Granada Hoy

“Hay una conexión poética entre música y matemática”

● Con su segundo álbum, dedicado al agua, la pianista barcelones­a Laura Farré Rozada continúa profundiza­ndo en el repertorio pianístico francés y sus ramificaci­ones en la música actual

- Pablo J. Vayón

En Nimbus, su segundo álbum, la pianista Laura Farré Rozada (Villanueva y Geltrú, 1990) continúa el camino del primero.

–¿Está también Messiaen detrás de este álbum?

–Sí. El disco parte de dos obras, Gaspard de la Nuit de Ravel, que se escribió en 1908, el año de nacimiento de Messaien, y la Rain Tree Sketch II que Toru Takemitsu escribe a la muerte de Messiaen, en 1992. Y a partir de aquí me interesaba mucho ir relacionan­do esos compositor­es con otros asiáticos. Hay dos obras de Unsuk Chin, una compositor­a coreana que estudió con Ligeti. Después he incluido al japonés Dai Fujikura, que estudió con George Benjamin, el alumno británico más conocido de Messiaen. Dai Fujikura es además el profesor de Joel Järventaus­ta, un joven compositor finés al que le encargué una obra para mi primer disco.

–Para Nimbus también hizo un encargo...

–Sí, se lo hice a la emergente compositor­a china Yixuan Zhao, que cierra el álbum y a la que veo muy relacionad­a con el otro compositor francés del disco, Pierre Jodlowski, cuya Série Blanche lo abre. Su trabajo con la electrónic­a acerca mucho sus estéticas, y por eso están al principio y al final, me ayudan a presentar el trabajo como un recorrido cíclico.

–Un recorrido por el agua... –Exacto. Es un recorrido por distintas formas de expresar el agua acústicame­nte. En algunas obras está más escondido que en otras pero la idea es esta, que el oyente se pueda relajar y se deje llevar un poco por esta musicalida­d que tiene el agua.

–Coménteme las dos obras que completan el disco.

–En Scape, de la compositor­a islandesa Anna Thorvaldsd­óttir, hay una idea del agua mucho más oscura porque cuando la interpreta­s en directo tiene que estar todo a oscuras con unas luces dentro del piano. En cuanto a Drizzle Draft, de Josep Maria Guix, es una obra muy influida por la estética japonesa. –¿Cuáles son las “posibilida­des creativas” del agua?

–Lo que me fascina es que es un medio que puede cambiar. De entrada tiene ya tres estados, y después se manifiesta de muchas formas distintas. El agua tiene una estructura fractal. Hay una conexión poética entre música y matemática, las dos vertientes de mi actividad, y el agua me sirve como una metáfora para eso.

–¿En qué se basan sus investigac­iones matemática­s vinculadas a la música?

–Hice mi tesis final de la carrera de Matemática­s en la Universida­d Politécnic­a de Cataluña sobre las escalas musicales y las fracciones continuas, pero lo que más me ha atraído es cómo puedo usar las matemática­s para generar una imagen de la música mental que me permita memorizar mejor. Empecé a experiment­ar con estrategia­s que utilizaba en la universida­d para solucionar problemas matemático­s, para simplifica­r, para encontrar patrones, para generaliza­r ideas… y lo empecé a aplicar en el piano y en mi forma de estudiar, en mi forma de aprender una obra desde cero para memorizarl­a. Y me di cuenta de que cuando utilizaba esas estrategia­s me era mucho más sencillo entender la música que estaba tocando, y a partir de aquí me empecé a cuestionar por qué cierto repertorio se toca de memoria, por qué otro nunca se toca de memoria, por qué no nos enseñan cómo tocar de memoria, y a partir de aquí fui desarrolla­ndo mi propio método.

–En un libro reciente, Ted Gioia defiende la tesis de que la visión matemática acaba con la magia de la música. ¿Qué piensa al respecto?

–Yo creo que no son incompatib­les. Entiendo la conexión entre la música y las matemática­s en tres puntos distintos. El primero es los fundamento­s: por qué la onda sonora tiene la forma que tiene, por qué los instrument­os musicales son de una forma y no de otra, por qué los hemos diseñado así, por qué cuando estamos diseñando salas de conciertos usamos unos materiales… Eso son cosas físicas que no podemos cambiar. La otra también es inevitable y es todo lo que tiene relación con la conducción. Cuando estás escuchando música a ti te parece como una cosa muy natural, que no tienes que hacer nada, pero tu cerebro está procesando unas ondas sinusoidal­es, las está filtrando por frecuencia­s, está interpreta­ndo qué instrument­o estás escuchando, si estás escuchando una melodía sola, una melodía acompañada, si la melodía asciende o desciende… todo esto es un cómputo de cálculos constantes. Esto también está ahí, no se puede hacer nada y no va a ser la música menos mágica, porque sin estos cálculos matemático­s no vas a poder disfrutar de la música. Y el tercero es la parte creativa, el aspecto de que compositor­es desde la antigua Grecia han utilizado la matemática y muchas veces sin darse cuenta. Creo que el error está en considerar a las matemática­s como la finalidad de la creación musical. Creo que tienen que ser un medio para poder superar limitacion­es técnicas.

–¿Le interesan otros repertorio­s o sólo los ligados a la creación actual?

–No me gusta ponerme fronteras a nivel artístico, lo único es que me gustaría contribuir a cambiar el papel que tiene el arte contemporá­neo en la actualidad. Creo que nos estamos perdiendo una gran cantidad de música que se queda en un cajón, que se toca sólo el día del estreno, porque no tiene recorrido en las salas de concierto y me gustaría dar a conocer obras que creo que tienen mucho valor, y que al menos sea un poco menos de música la que se quede olvidada en algún sitio. Estos compositor­es han sabido dar una imagen muy original de nuestra sociedad hoy en día de la misma forma que otros compositor­es lo hicieron en su tiempo .

–¿Y en directo toca toda esta música de memoria? –Yo siempre toco de memoria, porque creo que la partitura puede convertirs­e en una interferen­cia con el público. Si el problema es que es muy difícil memorizar y por eso se toca con la partitura, entonces hay que buscar una solución. Por eso estoy haciendo el método. Creo que la memorizaci­ón tiene grandes beneficios para la música clásica, porque da una mayor espontanei­dad, exige una mayor creativida­d, incluso en el nivel de la comunicaci­ón con el público, que con la contemporá­nea es más difícil. Y al final es fruto también de haber ido a muchos conciertos, y ver que el pianista está tocando con la partitura, como si estuviera aún interioriz­ando aquella música, porque, aunque no lo quieras, cuando memorizas, haces el esfuerzo de encontrar la lógica a esa música...

–¿Tendrá continuaci­ón esta serie?

–Mi voluntad ha sido hacer un trabajo también pedagógico para facilitar el acceso a la música contemporá­nea a alguien que no conoce nada y que pueda así entrar en estos mundos para descubrir compositor­es que, no siendo los más radicales, sí que han hecho contribuci­ones lo suficiente­mente originales y son una puerta a muchos otros mundos. Ha sido un trabajo hecho muy a conciencia para que la gente se enamore de este repertorio y como mínimo pierdan algunos de los prejuicios que puedan tener para no adentrarse más en esta música. Lo próximo tendrá la misma intención, pero será distinto, un proyecto nuevo.

La idea de Nimbus es que el oyente se pueda relajar y se deje llevar por la musicalida­d del agua”

Nos estamos perdiendo una gran cantidad de música, que se toca sólo el día del estreno”

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SÍLVIA POCH La pianista y matemática Laura Farré Rozada.
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