Como indios mescaleros al 28-M
● El cisma de la izquierda en Granada, una de las pocas provincias andaluzas donde no ha sido posible el acuerdo, puede condicionar la formación de gobiernos en la provincia
LOS partidos que están a la izquierda del PSOE irán a las próximas elecciones municipales del 28 de mayo divididos en dos bloques que encabezan Izquierda Unida y Podemos. El acuerdo alcanzado en la mayoría de provincias andaluzas no ha sido posible aquí, donde las consecuencias del divorcio de esta parte del arco político pueden ir mucho más allá y salpicar al resto de fuerzas. La diferencia entre concurrir por separado o en la misma papeleta –como ocurrió en 2019– supone también que los socialistas pierdan opciones de gobernar o que tengan que recurrir a un complejo tripartito. También afecta al lado de la derecha, con un PP que gana muchos enteros en sus cábalas por alcanzar el poder en instituciones como la Diputación Provincial o el Ayuntamiento de la capital.
Granada Unida aglutina a IU, Vamos Granada, Más País, Verdes Equo, Iniciativa del Pueblo Andaluz y Recortes Cero. Del otro lado se queda Podemos-Alianza Verde, con el apoyo de los Independientes. El acuerdo entre toda esta sopa de letras, sensibilidades y personas, que en algunos casos han pasado de unas siglas a otras a lo largo del tiempo, parecía un reto difícil pero no imposible, como se ha demostrado en otras provincias. Desde después del verano pasado, con mayor o menor intensidad en las negociaciones, el pacto ha estado en el aire. Y aunque hace algunas semanas que se quemaron los puentes, por la parte de Podemos se asegura que hasta el fin de semana pasado hubo propuestas de última hora. IU niega ese detalle, lo que es bastante significativo de hasta qué punto hay discrepancias entre ambas partes. La fecha límite era este viernes pasado, cuando había que registrar las confluencias ante la Junta Electoral. Y no ocurrió el milagro que algunos esperaban.
¿Los motivos del desacuerdo? Las versiones no son claras y tampoco coincidentes: los puestos en las listas, la forma de elegir a los candidatos o el reparto del dinero que llega a los grupos políticos de cada institución… Pero además hay un factor personal y para verlo no hay más que acercarse un poco a los debates en redes sociales.
El actual portavoz del grupo municipal de Unidas Podemos en Granada, el independiente
Antonio Cambril, ha utilizado estos días una metáfora reveladora: “Llevamos más de dos lustros aguantando y vamos a ésta (en referencia al 28-M) como los indios mescaleros: pinturas de guerra, cuchillo en la boca, sobredosis de mescalina y sin miedo a la muerte”. Quien fue cabeza de lista de la confluencia en 2019 le explicaba a un cargo nacional de IU que ha vivido “un martirio de cuatro años” y que ha sufrido un “acoso diario” para que se apartada del cargo de concejal y corriera la lista.
Con palabras de este grosor ya era difícil imaginar cualquier tipo de acuerdo de última hora a lo largo de la semana. Más allá del malestar profundo que transmite Cambril, éste describe a las claras el cariz de una campaña en la que ambas partes están más interesadas en demostrarle a la otra quién es la más fuerte y darle un “baño de realidad”, como lo definen en privado algunos de sus dirigentes.
La cuestión es que todos, en las dos partes, corren el riesgo de darse ese baño de realidad. En la metáfora de Cambril está la clave: van a la guerra sin miedo a la muerte. Y ésta no se puede descartar, sobre todo en el actual contexto de acritud.
EL CASTIGO ELECTORAL
El perjuicio de la división radica en las particularidades de la Ley D’Hondt, que premia a los partidos mayoritarios a la hora de repartir escaños. En Granada capital, por ejemplo, a la confluencia de izquierdas que obtuvo casi 11.000 votos en 2019 le correspondieron tres concejales. Como Vamos Granada fue el único partido que se quedó fuera, sus 2.500 papeletas no sirvieron de nada en cuanto a la representación institucional. Con la división que ahora se plantea, tienen más complicado repetir el resultado de los tres ediles al perderse muchos votos.
Esto es lo que está en mente de todos los partidos, porque la batalla de los “indios mescaleros” de la izquierda puede tener una tremenda repercusión en la formación de los próximos gobiernos. Para los socialistas, sobre todo, las opciones de obtener el poder donde se sabe que haría falta una coalición se complican, aunque el mensaje oficial es que el partido confía en sus propias posibilidades. Es más, hay quienes esperan que esta situación les ayude a mejorar sus resultados al poder apelar al voto útil de la izquierda.
En la ciudad, el alcalde socialista Paco Cuenca espera alcanzar los 12 concejales, un resultado que ya sería un éxito (ahora tiene 10). Pero para gobernar necesitaría compañeros de viaje, dado que la mayoría absoluta está en 14 ediles. El grupo de Unidas Podemos tiene ahora tres ediles y la perspectiva de igualar ese resultado se complica al repartir los votos entre dos fuerzas. Además, en el mejor de los casos, el de que los números dieran la opción de sumar para gobernar, la idea de formar un tripartito resulta muy poco seductora para los socialistas, como algunos de ellos reconocen.
Entre los partidos de la derecha se ha seguido también con interés esta negociación de la izquierda, conscientes de que la división les beneficia en sus opciones de gobernar. El PP, cuyos votantes originales han estado muchos años dispersados en otras opciones políticas –Ciudadanos, Vox o iniciativas locales como la de Juan García Montero–, conoce de primera mano las consecuencias negativas de la dispersión del voto. Para este 28 de mayo, el partido trata de aglutinar distintas sensibilidades para recuperar la Diputación Provincial y hasta aspira a la mayoría absoluta en la capital. En caso de no llegar a esos 14 concejales, es de suponer que tendría que buscar el apoyo de Vox, la fuerza con más probabilidades de obtener algún representante.
En definitiva, la batalla electoral que hace años se definía por el bipartidismo es ahora una lucha de bloques, el de derechas e izquierdas. El que sea capaz de sumar se llevará el gobierno y, por motivos obvios, el que llega menos dividido a la urnas tiene más opciones. Por eso muchos votantes de izquierdas no logran entender lo que ocurre, salvo que el objetivo de algunos se limite a demostrar la supremacía en su rodal.