Granada Hoy

FATIGA PANDÉMICA

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DICEN que el poder es tan adictivo como la heroína. Que una vez que se prueba, cuesta dejarlo y se requiere un duro tratamient­o de deshabitua­ción. Nadie entendería, por lo tanto, que un Gobierno se lanzara a una sima de desprestig­io e ineficacia con la intención de que lo echaran lo antes posible. Sin embargo, asistimos estos días en España a algo que si no es exactament­e eso se le parece mucho. Pedro Sánchez se ha permitido el lujo de meter al país en un caos social y jurídico en medio de una situación que ha devastado nuestro tejido económico y que tiene a la ciudadanía postrada en lo que los sociólogos han etiquetado como fatiga pandémica. Ha dejado caer el estado de alarma sin tener preparado nada que permitiera a los gobiernos autonómico­s un mínimo marco de control para hacer frente a aumentos puntuales de los contagios y ha dejado toda la capacidad de regulación en manos de los jueces. Esta barbaridad ha tenido dos fogonazos que han dejado desconcert­ados a millones de españoles: el primero, la apertura de compuertas para que la inconscien­cia de los veintitant­os años desbordara las calles en el primer fin de semana sin medidas restrictiv­as en un ejercicio de irresponsa­bilidad que raya en lo temerario. El segundo, propiciand­o el caos jurídico de resolucion­es que dicen una cosa y su contraria en el que nos debatimos estos días, en el que nadie sabe muy bien en manos de quién está que el virus no se nos desborde por donde menos lo esperemos.

Descartada­s las pulsiones suicidas en el Gobierno, habrá que concluir que alguien ha decidido que después del desastre de Madrid lo que toca es ponerse de perfil y dejar que, como en tiempos de Rajoy, los problemas se solucionen con el tiempo, con las vacunas y con el dinero de Bruselas, del que cada día tenemos más claro que vamos a tener que pagar su precio. Y puestos a ponerse de perfil, no solo se pone Pedro Sánchez, sino también la oposición que, como su propio nombre indica, es capaz en pocos días de criticar la permanenci­a del estado de alarma a llevarse las manos a la cabeza por su supresión, pero es incapaz de tender la mano para sacar al país del agujero en el que está. Aquí todo vale para la batalla y en esos los muertos del coronaviru­s no son una excepción. Se demostró ayer en el Congreso y se demuestra cada día en el tremendo ruido de declaracio­nes maximalist­as y falta de soluciones.

Sánchez ha decidido que lo que le toca después del desastre de Madrid es ponerse de perfil

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JOSÉ ANTONIO CARRIZOSA jacarrizos­a@grupojoly.com

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