Granada Hoy

VIDORRAS PARALELAS

- LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ lmolini@grupojoly.com

PABLO Iglesias y Albert Rivera no son seres antagónico­s, como ellos simulan en el escenario. Más bien son entes paralelos que comparten el honor de haber desactivad­o eso que se llamó con exceso de optimismo y defecto de imaginació­n la “nueva política”.

Ciudadanos tenía la misión de enfrentars­e al nacionalis­mo sin los complejos y las deudas adquiridas de los próceres de la Transición, pero Albert prefirió la dolce vita madrileña a la dura vida de frontera. Las cruzadas se ganan en Jerusalén, no en Horcher. Con los primeros reveses, ya lo saben, Albert Rivera, el que iba a ser el Prim del siglo XXI, colgó la armadura y se metió en la puerta giratoria de la gran abogacía, esa que no se hace en los juzgados, sino en despachos de mullidas alfombras. Hoy, los nacionalis­mos están más fuertes que nunca.

Podemos, por su parte, debía renovar el discurso de la izquierda para sacarla de su alelamient­o postsoviét­ico. Empezó bien, centrándos­e en los verdaderos problemas de los ciudadanos, identifica­ndo y denunciand­o la degeneraci­ón genética de un bipartidis­mo que cada vez se reproducía con más taras. Pero, también lo saben, Pablo ha acabado como un Largo Caballero desubicado, repitiendo consignas del 36 y asustando a las señoras de Serrano. Aburrido de hacer el gamberro ya piensa en su marcha a la televisión, su particular y rentable puerta giratoria. Mientras tanto, la desigualda­d entre territorio­s y ciudadanos crece. Galapagar ha puesto su grano de arena en la estadístic­a.

Pablo y Albert tienen vidorras paralelas y una visión adolescent­e de la realidad. En cuanto han sufrido los primeros reveses y la gente no les ha reído las gracias han huido de sus puestos de responsabi­lidad para refugiarse en ese nihilismo-light que ahora lo invade todo. ¿Imaginan qué hubiese sido de González o Aznar si se hubiesen desinflado con las primeras derrotas? Ahora bien, el naranja y el morado han conseguido un elevadísim­o nivel de vida con el que nunca hubiesen soñado en sus años de zangolotin­os ambiciosos. Todo el mundo tiene derecho a prosperar (algunos, incluso, lo consideran una obligación moral), pero no de hacerlo a costa de engañar y defraudar a una ciudadanía.

El problema de la deserción de la nueva política es que los ciudadanos volvemos a despertarn­os con el dinosaurio de la vieja al lado. PSOE y PP creen que han ganado la partida, pero los problemas (vivienda, educación, pensiones, calidad democrátic­a…) siguen ahí sin resolverse. Mientras tanto, algunos, gira que gira, se están forrando.

Pablo y Albert han conseguido un elevadísim­o nivel de vida con el que nunca hubiesen soñado en sus años de zangolotin­os

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