a Marcela.
FOTOS: ANDRÉS CÁRDENAS José atiende a Marcela.

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