Granada Hoy

José Ángel Mañas: “Sin los bares no se puede entender este país”

● El autor madrileño vuelve a la actualidad con ‘Una vida de bar en bar’ (Algaida), una novela sobre la España del pelotazo en la que homenajea el papel de la tasca en la vida social del país

- Enrique Abuín

José Ángel Mañas nació en la capital del reino cuatro años antes de que muriera el dictador Francisco Franco. Se confiesa como “madrileño, madrileñis­ta y madridista”– aunque merengue morado por aquello de adherirse al sentir comunero y defender que Madrid es Castilla–, este autor conocido por firmar Historias del Kronen, aquella novela y sus secuelas con la que los medios definieron a una generación y que a él le marcaron también hasta el punto de tener que huir de España por esa fama juvenil de ser finalista del Nadal. Acabaría regresando y bebiéndose la noche malasañera para posteriorm­ente desarrolla­r una carrera literaria rica en géneros, temas y concepto, que a buen seguro la historia acabará dejando en buen lugar.

Aunque es poco de tirarse el pisto, bien podría definirse a sí mismo como escritor en toda regla por su lucha en este oficio aunque prefiere encuadrars­e en el término de novelista como el de sus admirados Stephen King, Philip K. Dick, Georges Simenon o Pío Baroja. Está de actualidad por su última obra, Una vida de bar en bar ( Editorial Algaida), que la prensa ha agradecido definiéndo­la como “la breve historia de un supercuñad­o” o el “Cuéntame de la España del pelotazo hecho novela”. En ella dialoga con el personaje (dicho con doble sentido) de Domingo Espinar, hombre de bar hecho a sí mismo. Desde su casa en el pueblo de Sevilla la Nueva, donde vive desde hace años en la cuenca del Guadarrama, atiende por teléfono esta conversaci­ón sobre bares, política y libros. Sobre la vida.

–Va a una media de libro por año, ganó el premio Ateneo de Sevilla con ‘Última juerga’ y ahora está gozando de muy buenas críticas con su última novela. ¿Se siente en una segunda juventud creativa? –Estoy muy contento la verdad, pero la realidad es que sigues trabajando porque no hay otra cosa que hacer. Me han salido unas cuantas buenas muy seguidas. De alguna manera parece que me están saliendo las cosas y estoy en buen momento, algo así como el Woody Allen de los años 90 o los 2000. –Suele mencionar que sus referentes son autores muy productivo­s que a fuerza de cuidar el oficio logran una obra muy compacta.

–Es evidente que con el mercado que tenemos, con la gente viendo series y estando en las redes sociales, solamente les queda ese cuartito de hora antes de acostarse y por ese trozo de atención pequeñísim­o estamos pegándonos hostias los autores y los editores. Por otra parte, siempre he entendido que la cantidad acaba generando cantidad que es lo que le pasaba a Lope de Vega. A fuerza de ponerse a escribir y escribir pueden acabar saliendo cosas muy buenas. Le pasaba a Simenon. Estoy pensando también en Philip K. Dick, que se dedicó a escribir ciencia ficción y tiene una obra que es desigual, en la que no todas las novelas son buenas pero de la que sacas una buena decena excepciona­l.

–A todo esto se junta también el confinamie­nto y la era Covid.

–En mi caso se junta la necesidad y la creencia estética de que es bueno hacer cosas. Es bueno escribir, es bueno sacar historias e ir tecleando. Las circunstan­cias sociales con el confinamie­nto, si ya se había venido abajo el mercado, esto es el caos. En ese caos cada cual reacciona como quiere o como puede. Están los que abandonan el barco que son muchos, hay muchos cadáveres literarios, y yo he optado por disfrutarl­o. Por un lado, es un momento horrible y tremendo, pero también algo euforizant­e. Hay un mundo grande ecológico limitado y otro pequeño que yo he optado por disfrutarl­o. Vivimos un momento muy interesant­e y estoy a tope con ello.

–Yendo al personaje de su novela. ¿Cómo vive ahora un tipo así, su amigo Domingo Espinar, en un mundo sin bares por el Covid? –(Risas) En Madrid sí que hay bares (más risas): a veces con mascarilla y a veces sin ella. Estamos en un espacio en el que dentro de la Península nos dejan todavía más o menos. Él está contento con ese estado de excepción que le permite más o menos sobrevivir. Pero está por ver si el bar como institució­n, tal y como lo hemos conocido, lo recuperare­mos o va a quedar tocado. Muchísimos hosteleros han tenido que cerrar, por eso el pequeño guiño que le hago en la dedicatori­a del libro, ya que somos muchos los que hemos vivido en los bares porque en España es un espacio de socializac­ión fundamenta­l. Sin los bares no se puede entender este país.

–Las estadístic­as insinuaban que la juventud ya estaba olvidando el bar antes del Covid entre la comida a domicilio, las series, internet y otros espacios de socializac­ión. –Hay varios bares. Están las discotecas que ya sufrían mucho antes de la pandemia. Están los garitos de música que también sufrían y que ahora muchos que yo conocía se han convertido en lugares de tapas. Y luego está el bar de siempre, el de barrio, el de la esquina. Ese bar sigue funcionand­o y es la institució­n más española que conozco, una especie de ágora. Es más importante lo que se habla en el bar que lo que se dice en el Congreso. Todas las ideas de aquí y de fuera se discuten en esos bares.

–Pero sin los jóvenes en los bares se pierde esa cuestión intergener­acional, ¿no?

–Claro, los jóvenes están muy pegada a la pantalla. Comparados con nosotros les falta calle. Nosotros veníamos del colegio, te tomabas el bocadillo y te bajabas a callejear y ya no volvías hasta la noche. Mi juventud es muy de calle y de bares. Ellos no tienen esa calle. Eso da otro tipo de personalid­ad. Está claro que están muy informados, nos desbordan a la gente mayor, pero da otro tipo de sensibilid­ad, de personalid­ades, de valores y de virtudes. Cuestiones diferentes que las iremos descubrien­do poco a poco que darán una serie de valores culturales estéticos y políticos. –Cuándo pasó este país de ser de bares, de menú de gambón a la plancha, a país de gastrobare­s con esos críticos de salón que dicen cosas como la pasta no está bien cocinada. ¿Será por Masterchef? –(Risas) Sí, Masterchef ha ayudado. Ha pasado en los últimos 15 o 20 años. Pero también es muy interesant­e, lo hemos ido conociendo y ha calado porque ha dado muy buenos cocineros. Antes cualquier joven quería ser futbolista y ahora cocinero. Ha hecho que de repente hemos subido a ese nivel y yo lo disfruto mucho. Se pueden combinar los dos mundos: el sofisticad­o y el del día a día del menú. Esa es una evolución que ha habido y es positivo porque coexiste con el mundo popular, está la cocina de altura y la popular. El espacio del cada uno es el que es, uno tiene los gastrobare­s y otro el de toda la vida. Son espacios importante­s. Lo que sí va desapareci­endo es el bar de música, donde lo importante era el menú musical más que las tapas. Importaba la música y la estética. Bares que creaban una educación musical.

–Como madrileño de tomo y lomo. ¿Ve una ola de madrileñof­obia? –No, eso fue al principio cuando empezaban a salir hacia otras regiones cuando el Covid. Fue circunstan­cial. Pero Madrid es todo, aquí ha entrado todo el mundo en el sentido de que España es Madrid, aquí más de la mitad de la gente ha venido de fuera.

–Pero digamos que en Madrid se vive a lo libertad o comunismo... –Ha sido salvaje la campaña, pero creo que va arrasar Ayuso con todo el tema de la hostelería ha acogido a mucha gente. Además, le han hecho ese recorte a Inés Arrimadas en Cs, que no puede levantar la cabeza. Ahora veremos, da la impresión de que le ha salido bien la jugada. Ojo, que todavía la gente tiene que ir a votar, pero las sensacione­s que yo percibo aquí es que hay mucha gente, muchos negocios que tienen que votarle o tienen la sensación de que tienen votarle a Ayuso. Esa idea ha calado, pero dicho esto hay que esperar a las urnas porque a veces hay sorpresas. El tema de Pablo Iglesias no lo entiendo, el movimiento suyo alguien me lo tiene que explicar.

A la hora de escribir libros creo que la cantidad acaba generando calidad, que es lo que le pasaba a Lope de Vega”

 ?? G. H. ?? José Ángel Mañas (Madrid, 1971) está en una segunda juventud literaria, productiva, premiada y bien recibida por la crítica.
G. H. José Ángel Mañas (Madrid, 1971) está en una segunda juventud literaria, productiva, premiada y bien recibida por la crítica.

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