Granada Hoy

“Abordar asuntos como la validez de las orientacio­nes sexuales no es fácil”

La autora sevillana regresa a las librerías con ‘El Evangelio’ una novela donde vuelve a tratar la infancia, pero esta vez desde el punto de vista de una profesora en prácticas de Magisterio

- Miguel Navas GRANADA

No son autobiográ­ficas, pero las novelas de Elisa Victoria (Sevilla, 1985) están impregnada­s de sus vivencias. Creció en las afueras de Sevilla jugando con muñecas Chabel, al igual que Marina, la protagonis­ta de VozdeVieja (Blackie Books, 2019). Dos años después publica su segunda novela con el sello catalán, El Evangelio (que ha vuelto a conquistar a crítica y público), con una protagonis­ta que toma rasgos de la Victoria más adulta, pues como ella es una estudiante precaria de Magisterio Infantil que se ve obligada a realizar sus prácticas en un colegio privado religioso.

Precisamen­te es la infancia el auténtico nexo entre ambas novelas de la autora sevillana: primero casi a lo gonzo, contada en primera persona; ahora, desde una visión más adulta y externa.

–Pese a las críticas del libro ¿sigue teniendo fe en el sistema educativo?

–El sistema educativo es un concepto demasiado amplio y con demasiados agujeros, pero yo sigo teniendo fe en que la escolariza­ción en principio es una buena idea y en que un profesor sensible es capaz de hacer un poco mejores treinta vidas cada vez que entra en una clase.

–Aunque la novela discurre en un colegio religioso, esos problemas que se denuncian son extrapolab­les a cualquier centro educativo.

–Es cierto, la ref lexión no abarca en concreto la educación privada religiosa sino que se extiende a la pública y en general a todo el sistema en el que nos vemos obligados a vivir, pero en el contexto de un centro religioso se intensific­an las caracterís­ticas que la protagonis­ta considera más dañinas como el adoctrinam­iento, la competitiv­idad o la rigidez.

–Tanto Lali como Marina, protagonis­ta de Vozdevieja, están muy interesada­s por el tema de la sexualidad, aunque Lali al ser mayor quizá tiene más conocimien­to ¿era importante para usted tratar el tema de la sexualidad femenina?

–Tratar la sexualidad era tan importante como tratar cualquier otro tema de los que obser vo que atraviesan la realidad cotidiana. Es una cuestión que se ha trabajado en todos mis libros, que siempre ha sido importante ref lejar para mí y no sólo abarcando el punto de vista femenino sino todos los ángulos posibles. Me interesa explorar la sexualidad humana, la forma en que se nos presenta y lo escabrosa que puede llegar a ser. De todos modos en este libro no es un asunto que destaque más que los demás, he procurado mantener cierto equilibrio en este sentido, que llame tanto la atención creo que es consecuenc­ia precisamen­te del tabú que lo sigue envolviend­o.

–En relación a esto, resulta curiosa cierta defensa que hace de las monjas, cuando dice que ellas no tienen que preocupars­e de salir arregladas a la calle o de que un tío les mire mal cuando habla de la regla.

–El estilo de vida de las monjas no es algo que mi protagonis­ta critique en principio y en ocasiones ref lexiona sobre las ventajas que tienen al ubicarse en una posición tan particular dentro del sistema, formando parte de él pero no del todo en algunos aspectos que a ella le generan una gran incomodida­d. En cierto momento también se pregunta si en el pasado, cuando las mujeres tenían tan pocas opciones a la hora de desempeñar un papel en el mundo, no habría sido el camino preferible para ella. Supongo que ambas ref lexiones forman parte del mismo sentimient­o.

–De nuevo, la educación sexual no es precisamen­te el fuerte del sistema educativo en general.

–No, es un tema que se toca de pasada, apenas unas páginas cada curso que lo abordan desde el punto de vista reproducti­vo, un par de charlas sobre los cambios asociados al desarrollo hormonal y con suerte alguna mención suelta a los preser

vativos. Resulta peliagudo de entrada porque muchos de los responsabl­es de los alumnos desean que reciban cuanta menos informació­n al respecto mejor y abordar asuntos básicos como el conocimien­to del cuerpo o la validez de las orientacio­nes sexuales no es tarea fácil. Pero esta falta de informació­n y de consenso puede tener unas consecuenc­ias muy perjudicia­les.

–En El Evangelio hay bastantes referencia­s a cómo nos ven los demás o cómo nosotros a ellos ¿a qué se debe? –Supongo que se debe a que siempre me ha resultado inquietant­e tener que asumir que la totalidad de mi existencia tendrá lugar en este cuerpo a la luz de esta chispa de conciencia que un día se encendió y un día se apagará, todas las limitacion­es abismales que eso conlleva. Me resulta solitario y enigmático. Me doy cuenta de que desde este extraño lugar mi percepción de mí misma no tiene por qué coincidir con la que tienen de mí los demás y viceversa, a los demás les puede resultar inesperado cómo son para mí, con la variable añadida de que todo esto va cambiando a medida que el tiempo pasa, y el bucle completo nos afecta. Es una circunstan­cia en la que nunca he dejado de pensar. –También en la novela abundan las referencia­s a la muerte que no estaban en Vozdevieja. ¿Tiene que ver con que la protagonis­ta es más adulta y empieza a ser más consciente de la fatalidad de la vida?

–Sí, la protagonis­ta de Vozdevieja tiene una madre enferma y nueve años, lo que implica que en ocasiones se plantea la cuestión de la muerte pero desde el punto de vista que le es propio, consideran­do la finitud de la vida como algo real pero aún remoto, no del todo concebido en la plenitud de su significad­o porque ese es el grado de complejida­d acorde a l a edad del personaje. El momento de asunción total de la muerte como algo eterno, irreversib­le e inevitable suele tener lugar a partir de los once o doce años. Yo lo experiment­é a los doce y supuso un momento crucial en mi vida, el impacto fue largo y profundo y me obsesionó hasta el punto de que aún no lo tengo dominado como no tengo dominado el avance implacable del tiempo siempre en la misma dirección. No podía atribuirle esa conciencia a Marina en Vozdevieja pero sí a Eulalia en El Evangelio.

–Sus dos últimas novelas se desarrolla­n en las afueras ¿es que acaso la gente que vive en el centro no atraviesa esas mismas penurias (por ejemplo trabajar para pagarse las estudios) y eso no daría para una novela?

–Decidí ubicar a ambos personajes en las afueras porque es un escenario que he conocido a fondo y me apetecía explorar la forma en que la periferia te condiciona. La gente del centro no es toda rica, por supuesto, y en cualquier caso la condición económica de un personaje o la ubicación de su hogar no determina en absoluto su interés. –Al final de la novela, Eulalia acaba haciendo honor a su onomástica cuando pide morir ella si con eso se salva a las niñas y niños, ¿es posible de verdad salvar a los niños de este sistema?

–Tal como está planteado y consolidad­o el sistema ahora mismo no lo creo. Se les pueden dar herramient­as para sobrevivir, recursos para sortear las trampas, pero salvarlos del todo significar­ía construir otra civilizaci­ón que ofrecerles y eso es una utopía. Su deseo de sacrificio se queda en una cuestión poética que le sir ve para expresar cuánto le importan los niños, cuánto estaría dispuesta a entregar con tal de que para los próximos no tuviera que ser tan feo como para ella, pero es consciente de sus limitacion­es.

–Menciona en el libro un poema de Panero en el que se habla de que todos tenemos un niño muerto dentro (y también dedica la novela “a todos los niños muertos”) ¿crecer o madurar es matar a nuestro niño interior?

–Depende del concepto de maduración que manejemos. Si hablamos de madurar como equivalent­e a ser serio y rígido cuando una persona no tuvo en principio esa inclinació­n natural sino que la moldeó para convertirs­e en un adulto respetable, estamos ante un cadáver seco envuelto en carne viva, sí. En cualquier caso creo que casi todos nos hemos ido muriendo un poco aplastados en mayor o menor medida por esos mandatos, que hemos tenido que aplicarnos respiració­n asistida en algunos momentos, que hemos vivido situacione­s críticas, no es fácil mantener ese hilo de conexión con buena salud, hay que esforzarse mucho a veces. –En varios capítulos del libro, Lali habla con sus ‘yos’ de otras épocas ¿qué le diría Elisa Victoria a su yo niña y a su yo de la tercera edad?

–A la niña que deje de intentar encajar porque no tiene sentido, que siga encerrada si está más cómoda porque a base de no encajar y de estar encerrada un día se va a abrir un camino en la pared; a la vieja que le agradezco la mirada compasiva y que me perdone el bochorno que con total seguridad le estoy causando; y en general a las dos que aguanten el tirón y que en el cuaderno nos vemos, como siempre.

Sigo teniendo fe en que un profesor sensible puede hacer un poco mejores treinta vidas”

Aún no he dominado el momento de la asunción de la muerte como algo inevitable”

Creo que casi todos nos hemos ido muriendo aplastados por los mandatos sociales”

Me interesa explorar la sexsualida­d humana, lo escabrosa que puede llegar a ser”

Salvar a los niños del sistema significar­ía construir otra civilizaci­ón y eso es una utopía”

La condición económica de un personaje no determina en absoluto su interés”

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REPORTAJE GRÁFICO: JUAN CARLOS MUÑOZ La autora sevillana Elisa Victoria en una imagen reciente.
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