Granada Hoy

EL SAINETE DEL PRIMERO DE MAYO

- elmaslargo­viaje.wordpress.com LUIS CHACÓN

HAY que reconocer que los políticos protagoniz­an grandes momentos del teatro del absurdo. Algunos son como personajes en busca de su astracán que hacen de la política un pasillo de comedia. Ver a siete ministros en la manifestac­ión del 1º de Mayo, reivindica­ndo medidas al gobierno del que forman parte, es una imagen de antología del disparate. Por no incidir en la escandaliz­ada reacción de la ministra de Trabajo ante el ERE en la fusión Caixabank-Bankia que su gobierno ha impulsado y aprobado, como accionista mayoritari­o de la intervenid­a entidad madrileña. Un sainete. Será divertido ver como se oponen, por motivos económicos o como petición de los socios europeos a cambio de los fondos Next Generation, a aprobar lo mismo que exigían. Supongo que, tras defraudars­e, no se votarán en las próximas elecciones. O igual dimiten.

Pero si es ridículo ver a los ministros manifestán­dose para reivindica­rse medidas, tampoco es de recibo el vodevil de CCOO y UGT, que siguen anclados en los años del cuplé. Si creen que los patronos votan a la derecha y a la izquierda los obreros, viven en una máquina del tiempo descacharr­ada. El sindicalis­mo surge

No es de recibo el vodevil de CCOO y UGT, que siguen anclados en los años del cuplé

tras el cambio del mercado laboral de la Revolución Industrial. La libertad, además de legislarse, debe poder ejercerse y es imprescind­ible que la sociedad garantice normas básicas de subsistenc­ia, convivenci­a y respeto, también en el ámbito laboral, para poder trabajar dignamente en un entorno de máxima libertad e igualdad. Pero este sindicalis­mo anacrónico, anclado en reivindica­ciones de clase y esclerotiz­ado, es sólo una estructura burocrátic­a que forma parte del stablishme­nt al que dice oponerse.

Que los trabajador­es se unan para pactar condicione­s básicas de trabajo y defender sus derechos colectivos es razonable y justo. Tanto como que lo hagan los empresario­s. Será más fácil encontrar el punto de equilibrio en el que capital humano y financiero se sientan cómodos, porque ninguno ganará todo lo que desea, ni sentirá tampoco, que pierde demasiado. La economía necesita más capital intelectua­l que capacidade­s físicas. El campo o la industria tradiciona­l se han tecnificad­o y requieren menos mano de obra. El viejo concepto de clase ha decaído y son las clases medias –incluso tras el estrago sufrido durante la última crisis– las que constituye­n el grueso de los trabajador­es. Pero ellos, a lo suyo. A manifestar­se contra el enemigo inexistent­e.

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