TODO VALE EN PRECAMPAÑA
LOS ciudadanos prestan poca atención a las precampañas y campañas que organizan los partidos políticos cuando se avecinan unas elecciones porque están hastiados de una manera de hacer política basada en la descalificación del adversario, en vez de aportar soluciones a los problemas que afectan a la mayoría. Buscan activos nuevos –el caso de Doñana es significativo–, o Ferrovial y manosean los conocidos, de los que se ha hecho tanta leña, como las disparatadas leyes emanadas del ejecutivo, caso de la del ‘solo sí es sí’, la eliminación o suavización de delitos para beneficiar a socios puntuales –sedición, malversación etc– Sólo falta que se acusen mutuamente de la ‘pertinaz sequía’, aunque no faltarán quejas sobre trasvases y otros asuntos relacionados con la escasez de agua. Por desgracia, los medios informativos –no sólo las cadenas televisivas oficiales, sino las privadas– participan, según su orientación, aumentando el volumen de unas acusaciones y silenciando otras o limitándolas a su enésima expresión. Es difícil encontrar voces realmente independientes que valoren las realidades.
A veces esos medios son tan grotescos, como ha ocurrido con el canal TV3, del independentismo catalán, intentando ridiculizar a los andaluces por su acento o la devoción de algunos sectores a íconos o tradiciones religiosas, como si en su región no existieran tópicos y hasta exaltaciones místicas dignas de caricaturizarlas. Todo es tan esperpéntico como pensar que los andaluces y andaluzas salimos a la calle a diario con sombrero ancho o con trajes de faralaes y los catalanes con barretina. O lo que es más grotesco creer que el supremacismo es progresía, cuando la xenofobia, el desprecio de los demás, por su raza, religión o hasta procedencia regional, es todo lo contrario, además de un signo de ignorancia. Así que tomen nota de no confundir progresismo –etiqueta que se cae a la simple raspadura– con grupos políticos que apuntalan estos tópicos.
El todo vale en precampañas y campañas electorales debe tener un límite que no es otro que el de la razón y el respeto a los ciudadanos. Los medios no deberíamos apoyar unos u otros desvaríos y, sobre todo, no participar en el permanente torneo de la descalificación, porque el definitivo árbitro será el de las urnas, el único al que no se atreverán a insultar a su madre (Siempre me he preguntado por qué se utiliza el sagrado nombre de una madre y no el de un padre cuando se pretende insultar a una persona).
En fin, tendremos Doñana, Ferrovial, ‘sólo sí es sí’, andaluces vagos, costeados por señoritos con barretina, ‘progresistas’ y ‘fascistas’ para rato. El pueblo tiene dos opciones: tomárselo como un mal chiste o cambiar de canal cuando salgan los circenses.
Los partidos políticos aumentan el diapasón descalificativo, en vez de aportar soluciones