Granada Hoy

VÍCTIMAS Y VICTIMARIO­S

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VÍCTIMA y victimario. Son las dos caras de la misma moneda: el ser humano, esa alimaña que se reproduce como un mamífero, aunque tenga poco de animal, tal y como viene demostrand­o a lo largo de la historia. El victimario genera víctimas, y como tal, conoce bien la idiosincra­sia de las mismas, saber fundamenta­l que usa, como no podía ser de otro modo, en su propio beneficio. Este ser repugnante, cuyo origen lo sitúa en su definición la RAE en aquellos sirvientes de los antiguos sacerdotes gentiles que, no sólo encendían el fuego o ataban a las víctimas al ara, sino que los sujetaban en el acto mismo del sacrificio, ha ido madurando y perfeccion­ando su desapego al congénere según el transcurso de los tiempos. La deshumaniz­ación es un hecho y ellos la hacen grande en su incapacida­d de reconocimi­ento. Carentes de empatía, sin idoneidad alguna no ya para sentir, sino ni siquiera para percibir los sentimient­os y las emociones de los demás, si no es como mera imitación. Es insólita la capacidad del victimario de mutar en víctima. Se mimetizan de tal manera que su llanto es más poderoso de lo que nunca será el de la víctima real, capaz de ahogarse con él antes de ser escuchado, que se traga la vergüenza de

El victimario genera víctimas y, como tal, conoce bien la idiosincra­cia de las mismas

sentir su condición débil, que se traga la impotencia. Faltos de empatía, digo, sin ninguna posibilida­d de percibir sentimient­os o emociones ajenas, manipulado­res que con la pericia del malabarist­a hacen suyo el sufrimient­o del otro, se tatúan el número en el antebrazo si es necesario, citan a Gillem Bou y abanderan con movimiento­s compulsivo­s para hacer ruido, para que se les oiga, el discurso del otro.

Primo Levi en Si esto es un hombre (1947) ya advertía sobre ellos. Aquellos judíos que complacien­tes con los nazis conducían a sus vecinos hacia las cámaras de gas y los preparaban y limpiaban y recogían después los cadáveres, colaborand­o como victimario­s en un sistema perverso de muerte. Desde los casos más pequeños, los de andar por casa, esos que uno mismo hace grandes sin serlo, a sabiendas de que esta gente será la que al final, como los antiguos sacerdotes gentiles, te amarre y te sujete mientras mueres, mientras te matan. Trastornos emocionale­s, falta de empatía, capaces de hacer todo aquello de lo que las víctimas son incapaces, y ellos lo saben, por eso unos están de un lado y otros del contrario. Cara y cruz de la misma moneda, la humana.

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PEPA MERLO

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