Granada Hoy

HISTORIA DE JULIO

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EL abuelo de Julio nació en 1930 en Bailén y pasados los primeros años de la postguerra se hizo aficionado del por aquel entonces mejor equipo del país: el Athletic de Bilbao. Durante su juventud disfrutó mucho con Zarra, el mítico autor del gol a Inglaterra, y cuando se casó se fue de viaje de novios a Bilbao y San Sebastián. La primera le pareció fea y gris, y bellísima la segunda, pero nada le emocionó más que acudir a San Mamés y ver ganar a su equipo. En 1956 nació el padre de Julio y para entonces su abuelo ya presidía la Peña del Athletic de la que hizo socio a su primogénit­o cuando sólo tenía unos meses de vida.

Pero luego las cosas cambiaron. El futbol se profesiona­lizó y el equipo del padre y el abuelo de Julio fue perdiendo competitiv­idad. En 1972 el abuelo, por entonces un pequeño empresario jienense, llevó a su único hijo a ver jugar a su equipo en su propia ciudad. Al padre de Julio, un adolescent­e con pelo largo que jugaba muy bien al fútbol y que dividía sus amores entre el

El fútbol se profesiona­lizó y el equipo del padre y el abuelo de Julio fue perdiendo competitiv­idad

Athletic y el Madrid por culpa de Amancio, le entusiasmó el célebre arco que sostenía la tribuna principal del estadio y sobre todo el puente colgante de Portugalet­e. El abuelo, que soñaba con la idea, llevado por su pasión y aduciendo su puesto de presidente de una peña del club, preguntó si podían probar a su hijo para jugar en el Athletic. Le contestaro­n que no, porque no era vasco. Esta decepción, unido a que el equipo cada vez ganaba menos y a la mala imagen de lo vasco debido a la criminal ETA, fue alejando al padre de Julio del amor por el equipo de Iribar. Luego se trasladó a Madrid a estudiar y allí se quedó hasta el día de hoy. Disfrutó de los éxitos de Clemente, pero cuando Julio nació en 1994, lo hizo en el seno de una familia que respiraba de color blanco.

Julio creció con los pósters de Ronaldo y Casillas sobre su cama. Ahora vive en Suiza, trabaja para la UEFA y teme que el proyecto de Liga europea le deje sin trabajo, porque tarde o temprano acabará saliendo. Cuando le piden que explique lo que está pasando, contesta que todo es para controlar el petróleo del audiovisua­l. “Las guerras ahora se hacen sin tanques, pero las ganan los mismos”, dice mientras ve jugar a su hija en el club de tenis en el que la ha inscrito. Y es que, en un mundo lleno de dudas, gane o pierda, su única certeza es Rafa Nadal.

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MIKEL LEJARZA

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