Granada Hoy

1973: El año en el que una riada mató a decenas de personas en La Rábita

En junio fue nombrado ministro de Educación el granadino Julio Rodríguez, que dimitió al morir en atentado su benefactor Carrero Blanco La Guardia Civil buscó al Lute en Granada porque se había casado en el Albaicín con una gitanilla de 15 años

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HAN pasado cincuenta años justos y aún hoy está por saberse cuánta gente murió en aquella tragedia. La cifra oficial fue de cuarenta muertos y otros tantos desapareci­dos que se tragó el mar o fueron sepultados por el fango y nunca encontrado­s. Me estoy refiriendo a la desgracia sucedida en Albuñol y la Rábita en la madrugada del 18 al 19 de octubre de 1973. Por entonces no se llamaba ‘gota fría’, pero su efecto devastador fue terrible sobre parte de las provincias de Granada, Murcia y Almería. Al siguiente día el telediario y todos los medios de comunicaci­ón utilizaron el adjetivo ‘dantesco’ para describir lo que unas inundacion­es, las más importante­s del siglo XX, causaron en esta parte de España, pero sobre todo La Rábita, que quedó totalmente arrasada y donde murieron decenas de personas. Entre los días 17 y 19 del citado mes llovió más que cuando enterraron a Zafra, como se suele decir por aquí cada vez que hay un aguacero importante. Se estima que cayeron casi 600 litros por metro cuadrado. Una barbaridad. La catástrofe fue provocada por la violencia de la crecida que provocó el taponamien­to del puente del tramo de la N-340 que pasaba justo por encima del núcleo urbano. Se originó una gran presa que contenía toneladas de agua, piedras, fangos y multitud de restos que se habían arrastrado desde cuenca arriba. Los muros de contención que se situaban en el borde de la rambla junto al pueblo de La Rábita se rompieron debido a la presión, lo que hizo que el agua acumulada y las toneladas de sedimento se desviaran hacia el pueblo arrasando todas las viviendas que encontraro­n a su paso. Las olas de agua y fango llegaron a medir tres o cuatro metros de altura. Un tsunami en toda regla. La riada afectó a 101 viviendas, de las cuales destruyó 74, principalm­ente de los barrios de pescadores de Mochila y Santa Adela. Los muertos identifica­dos fueron en un principio cuarenta, a los que había que unir casi treinta desapareci­dos, y un número impreciso de otros desapareci­dos en caseríos, cortijadas y diseminado­s. Aun hoy, como digo, no se sabe el número exacto de muertos. Aparte de la pérdida de vidas humanas, la población perdió las escuelas y permaneció incomunica­da y sin los servicios básicos varios días, siendo abastecida por mar y por aire. Además, perdió toda la tierra laborable en regadío próxima al litoral.

La Rábita fue inicialmen­te evacuada y sus habitantes repartidos por los cerros en cortijos y caseríos. En pocos días, al poder abrirse la carretera desde La Mamola, se empezó a allanar el cerro más próximo para la ubicación de un poblado de emergencia y enclavar cerca de un centenar de viviendas prefabrica­das junto con escuelas y guarderías. En fin, un suceso para olvidar, aunque esté hoy en la memoria de muchos granadinos que veían con lágrimas en los ojos las imágenes del desastre en el Nodo y en el telediario.

UN MINISTRO GRANADINO

Desde los tiempos de Natalio Rivas, pocos granadinos habían llegado a ser ministros. En junio de 1973, Carrero Blanco, recién nombrado presidente de Gobierno, eligió al armillero Julio Rodríguez Martínez para que se hiciera cargo de la cartera de Educación y Ciencia. Muchos granadinos, y en concreto los motrileños, de donde era su esposa, celebraron la noticia. Pero su mandato duró solo unos meses, hasta diciembre en que murió en el famoso atentado de la calle Claudio Coello su amigo y benefactor Carrero Blanco. En ese poco tiempo, el granadino diseñó la polémica reforma del calendario académico. Los estudiante­s tendrían que empezar el curso en enero y terminar en diciembre, con las vacaciones veraniegas de por medio. Aquello se le llamó, no sin cierto recochineo, el ‘calendario juliano’ y produjo el rechazo de la comunidad universita­ria. La reforma no llegó a tener efecto debido a su cese.

Enemigo político de Arias Navarro y miembro del Opus Dei, Julio Rodríguez se apartó de la política y se dedicó a ejercer de profesor, escribir artículos y dar conferenci­a. Precisamen­te estando en 1979 en Santiago de Chile participan­do en un congreso sobre Mineralogí­a, tema en el que era un especialis­ta, murió de repente. Su cuerpo fue trasladado a Motril días después para ser enterrado en el panteón familiar.

El 2 de junio de 1973 los periódicos abrían sus ediciones con la detención de Eleuterio Sánchez, ‘El Lute’. Llevaba desapareci­do desde 1971, año en el que se escapó del penal del Puerto de Santa María. Así se cerraba otro de los capítulos de la vida de uno de los delincuent­es más famosos de la España del franquismo, cuya carrera delictiva comenzó en 1965 con el asalto a una joyería de Madrid en la que falleció, abatido por un disparo, el guarda que la custodiaba. Se escapó de la prisión y la Guardia Civil lo buscó en Granada porque aquí se había casado por el rito gitano con la granadina Francisca Fernández, más conocida por Frasquita, que tenía 15 años cuando el casorio. El matrimonio vivió en un piso en La Redonda, luego se trasladó al Albaicín y de ahí a Sevilla, donde se alojaron en una vivienda de la barriada Juan XXIII, donde finalmente fue detenido. Después nunca más se supo de la Frasquita.

El Lute tenía en su haber hasta cuatro matrimonio­s. El más famoso delincuent­e del franquismo se pasó 18 años entre rejas y sus fugas fueron jaleadas por media España. Al final se convirtió en la mayor pesadilla de la Guardia Civil, en un mito. Era analfabeto, pero al salir de prisión se transformó en otro hombre. Hasta estudio Derecho y se convirtió en un paradigma de la reinserció­n social en los albores de la democracia española. Hay hasta películas contando su vida.

LA MUERTE DE CIPRIANO MARTOS

Lo que nadie ha contado es la vida de Cipriano Martos, un obrero y sindicalis­ta nacido en Huétor Tajar que murió en 1973 en Reus (Tarragona) a consecuenc­ia de

una paliza que le dio la Guardia Civil de aquel cuartel. Durante dos días fue golpeado y obligado a beber el llamado ‘cóctel de la verdad’, una corrosiva combinació­n de ácido sulfúrico y gasolina que daban a los presos políticos para que confesasen. Cipriano Martos había llegado a Cataluña huyendo de la miseria de su tierra natal. Desde joven militó en Comisiones Obreras y en el Partido Comunista de España Marxista-Leninista. El 25 de agosto de 1973, fue detenido en su puesto de trabajo durante una redada. Le acusaban de haber repartido, unos días antes, propaganda contraria al régimen en la localidad de Igualada. Fue trasladado al cuartel de la Guardia Civil de Reus donde, a pesar de las torturas infligidas, se negó a revelar nombres de sus compañeros. El veneno que le hicieron tragar le abrasó el estómago y murió de una hemorragia interna. El informe de la Guardia Civil dijo que se había suicidado bebiendo ácido sulfúrico. Fue enterrado en una fosa común. El Gobierno de Cataluña entregará los restos de Cipriano Martos a su familia el próximo 3 de junio en Huétor Tájar.

1973 fue el año en que se fueron de este mundo tres pablos famosos: Neruda, Casals y Picasso, tres celebridad­es en lo suyo. En Granada perdimos al pintor Gabriel Morcillo, un pintor que, sin salir del Realejo, tuvo obras expuestas en Nueva York y Buenos Aires, entre otras ciudades del mundo. Morcillo fue un pintor academicis­ta que tuvo mucha influencia en muchos pintores locales. Pero no en otros pintores como Manuel Rivera y José Guerrero, que rechazaban de plano el estilo del maestro. Éste último abandonó la Escuela de Artes y Oficios en 1934 por su enfrentami­ento con Morcillo. El pintor granadino fallecido en 1973 estuvo cuatro o cinco años haciendo viajes a Madrid porque fue contratado para pintar a Franco y a su esposa. Su cuadro sobre el Caudillo es de los que más se han reproducid­o en España. Sus amigos pintores le envidiaban el que cada dos por tres estuviese en el Pardo degustando sabrosas pitanzas entre pincelada y pincelada. Hasta que un día que acaba de venir de Madrid reunió a todos sus amigos, sacó del bolsillo un bulto liado en papel de estraza y después de abrirlo se lo mostró a sus amigos. “Esto es lo que me dan de comer en el Pardo”, dijo el pintor. ¡Era una simple y mísera tortilla francesa! Desde entonces los amigos no envidiaron a Morcillo.

Como Herbert von Karajan ya pudo venir a Granada porque había aeropuerto, ese año dirigió nada menos que la orquesta de Berlín en el transcurso del Festival Internacio­nal de Música y Danza. Lo hizo en el Palacio de Carlos V. Llegó el 27 de junio en su avioneta particular y dirigió tres noches del certamen, que ese año también contó con la presencia de la princesa Sofía. Las entradas para escuchar a la orquesta dirigida por Karajan costaban (estamos en 1973, no lo olvide) mil quinientas pesetas. Por entonces el festival estaba muy alejado del pueblo llano. El compositor granadino José García Román escribió en el periódico que quién había venido a Granada no era Karajan, sino Dios.

También ese año nos visitaron Granada los príncipes de Japón Aki Hito y Michiko. La historia de amor entre ambos era por aquellos años uno de los temas principale­s de revistas como Hola. Aki Hito fue el primer emperador que se casó con una plebeya, a la que había conocido en una pista de tenis.

EL FANTASMA DE LOS ALMACENES

En 1973 se inauguró el camping Don Cactus en Carchuna, se puso en funcionami­ento un tramo de carretera de 31 kilómetros en las Pedrizas (desde entonces se dijo adiós a la accidentad­a Cuesta de la Reina) y José Macià funda su primer hotel en el corazón de Granada. Igualmente se funda en 1973 la primera ferretería de La Hípica y se declara Bien de Interés Cultural la Colegiata de Santa María la mayor de Huéscar. Es en ese año cuando empiezan a funcionar los centros de salud del Zaidín (en la Avenida Dílar) y el de Cartuja (junto al puente del río Beiro). En noviembre también se inauguró el Centro de Cálculo que dio inicio en la Universida­d de Granada a las actividade­s relacionad­as con la informátic­a. Fue de las primeras universida­des españolas que se enganchó al futuro con esta especialid­ad. También ese año se derribó el hospital de San Lázaro, que estaba cerrado desde 1971. El Hospital de San Lázaro fue fundado por los Reyes Católicos, en 1496, para recluir en él a los enfermos de lepra, enfermedad conocida, en la época, como ‘mal de San Lázaro’. Este centro asistencia­l no solo tuvo varias ubicacione­s, hasta la definitiva, en lo que hoy es la Plaza de la Caleta. El hospital dio nombre a un barrio que fue muy popular a lo largo de varios siglos y por estar asentado en él los mejores ajeros (cultivador­es de ajos) de la región. Según cuenta Jessica Medina García en su libro dedicado al Hospital de San Lázaro, este era un sitio de reclusión de los afectados de lepra, al considerar la enfermedad como un mal contagioso e incurable. En las constituci­ones del hospital se recogía que sus enfermos podían pedir limosna en los caminos, pero no en las ciudades, para evitar el contagio de la población. Lo curioso de esto es que las limosnas recogidas se distribuía­n dando un cuarto del total al mendigo y el resto para el hospital. Los leprosos estaban totalmente rechazados por la sociedad y hasta por sus propias familias, debido al miedo al contagio. Provocaban repulsión por las deformidad­es físicas que sufrían.

Asimismo, ese año la cadena Woolwort edificó en 1973 unos grandes almacenes en el solar en donde había estado erigida la iglesia de la Magdalena, en la calle Mesones. Solo estuvieron abiertos siete años. Aquel edificio ha dado mucho que hablar. Se ha escrito que cuando se derribó la iglesia de la Magdalena, una de las partes fue dedicada a unos almacenes de ropa, en donde se ahorcó uno de los dueños. En 1971, se terminó de demoler lo que quedaba de la Iglesia, para construir los almacenes Woolworth. Durante la remodelaci­ón del edificio, tras derribar uno de los muros originales, apareciero­n restos humanos. No era muy extraño porque allí, al parecer, había un cementerio. Los empleados de los almacenes comentaban extraños sucesos: escaleras que funcionaba­n solas, luces que se encendían y apagaban, productos desordenad­os… Tras cerrar Woolwort, el edificio pasó a la Diputación Provincial, dominada por entonces por los alcaldes y concejales escindidos del PSOE en la llamada revolución de los catetos. Hay quien dijo socarronam­ente que el edificio tenía nuevos fantasmas. También los empleados de la Diputación empezaron a ver cosas extrañas y a contar fenómenos paranormal­es que habían percibido. La cosa llegó a tal extremo que hubo una investigac­ión oficial en 1986 que concluyó que, efectivame­nte, en aquel sitio los objetos se movían sin causa aparente, había alteracion­es electromag­néticas y se habían registrado muchas psicofonía­s. Hasta se hizo un retrato robot del fantasma, que se asoció con el padre Benito, el último párroco de la Iglesia de la Magdalena. ¡La de ríos de tinta que destiló aquel tema! Hoy en el edificio está la Gerencia Territoria­l del Catastro y en última remodelaci­ón, en 2006, se abrieron 39 balcones a la calle. Desde que la luz inundó las instalacio­nes los fantasmas no han dado señales. Debía ser que al padre Benito le gustaba la oscuridad o que ve bien que en sus viejos dominios haya un catastro.

En marzo del 1973 nace el poeta Javier Gilabert y en octubre Cruyff debuta con el Barcelona. ¿Con quién jugó su primer partido? Con el Granada, al que le endosó cuatro a cero, dos de ellos del holandés. El 22 de diciembre, el día de la lotería, se anunció por parte de FEVE la suspensión definitiva de los tranvías, también el de Sierra Nevada, pero de eso hablaremos el próximo año, que es cuando se hizo efectivo el cierre.

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FOTOS: G. A. A. Y ARCHIVO G. H. 1. El puente de la Maquinilla tras las riadas de La Rábita. 2. Dos mujeres lloran la pérdida de seres queridos en La Rábita. 4. Cruyff debutó con el Barcelona contra el Granada. 4
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3. Julio Rodríguez, ministro en 1973. 5. El Lute, que tuvo una novia en Granada, el día de su detención. 5
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6. Cipriano Martos. 6

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